Ricardo estaba pendiente de la construcción del primer puente de tablas, sobre el río Motatán, en el camino a Carvajal. Estando un día en Timotes, le tocó ir en mula a Motatán y se fue con uno de los Rivas por la escarmentosa rivera del río, para evitar tener contratiempos o quedar involucrado en los tiroteos de las distintas bandas armadas liberales y conservadoras en el Valle de La Puerta, la Cañada de Mendoza y en Valera. En la marcha, tuvo oportunidad de ver los trabajos de esta obra de gobierno del Presidente del Estado, el general Santana Saavedra, y sentir la bulla alegre de los que allí se encontraban. Una mañana, en Los Aposentos, con mucho entusiasmo les conversaba de esto a sus hermanos. Francisco Javier, a quien le decían “Pancho” Javier, el más ocurrente y también curioso en asuntos de construcción, molinos e ingenios, para llevarle la contraria, le suelta la duda:
- Vamos a ver cuánto dura esa “tarabita”. Frunciendo el entrecejo, Ricardo le dijo:
- No te preocupés, que lo están haciendo de buena madera y con buenas guayas. El malasangroso hermano le contestó riéndose:
- Hacen esa pichera a cuenta gotas, para no hacer un puente bueno, de roca, metal y calicanto. Ricardo pensando en el puente, respondió:
- Va a ser duradero, así lo aseguran los constructores. No sabés la bulla alegre que había ese día.
- ¡Igualito, se lo va a llevar el río! Le lanzó “Pancho” Javier, echándose una larga y estruendosa carcajada.
- Hermanito, no se va a caer, lo están construyendo en la parte de menor caudal.
- Dígame ¿dónde el Motatán tiene menos caudal? Con esa interrogante, concluyó la conversa fraterna de esa mañana.
Ese mismo año, Ricardo y sus hermanos colaboraron para otra obra que los beneficiaba, la construcción del camino de “El Portachuelo de La Lagunita”, “La Mocoti”, en ruta hacia el estado Merida, tambien favorecia el trayecto de Valera-La Puerta. Para ejecutarla las comunidades cercanas, aportaron herramientas, yuntas, alimentos y hombres, era la fórmula para avanzar en obras proyectadas y financiadas por el gobierno, que ya había adelantado a la Junta de Fomento, 200 venezolanos.
La rebeldía de la dignidad: un relato desde “La Cordillera de La Culata”
En mayo de 1877, al haber culminado el “Ilustre Americano” general Antonio Guzmán Blanco, su periodo como Presidente de la República, el nuevo gobierno es encabezado por el general Linares Alcántara, y cuando se tuvo noticias que Guzmán había llegado a Europa, inmediatamente, emitió el Decreto de Amnistía para que todos los exiliados políticos regresaran a la Patria (Cardozo, 181). De esta forma, regresa a Trujillo el caudillo conservador general Juan Bautista Araujo, el legendario “León de la Cordillera” y sus copartidarios, lo que cambió el cuadro político y militar en la región.
En efecto, en Trujillo, el general Santana Saavedra, Presidente del Estado, aprovechando la oportunidad, envió rapidamente un emisario invitando al general Araujo y a sus copartidarios de destierro a regresar a sus hogares trujillanos. Esto lo confesó años después estando en Tuñame el mismo Araujo, cuando escribió <<nos pusimos en marcha y de una vez aquí -y mediante excusa y explicaciones satisfactorias-celebramos, siempre contra los González, pacto de alianza inquebrantable e imperecedero y la formación de un partido sin distinción de colores políticos y con todos los hombres y elementos que sirvieran a los principios de paz, orden e imperio de las instituciones>> (Carta del general Araujo al general Santana Saavedra, del 26 – 3 -1885. En: Testimonios del Periodismo Trujillano. Tomo 35).“Santanita” lo convenció e idearon crear un Partido “Poncho” liberal, donde cabían todos los que sus dirigentes permitieran, siempre y cuando estuvieran en contra de la “Lagartijera” de los González.
En La Puerta, las autoridades impuestas a los pobladores: los indios Bomboyes, fungía como Jefe Civil, el hacendado mendocino “godo-liberal” y Sacristán (Mayordomo de Fábrica) de la Iglesia de San Pablo Apóstol, Miguel Aguilar y como secretario, Eduardo Chuecos. En el Tribunal de este Municipio, estaba como Juez, Jesús María García, y como Secretario, Martiniano Rivero, todos armados hasta los dientes. Aquel Miguel, fue el enjuiciado por las muertes de junio de 1887, en La Puerta. Al parecer, años más tarde, tambien fue uno de los hermanos Aguilar que le hicieron el atentado a plomo, en un bolo de Timotes, al coronel liberal Felipe “Tragabalas” Uzcátegui.
El 22 de octubre, el nuevo gobierno nacional declaró la Reconstitución de la República Democrática Federal, para diferenciarse del gobierno liberal arbitrario y corrupto de Guzmán Blanco, alentando como sujeto histórico a la fuerza liberal, <<cuya vanguardia está naturalmente constituida por aquella mayoría inteligente, abnegada y valerosa, que presintiendo que el general Linares Alcántara sería el Fundador de la República Democrática, presentó su candidatura y sufrió tormentos por ella hasta llevarla victoriosa al palacio de gobierno>> (El Trujillano. Número 42. 1877); esto indicaba que los jóvenes del país, los patriotas demócratas y amantes de la libertad, adoptaron estos nuevos ideales y cifraron en este gobierno sus esperanzas de cambio, ante las injusticias, arbitrariedad y la ausencia de garantías ciudadanas.
Eran tiempos en los que se podía ver a los leales campesinos abandonar sus sementeras bajando a pie o en bestia por las feroces cuestas del Páramo de las Siete Lagunas, el Censo, la Cordillera y de la serranía de Komboko y Carorita (Kukuruy), Pitimay, La Mocotí, hasta llegar a la aldea indígena de La Puerta, para incorporarse a la marcha comandada por los jovenes oficiales Ruz; no había aparecido aún en el firmamento político, los grupos armados del “Jurungo” Burelli, ni las huestes liberales de Felipe “Tragabalas” Uzcátegui.
El eco de la difamación en la niebla del páramo. Los Ruz y otras gentes, se enteran de las plomazones entre familias castizas y godas en Valera
Uno de los sucesos de inestabilidad y refriega políticas intestinas, ocurrió en 1877, en los que se pretendió involucrar a los guerrilleros parameños de la Cordillera de La Culata. Las familias Maldonado y Salinas de Valera, de la aristocracia terrateniente y vinculada al poder político y económico, sostuvo un enfrentamiento con la familia Vetancourt y los Briceño de antigua estirpe señorial. Además de balas, heridos, trifulcas, escandalos, hubo alarmantes pronunciamientos públicos, en favor y en contra, que aterrorizaron a la población del Valle de Bomboy y asimismo, la de Valera.
Peñas arriba, en donde llaman “Los Aposentos”, a varias leguas de donde se produjo, llegó el rumor que a los de la “Cordillera” los llamarían a la guerra. Como en hora de parva, doña “Carmelita”, les iba a servir las arepas de harina a sus hijos. El viejo Ysidoro salió a “reparar” las cabras. Había llegado temprano uno de los trabajadores, con los encargos y trajo la prensa de la semana. Al rato, se sorprendieron cuando “Pancho” Javier Ruz, el empedernido lector, delante de Eulalio su hermano, se levantó impetuosamente de la silla y tirando lejos el periódico, exclamó encarándo a los circunstantes:
– ¡Pura achicuca! qué falta de respeto ¡qué bichitos esos, es el colmo! Fue tan intenso lo que dijo y como lo dijo, que sus hermanos y “Carmelita”, extrañados, dirigieron su atención hacia él, inquiriéndole: – ¿Qué le pasó mi miarma? ¿Se paró con el pie izquierdo? ”Pancho le responde:
– ¡Me da coraje, lo que publican los «goditos imperiales»! Lo que también le molestará a usted. Con estas palabras aumentó el interés por saber qué ocurría y agregó: – Con este gobierno liberal, este país se envainó.
– ¿Por qué dice eso? Esta vez quien le preguntó fue Sandalio el hermano mayor, altamente intrigado con las palabras de su hermano.
– Que los «goditos» ahora son «Lagartijas» y van a acabar con Trujillo. Lea usted mismo. “Pancho” le entregó el periódico en sus manos.
– Tenga. Sandalio pasó su mirada lenta y fue leyendo para todos.
– Este periódico es de la semana pasada. Alcanzó a decir.
Algunos seguidores de la causa liberal, vecinos de El Cucharito, (Mendoza del Bomboy), escribieron una carta al redactor del periódico “El Trujillano”, el día 10 de noviembre de 1877, en la que denuncian: <<que el día 12, a las 10 p.m del pasado mes fue atacado en el bufete de su oficina el modesto Administrador de Rentas Departamentales (de Valera) señor Antonio María Vetancourt por Pedro Maldonado… En presencia de más de seis personas hábiles… media hora después y en público fue retado a duelo el amable Director de la Banda Filarmónica de aquella ciudad el señor Abel N. Briceño por un ministril de los Maldonado, llamado Marcial Dupuy>>; hasta a los músicos querían silenciar.
Sandalio repasó nuevamente este pedazo de papel con tinta: << El día 28 de octubre, hubo multitud de tiros a guisa de aurora y en son de salva cayendo como a igual distancia de la cama donde dormía José Salinas que custodiaba el archivo del Registro. Fue atacado el mencionado Salinas en el teatro de aquella ciudad por el subjudice por heridas inferidas en la persona de Pablo I. Perdomo Saavedra; José Isaac Maldonado… Demasiado conocemos a José Isaac y a Salinas, además de personas verídicas nos lo aseguran>>. Al terminar de leer eso, dijo:
- Esto es un pleito de “godos”, que así se vistan de canarios o de color paloma, siempre serán “godos”. Además, el alma del páramo no se reduce ante un insulto de prensa. Sin embargo, “Pancho”, le mostró la prensa de esa semana, y lo conminó a leerla:
- Lo mejor no lo ha leído, lea lo que publicaron esta semana. Se refería a la respuesta del otro bastión “liberal”, los enemigos de los Maldonado, que pusieron lo suyo en el mismo semanario.
Sandalio con su fuerte voz, leyó lo que le indicó su joven hermano:
<<a los declarantes (en aquella investigación criminal) se les ofrece oro, y cuando no aceptan trocase la oferta en fuete y expatriación. Alardean de contar con los de la Cordillera, como si fueran perros de presa, en el caso de que el gobierno tome las medidas necesarias para reprimirles. Pasaron señor redactor los tiempos de los Paredes que son sucedidos hoy por los Maldonado; pero con la diferencia de que aquellos si bien mal inspirados por falta de educación y de principios, tenían siquiera respeto al gobierno, y los Maldonado ni lo consideran ni lo acatan y creen que impunemente pueden hacer lo que les parece>> (El Trujillano. Edición del 19 de noviembre de 1877. N° 16. Pág. 7). Finaliza este remitido, <<suscrito por unos servidores de la causa liberal>>. Sandalio interrumpe la lectura y comenta:
– ¡Ay híjole! Estos también nos irrespetan, es el colmo, decir que somos «perros de presa», es indigno. Hasta dónde pueden llegar las ansias de poder.
Cuando en el Páramo se escucharon ladridos: comenzaba la historia de una ofensa
Fueron sumamente graves estos sucesos de Valera, en los que se pretendía involucrar a los jóvenes guerrilleros de la Cordillera. El temor de los ciudadanos era que se impusiese un círculo de gobierno integrado por familias aristocráticas, dirigentes políticos y bandoleros, para arbitrar y defender sus selectos privilegios, intereses y prerrogativas, burlando el <<respeto a las leyes y a los gobiernos y a las libertades, al orden y de las garantías constitucionales>> > (El Trujillano. Edición del 19 de noviembre de 1877. N° 16. Pág. 7). Dos años antes, los Saavedra y sus partidarios liberales de Boconó, en 1875, le habían ganado las elecciones al otro bastión liberal y sus últimos aliados, los González. La fuerza liberal de esa forma se mantenía dividida, dispersa, en desbandada; igualmente, cayeron en desgracia los Paredes, fuerte bastión guerrillero y liberal del régimen.
Eulalio que los estaba escuchando, afirmó agregando, con cierto sarcasmo:
– Y estos, son de los que <<desde el agujero de una cocina le soplan a cualquiera un tiro de carabina, con buen repuesto de municiones y una bala gruesa>> “Pancho” peló los ojos como los de una vaca parida.
– No somos “perros de presa”: somos la voz de los valientes de la Cordillera. Que se busquen a los “connotados de Mendoza” y formen su jauria ¡Esperemos! Dijo Sandalio.
Avanzada la séptima década del siglo XIX, los hijos del viejo José Ysidoro Ruz, comienzan a destacar en algunos hechos armados, en proteccion de la propiedad privada y por la autonomía regional. Los hermanos Sandalio, Ricardo, Francisco Javier y Eulalio Ruz Moreno, propietarios de tierras, tenían sus propias montoneras y armas, lo que le daba cierta independencia, por lo que serían temidas y cargadas de horror, por su manera encarnizada de pelear y de perseguir a los vencidos con las llamadas “cargas a machete”.
Entre los llamados “connotados ciudadanos” de Mendoza del Valle de Bomboy, en esa epoca, se encontraba Domingo Romero, quien era el Jefe Civil, aquel que por mucho tiempo se habló de él, por haberle quitado un caballo al llamado “héroe de El Cucharito”, el ciudadano Aníbal Valera; su tocayo, el agiotista italiano Domingo Giacopini, los montoneros Rodolfo y Salustiano Terán, Sergio Zambrano, José Diego Morales, Etanislao Sequera, Juvenal Hurtado, Gregorio Riveros, y Francisco V. Rosales, entre otros prestamistas, comerciantes, hacendados, montoneros, sin ocupación y de otras actividades non sanctas.
Ricardo Ruz, al igual que los otros hermanos del coronel Sandalio Ruz, fue un productor agrícola y comerciante en Altamira de Garabulla y Los Aposentos, La Mocotí, La Cañada. La heredad y predios de los Ruz, siempre fueron calificados de productivos y sus rubros de trigo, maíz, granos, así como, sus quesos, huevos, cerdos y gallinas, se distribuían en Valera, Mendoza, Timotes, Jajó, en La Mesa de Esnujaque. Solo en la época de Juan Vicente Gómez, cuando dio la Gripe Española, fueron abandonando los campos de Garabulla, y luego regresaron (Espinoza, Crónicas).
Sin duda, el coronel José Sandalio Ruz Moreno, fue el “Taita” en la Cordillera de La Culata, se convirtió en el caudillo de mayor arraigo y respeto. Sus soldados campesinos y parameños, tenían sus esperanzas puestas en él, la suerte de ellos, era la misma suerte de él, a veces, ni los motivaba el botín de guerra, porque él si sabia distinguir lo que era una revolución y lo que era la Patria, solo militaron en él, las propuestas e intereses de las parcialidades políticas combativas y revolucionarias y no los mezquinos intereses personales, por ello, no se hizo parte de esta “Chimborrada”.
Un Páramo campesino, no es jaula de perros: la verdad de nuestros montoneros
Al mes siguiente, entrando los fríos decembrinos y días de la Virgen de Guadalupe, Los Aposentos, continuaban floreados. Afuera, en torno a la casona de los Ruz, que parecía esa mañana un campamento, hacían rondas unos hombres mechudos, mal encarados, los zortijeros. El Coronel los miraba recelosamente, con la debida precaución de llevar su pistola al cinto, que tocaba casi como manía cada vez que escuchaba algún ruido por los desfiladeros sospechosos del camino, o el rumor de acecho entre los zanjones. Se cuidaban de la venganza de los “ponchos-lagartijas” o de cualquier posible persecusion del gobierno.
Entró el viejo Ysidoro Ruz, al comedor y al ver la mesa como en domingo, bien servida, saludó como descendiente de andaluces, con su salero:
- ¡Carmelita que estás muy guapa!
Como en cualquier familia parameña, los hijos mostraban su sonrisa de oreja a oreja, cuando se sentaban a comer. Mientras Carmelita Moreno, la madre, les servía el acostumbrado café mañanero, y los muchachos pidiendo tantica leche, entró uno de los peones con algún encargo y la prensa; lo recibió diciéndole:
- ¡A buenas horas, mangas verdes! Todos largaron la carcajada.
“Pancho” Javier, el más alegre de los hermanos Ruz, que estaba por cumplir los 21 años, detallista, curioso, buen lector, tomó el periódico. Al rato, al ver a Sandalio que volvió a entrar en el corredor sin la jícara, le comentó:
– Lea en la prensa el artículo de los liberales seguidores de los Maldonado.
– ¿Cuáles de ellos?
– Léalo usted mismo. Le puso en la mano el ejemplar de «El Trujillano». Un artículo ofensivo para nosotros.
Sandalio preguntó directo:
– ¿De quién es? Preste a ver.
Una hilvanada y detallada respuesta, publicó el grupo defensor de los Maldonado, en la que alegaron, que en cuanto a alardear <<de contar con los de la Cordillera, como “perros de presa”, en el caso que el gobierno tome las medidas necesarias para reprimirlos…no son con los “perros de presa” de la Cordillera con los que cuentan la familia Maldonado para defenderse de los ataques de sus enemigos, cuenta sí con el concurso moral y material de todos los hombres de orden del Estado, que llegado el caso, se unirán para el enemigo común, es decir, a aquellos cuya tendencia es vivir a expensas del fruto del trabajo ajeno>> (El Trujillano. N° 49. Edición del 10-12-1877). Sandalio quedó turulato y sorprendido, pues esta respuesta confirmaba que, unos y otros, liberales y conservadores, “Ponchos” y “Lagartijas”, efectivamente estimaban a los guerrilleros parameños como “perros de presa”. Sandalio lo repasó nuevamente y dijo:
– Esos cipotes liberales, amigos de los Maldonado, también nos llaman “perros de presa” ¡Son unos malartes! Ya les tienen las bolas acatarradas a todos los trujillanos, todos los días con la misma guama y el mismo cuento.
Eulalio uno de los más jóvenes, pensativo, tranquilo y molesto por lo de «perros de presa» le agregó:
– Ya cansa eso de gritar a los cuatro vientos que su gobierno «no moja pero empapa», y lo único que empapan los “lagartos” amarillos esos, son los interiores que los empapan de miaos. Sandalio más tranquilo esa mañana, les expresó:
– Esas son vainas de Juan Ignacio Montilla, en lugar de poner orden en la ciudad, conspira y crea más zozobra. Quiere ser general. Eulalio le insistió:
– Este periódico no debería publicar estas lavas que solo son pendejadas de “godos”, pero que nos difaman. No deberían permitir eso. El joven Coronel para quitarles la preocupación, les expresó:
– Los de la “familia imperial”, aconchabaos en sus cómodas hamacas en Valera, acostumbrados a mandar y a “vaya y haga”, pretenden ahora llevarnos a la guerra. Nos quieren echar a pelear, por puros caprichos y ambiciones, no se acuerdan que… Lo interrumpió Ricardo, para rematar diciéndole:
– Que peleen ellos solos su “guerrita de “godos” y de chismes. ¡A cada puerco le llega su día!
Aquellas hordas de parameños barbados, especie de gladiadores protegidos por los machetes de doble filo, jinetes de mulas, machos, burros, toritos o a pie, obraban en cualquier fría madrugada, con dignidad y valentía, siendo portadores de autoridad justiciera, ese es el resumen de nuestros históricos jinetes de la Cordillera, pero esa vez, se cuidaban de no tener enfrentamiento con las fuerzas del gobierno.
La fuerza, el instinto y la resistencia de los piquetes parameños, agresivos e impetuosos, con el arrojo del machete y el máuser, única energía de la raza blindada de las montañas, que bajaba y se imponía bajo el criterio y sagacidad de Sandalio Ruz, daba así su respuesta silenciosa contra el azote de la palabra y el chisme escrito del tiempo de caudillos. Sin embargo, ese instrumento de la opinión en la prensa, comenzaba a escribir el primer capítulo de la historia del engaño: la Revolución simulada del jefe Departamental de Valera.