David Uzcátegui
Si bien es cierto que hay que celebrar la reactivación del debate político en Venezuela, este entusiasmo no nos puede hacer perder de vista que los problemas urgentes siguen ahí y debe ser eso el centro de atención, para que no creamos que solamente con la discusión y el enfrentamiento, estamos accionando de alguna manera efectiva.
En medio de la polémica que envuelve a Venezuela en estas últimas semanas, es imperativo enfocar la atención hacia esos problemas palpables y urgentes que afectan a la población de a pie diariamente.
La crisis nos grita en la cara desde todos los ámbitos, empezando por el abastecimiento de gasolina y yendo hasta la prestación deficiente de de servicios básicos como luz, agua y salud pública.
La inflación y la devaluación están aún muy lejos de ser efectivamente conjuradas, a lo cual se unen los salarios insuficientes y las pensiones menguadas, que ruedan cuesta abajo en este panorama.
Eso para no mencionar la educación en manos de un sistema declive. Todas estas son solamente algunas de las aristas de esta compleja realidad.
A falta de mejores medios de información, un vistazo a las redes sociales es la mejor manera de pulsar qué es lo que sucede en todo sentido. Asomarse a Twitter o “X” basta y sobra, por ejemplo, para percibir las características de la situación eléctrica que agobia al país.
En este momento, miles de comunidades se encuentran a oscuras, una situación que se ha vuelto tan recurrente que la etiqueta se ha vuelto tendencia en la red mencionada. Las consecuencias son devastadoras: pérdidas económicas para empresarios y emprendedores, electrodomésticos dañados, familias incomunicadas y miles de personas intentando sacar adelante su rutina en el hogar a la luz de velas. ¿Hasta cuándo persistirá esta realidad?
No queremos dejar de mencionar un tema sumamente grave, como lo es la falta de planificación familiar, un asunto que amerita atención urgente por parte de las autoridades y que muchas veces queda lamentablemente relegado en medio del ruido político.
Al adentrarnos en las comunidades rurales y los sectores populares que tenemos oportunidad de visitar con frecuencia, nos enfrentamos a la angustia de madres adolescentes desprovistas de conocimientos, educación, orientación y métodos anticonceptivos.
En las entrañas de esas comunidades, la ausencia de orientación y acceso a la planificación familiar condena a madres adolescentes a un futuro incierto. Las consecuencias son definitivamente irreversibles y de enorme peso para el destino de quienes son víctimas inocentes de las circunstancias.
¿Cuál es el porvenir que aguarda a una madre que apenas ha dejado atrás la infancia, sin una formación que le permita salir adelante en la vida y alejada de las herramientas básicas para su futuro?
El riesgo de múltiples embarazos antes de alcanzar la adultez pesa como una espada de Damocles sobre estas jovencitas, cuyas vidas están marcadas por la falta de oportunidades y recursos. Una tragedia que se extrapolará a sus hijos y de allí a las siguientes generaciones, perpetuando el ciclo de la pobreza en las familias.
En un momento en el que la esfera pública se ve saturada por discusiones políticas que pueden caer más en tentaciones de cuotas de poder que en soluciones efectivas, es esencial volver la mirada hacia los problemas tangibles que se multiplican sin descanso alguno.
La política es crucial, pero debe direccionarse adecuadamente para que se convierta en hechos y soluciones. Tiene que traducirse en soluciones concretas para los ciudadanos, abordando los problemas de raíz.
Urge una transformación genuina. Es el momento de desplegar un esfuerzo colectivo, despojado de intereses políticos personales, para abordar de frente estos desafíos cruciales.
La realidad venezolana demanda líderes que implementen con urgencia soluciones. Es hora de planes efectivos y medidas concretas. La solución no radica únicamente en la esfera política, sino que esta debe trasladarlas a la acción de profesionales altamente capacitados en cada especialidad necesaria.
Se hace necesario convocar a la inversión privada, establecer un marco institucional sólido que recupere la confianza y priorizar la inversión en infraestructura y educación. En este contexto, el capital más valioso es la gente, y su bienestar debe ser la prioridad indiscutible.
El futuro de Venezuela no debe ser definido por la oscuridad de sus hogares, ni por la desesperanza de sus jóvenes madres. Solo mediante acciones concretas podremos encaminarnos hacia la recuperación.
La Venezuela del futuro depende de decisiones tomadas en el presente, con conciencia de que lo urgente y lo importante deben marchar de manera conjunta. Es imperativo que las voces políticas se conviertan en agentes efectivos de cambio.
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