Lo que dijo Colette Capriles | Por: Carolina Jaimes Branger

 

Por: Carolina Jaimes Branger

 

El 19 de junio, un comentario de Colette Capriles, @cocap en X, desató todos los demonios. En varios de los chats en los que estoy, se desbocaron en su contra. No es la primera vez, ni será la última. La politólogo y profesora universitaria es polémica y no lo oculta. Y no es polémica por ser polémica, ni para ganar seguidores, como hacen muchos. Lo es porque es honesta intelectualmente: dice lo que piensa.

En esta ocasión, yo misma, que he estado de acuerdo con sus posturas y hasta la he defendido en ocasiones, me quedé de una pieza. Se trataba de un comentario en torno al asesinato de una venezolana, Yaidy Garnica, a quien mataron en Cerro Navia en Chile porque tenía la música de su casa a todo volumen. Según testimonios de los vecinos, no era la primera vez. Pero… ¿asesinarla? Primero, según testigos y recopilaciones de las grabaciones recuperadas por la policía, a pesar de que Yaidy había bajado el volumen de la música, una turba de vecinos enardecidos irrumpió en su vivienda con insultos que hacían alusión a su nacionalidad. Pero no sólo fueron insultos: le cayeron a golpes y patadas frente a sus hijas y nietos. Luego, un vecino buscó una escopeta y la remató de un tiro en el cuello. Otros vecinos, para asegurarse de que no la pudieran trasladar a un hospital, vaciaron las llantas de su vehículo. Premeditación y alevosía en este crimen, además de xenofobia. La familia de Yaidy era la única venezolana en la comuna.

Por supuesto que dentro de este marco de tragedia tras tragedia, que Colette Capriles escribiera “Esto es muy complicado: al parecer los venezolanos no entienden que la música a todo volumen es una agresión e invasión del espacio público. El discurso xenófobo se alimenta particularmente de esta incapacidad para adaptarse a otra cultura pública”, cayó mal, muy mal. A mí también me cayó mal.

Nada justifica el asesinato de un ser humano. La pérdida de una vida siempre es devastadora, y en este caso, parece que las circunstancias que llevaron a ese desenlace son el resultado de una serie de conflictos que podrían haberse manejado de manera diferente. Y creo que aquí, dentro de esta ulterior reflexión y no antes, es donde cabe perfectamente el comentario de la doctora Capriles.

Los venezolanos, en general, somos escandalosos y poco conscientes de los derechos del prójimo. Basta con ir a una playa para encontrarnos con equipos de música de alta potencia puestos en las maletas de los vehículos, que reproducen -generalmente reggaetón- al más alto volumen que dé el aparato. Todos compiten con los demás aparatos que reproducen otras músicas, haciendo la experiencia simplemente insoportable.

Pero esto no pasa sólo en la orilla de playas públicas: sucede hasta en lujosos yates anclados en lugares como Los Roques, cuya música -también por lo general reggaetón- no se queda atrás en volumen y mal gusto. Y los demás, nos lo tenemos que calar “porque sí”. Eso es no entender el derecho de los demás, o peor aún, pensar que unos tienen más derechos que otros.

Y no sucede sólo en las playas: en las urbanizaciones y barrios también. Las celebraciones en medio de la semana -cuando la mayoría del vecindario tiene que ir a trabajar al día siguiente- muestran un desprecio enorme por el prójimo. Pero en Venezuela nos sentimos “en casa” y empoderados a hacer lo que nos venga en gana. El problema es que al emigrar, quienes tenemos que adaptarnos al nuevo entorno somos nosotros a ellos. No al revés.

Con la emigración que hemos tenido, desgracias como esta de Cerro Navia en Chile tienen que llamarnos la atención y ponernos a pensar en que no somos, ni hemos sido, ni probablemente (y ojalá que no) seamos algún día “el huevo de Chalala”. Porque la xenofobia, una vez instalada, es muy difícil de erradicar y terminamos pagando justos por pecadores. ¿Y acaso en Venezuela no vivimos la tragedia de tener una sociedad dividida -con todos los odios, reconcomios y resentimientos que aquello trajo- en “escuálidos” y “revolucionarios”?

Es importante que las comunidades encuentren formas de abordar los desacuerdos y las frustraciones a través del diálogo y la mediación, en lugar de recurrir a actos de violencia. Este tipo de situaciones también resalta la necesidad de mejorar la convivencia y la comunicación entre los vecinos, así como de fomentar una cultura de respeto y tolerancia. Aunque ya no podemos cambiar lo sucedido, es fundamental reflexionar sobre cómo podemos trabajar juntos para prevenir que hechos así se repitan en el futuro.

Mi pésame y dolor compartido a la familia de Yaidy Garnica. Ni ella ni su familia merecían lo que les hicieron. Espero castigo ejemplarizante para los culpables y que el caso de Cerro Navia evite que haya otras Yaidys en otras partes. ¡Ya hemos sufrido demasiado!

 

@cjaimesb

 


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