Pueblerías / Gonzalo Fragui
Una vez en Ospino, en el estado Portuguesa, donde se desempeñaba como médico, Don Lisandro Alvarado, (traductor de Lucrecio, entre otros) metido en las aguas del río, bañaba su caballo.
Un viajero, con pinta de extranjero, se le acercó y le pidió que le bañara el suyo. Sin inmutarse el sabio tocuyano bañó los dos equinos.
Al rato regresó el viajero y, al ver que su caballo estaba listo, lo montó y desde arriba lanzó una moneda.
– Danke schön
Don Lisandro respondió:
– Bitte schön
Extrañado el viajero preguntó:
– ¿Ud sabe alemán?
– Sí
– Cómo es posible que, Ud., sabiendo hablar alemán, esté aquí en este río, bañando caballos.
Don Lisando le aclaró:
– No, yo no estoy aquí bañando caballos. Lo que sucede es que tengo cariño y consideración por los caballos. Yo bañé el suyo porque lo vi muy cansado, no por el dinero.