Liderar es de los desafíos más complejos y fascinantes que me ha puesto la vida. Desde niña solía tener claridad de lo que debía hacerse en determinadas circunstancias, a quiénes buscar para ejecutar y decirles qué hacer. Según mi mamá yo sentaba a mis muñecas en fila y les daba órdenes. Crecí creyendo que liderar era tener claro el rumbo (qué, para qué y cómo hacer), saber seleccionar y desarrollar a las personas adecuadas, ejercer autoridad y dirigir para el logro de la misión. Siendo joven y con poca experiencia, lideré un grupo de educadores jubilados con más conocimientos y vivencias que yo. Formamos un equipo maravilloso e hicimos un trabajo encomiable en más de trescientas escuelas públicas, con pocos recursos, ganas y mucho ingenio. Mi jefa tenía un sueño potente que compré incluso antes de trabajar con ella. Aprendí, entre otras cosas, que el liderazgo es mucho más que autoridad formal, es la capacidad de soñar descaradamente en grande y construir con otros esos futuros a los que todos queremos pertenecer.
Vivimos tiempos confusos, un torbellino constante de demandas y cambios vertiginosos. Se espera que quienes lideran sean capaces de navegar estas aguas turbulentas con adaptabilidad, creatividad y un profundo compromiso con el impacto que causan. Pero pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre quiénes somos liderando y la huella que dejamos a nuestro paso.
En este mundo dinámico y complejo, el liderazgo consciente emerge como una respuesta para transformar la manera en que las personas lideran equipos y organizaciones. Liderar de manera consciente es alcanzar resultados extraordinarios con un propósito que resuene, que toque vidas y transforme realidades. Además del qué, importa el cómo hacemos lo que hacemos.
¿Qué significa liderar con consciencia?
Ejercer liderazgo consciente es un acto de servicio, una invitación a conectar con nuestra fuente de sabiduría y a actuar con intención. Es un arte, un camino para diseñar un futuro más humano y significativo. Es mucho más que dirigir; es estar plenamente presentes, entender las demandas del entorno, el orden implicado y el futuro que quiere emerger y, desde allí, fluir incluso en medio del caos y actuar con claridad, serenidad, autenticidad y flexibilidad para hacernos cargo de los desafíos de la complejidad como si cada acción fuera parte de una danza entre el presente y el futuro, sabiendo que cada acción, por pequeña que parezca, puede ser trascendental.
Esto implica atención dual, un delicado equilibrio entre el yo y el entorno, la parte y el todo, la introspección y la acción, entre el ser y el hacer.
Un líder consciente representa ideales aun no siendo él un ideal. Ha aprendido, antes que a alguien más, a liderarse a sí mismo, a conocer profundamente sus luces y sus sombras, a gestionar sus emociones y a domesticar su ego o sentido de autoimportancia para ponerlo al servicio de algo más grande que él. Su vulnerabilidad e imperfección lo fortalecen. Sabe conectar con su verdadera magnificencia y aparecer sin arrogancia, aspavientos ni falsa modestia.
¿Por qué es importante el liderazgo consciente?
El liderazgo consciente, auténtico o de servicio es claramente una contribución a un mundo más feliz y humano. Desde la presencia plena es posible conocer profundamente a las personas, apreciar su singularidad y crear vínculos de calidad. Desde la confianza, los equipos son capaces de “jugar de memoria”, cuidarse unos a otros, dar lo mejor de sí, tomar mejores decisiones, acelerar la curva de aprendizaje individual y grupal, hacer de la diversidad una fuente de creatividad e innovación y generar resultados extraordinarios.
Algunos pilares que sostienen el liderazgo consciente
El liderazgo consciente se cimenta sobre valores inquebrantables, tales como:
- Consciencia: Estar absolutamente presentes en el “aquí y ahora” sin pelearnos con las circunstancias y acceder a nuestra fuente de sabiduría para responder con serenidad, claridad y contundencia.
- Sentido: Alinear nuestras acciones con un propósito que nos trascienda y contribuya a un mundo más humano, consciente, feliz y sustentable.
- Integridad: Actuar desde nuestra verdad expresando nuestros valores y legitimando y respetando los de otros. La integridad construye confianza y forja conexiones profundas.
- Empatía: Escuchar para comprender antes que para responder. Ahí reside la magia de los equipos que son capaces de construir a partir de las diferencias.
- Confianza: Confiar en nosotros mismos (autoconfianza), en los otros y en el universo. Confiar en que la vida siempre encuentra sus caminos y que hay procesos naturales permite liderar desde la no imposición, permitiendo que las soluciones surjan.
- Servicio: Poner el bienestar colectivo en el centro de nuestras acciones. Generar los contextos apropiados para que las personas florezcan, removiendo obstáculos, enseñando, desafiando, ofreciendo autonomía y acompañando.
- Colaboración: Crear espacios para el aprendizaje y desarrollo de todos, donde cada voz importe, donde la construcción en conjunto garantice el bienestar de todos y el de cada uno.
- Productividad: Orientación al logro de resultados extraordinarios, cuidando la calidad, los recursos y el balance entre la producción y la capacidad de producción.
- Ser comunidad: Pensar en el bienestar de las personas y del planeta en nuestros actos.
Prácticas para desarrollar liderazgo consciente
Adoptar un enfoque consciente requiere compromiso personal, foco, práctica e intención. A continuación, comparto algunas estrategias:
- Atención plena. Estar presente física, mental, emocional y espiritualmente. Si bien soy practicante de meditación zen y me encanta, te sugiero buscar la práctica que te funcione mejor para dedicar tiempo a la presencia sin distracciones, ya sea mindfulness, respiraciones, taichi, chikung, yoga, flow running, entre otras.
- Liderar desde un lugar más auténtico y alineado con nuestros principios, pasa por conocernos a nosotros mismos, nuestros sesgos, luces, sombras, emociones, estilos de aprendizaje, motivadores, disposiciones corporales, valores y sueños. Existe una gran variedad de maneras de trabajar en nosotros mismos, desde tests de personalidad, conversaciones de coaching, exposición a desafíos que nos permitan identificar fortalezas y brechas. La clave está en buscar aquellas que te permitan ampliar el conocimiento de ti mismo.
- Escucha candorosa. Escuchar sin interrumpir, suspendiendo los juicios, con curiosidad y buscando entender no solo lo que se dice sino desde dónde habla el otro, es la única manera que tenemos de empatizar genuinamente.
- Construir un propósito compartido. Dedicar tiempo a que cada una de las personas del equipo identifique su misión y valores y pueda encontrar alineación entre su proyecto personal y el organizacional. Un propósito noble que contribuye no solo al éxito de la organización sino que tiene impacto social genera pasión y compromiso.
- Comunicar con claridad y autenticidad. Compartir información de manera transparente, comunicar expectativas claramente, abordar abierta y respetuosamente los conflictos, aprender a hacer buenos pedidos en vez de girar instrucciones, reclamar de manera productiva y ofrecer disculpas.
- Subir la vara. Desafiar amorosamente a los otros, generando espacios de sana incomodidad que les permitan desarrollarse. No existen fórmulas que funcionen para todos pero cuando conocemos bien a las personas podemos saber qué las motiva y qué no. Asignar proyectos, pasantías, visibilidad en otras áreas y delegar son algunas de las que a mi más me gustan.
- Invertir tiempo y recursos en desarrollar a otros, no solo en capacitaciones formales, sino a través del mentoring. Generar espacios para el aprendizaje colectivo para hacer tanto del error como del éxito una oportunidad de aprendizaje.
- Construir en conjunto. Crear instancias para pensar y generar soluciones en conjunto que saquen el máximo provecho de la diversidad del equipo. Pensar en voz alta, hackatones y tormentas creativas, design thinking, son algunas que me han funcionado para generar mayor inteligencia colectiva.
- Feedback, feedback y más feedback. Conversaciones permanentes para mejorar el desempeño desde una perspectiva generativa, constructiva y colaborativa.
Existen muchas otras maneras de cultivar liderazgo consciente. La cultura y los valores, más que en las declaraciones, se ve en las prácticas. Mi invitación es a identificar e inventar las que funcionen mejor para ti, tu equipo y organización.
He tenido la fortuna de acompañar líderes comprometidos con desarrollar una forma mucho más consciente, amorosa y humana de liderar. El impacto es inmediato: personas más felices y comprometidas, reducción de permisos por enfermedades laborales, mejor clima organizacional, mayor creatividad e innovación y resultados que superan las metas.
El liderazgo tradicional, jerárquico, enfocado en resultados, centrado en el culto a la personalidad del líder y, muchas veces narciso han contribuido significativamente a los elevados niveles de estrés, sinsentido, desconexión y agotamiento físico, mental y emocional que muchas veces encontramos en el mundo organizacional. La insatisfacción que este tipo de liderazgo genera es cruel, innecesaria e insostenible.
Estoy convencida de que el estilo de liderazgo más patriarcal, similar a cuando le daba órdenes de manera autoritaria a mis muñecas, presente tanto en el mundo público como privado, y con el que crecimos y nos desarrollamos la mayoría de las personas de mi generación, se agotó. El mundo en el que nos está tocando vivir y hacer organizaciones demanda con urgencia líderes honestos, valientes, auténticos, empáticos y con un propósito noble que los trascienda. El liderazgo consciente o de servicio no es una técnica, es un viaje que exige trabajo personal y compromiso profundo con el rol de los líderes como agentes de cambio y transformación de las organizaciones y del mundo.
Mi invitación para quienes hoy son lideramos o aspiramos a hacerlo es preguntarnos ¿quiénes queremos ser como lideres y cuál es el mundo que queremos legarle a las futuras generaciones?
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