La asociación entre la libertad, bienestar y el territorio no siempre es tan evidente. Por ejemplo, decir que, a mayor descentralización mayor grado de libertad es pertinente para ver la tendencia autocrática o liberal de un sistema administrativo. Si una organización sea pública o privada tiende a la centralización del poder, lo natural es que la cúpula lo que busca es el control. Si por el contrario delega o transfiere asuntos de importancia hacia otros niveles, lo que quiere es mayor autonomía de esas entidades.
En el orden territorial opera una lógica parecida, pero de una naturaleza más profunda. Se trata de que los niveles locales o provinciales resuelvan de manera autónoma la mayor cantidad de asuntos posibles, con libertad y autonomía, en el marco de una normativa que potencie esas posibilidades, respetando a la gente del lugar, la enorme diversidad de los lugares y sus propósitos de labrarse su propio destino, en armonía con los intereses nacionales.
En estos tiempos de la sociedad del conocimiento y la información, revolución tecnológica, redes planetarias y transnacionalización, los cambios en lo que de respecta a la organización territorial del poder tienden en dos direcciones complementarias: una es la globalización y la otra es la lugarización.
La primera es la globalización del poder, traducida en que grandes entidades multinacionales, multilaterales o algunos gobiernos muy poderosos gobiernan amplios espacios relacionados con la economía, las finanzas, la información, cultura y la política, creando un marco planetario que tiende a la homogeneidad. La segunda es el surgimiento de fuertes comunidades locales innovadoras y bien preparadas que asumen el liderazgo de sus territorios y desplieguen influencias mucho más allá, para fortalecer su identidad y mantener la posibilidad de un mundo diverso y heterogéneo. Lo local y lo global marchan juntos, en paralelo, y tanto un proceso como el otro pueden obtener ventajas, si se preparan para ello.
En el caso venezolano, centralista y autoritario, de espíritu castrense, se ponen en evidencia las contradicciones de una situación que ya no soporta las nuevas realidades. Se producen entonces graves tensiones de diversa índole, tanto en el sector público como las organizaciones partidistas de corte leninista, poniendo de relieve lo anacrónico de las estructuras de poder.
En el sector público la emergencia de líderes locales bien preparados, altamente comprometidos con sus propios lugares, identificados con sus comunidades y que quieren ser exitosos en este mundo interconectado, generan expectativas que no pueden ser resueltas por gobiernos centrales miopes, lentos y costosos. O por las cúpulas de los partidos de culturas centralistas tradicionales. Allí están claramente identificados unos cortocircuitos que tendrán que resolverse.
En el orden económico, aun frente a las grandes corporaciones mundiales, emergen emprendimientos en todas partes, que incluso se sirven de los monopolios informáticos para irrumpir en mercados cada vez más cambiantes, y se relacionan mediante conexiones globales de estas entidades locales, sin que tengan que pasar por otras entidades intermedias.
El espíritu emprendedor así desplegado alimenta la innovación desencadenando círculos virtuosos que se retroalimentan, lo que se traduce en múltiples y complejas transformaciones que son motores del desarrollo local. De estas dinámicas complejas deben estar conscientes los liderazgos locales, pero también lo liderazgos que buscan un mejor país, para que alimenten y promuevan estos procesos, sin mediatizarlos con los viejos vicios que tratan de imponer las visiones ya caducas, creyendo que desde las cúpulas tienen que encender las luces, sin darse cuenta que ya están encendidas.
La gente busca y encuentra soluciones. Si el sistema monetario nacional no existe, pues la gente no espera que un estado casi inexistente resuelva, si Internet es el más lento del mundo, los emprendedores creativos inventan mecanismos de acceso y los usuarios lo pagan pues saben que de eso depende su bienestar. Y así más rápido que lento aparecen las respuestas.
La dirigencia toda tiene que entender que el país de bienestar que todos merecemos, exige que la gente que vive en sus propios lugares sean los principales agentes de su propio destino. No es viable el control sino las reglas claras que generen confianza. El país nuevo emerge.
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