Carolina Jaimes Branger
El fascismo, una ideología política autoritaria y nacionalista, surgió en Europa durante el siglo XX, especialmente en España con Francisco Franco, en Italia con Benito Mussolini y en Alemania con Adolf Hitler. Algunas de sus características son el culto a la personalidad del líder, la exaltación de la nación y la raza, la supresión de la oposición política, el control totalitario del Estado y la militarización de la sociedad, el rechazo a la democracia liberal y la promoción de la violencia como método para alcanzar los objetivos políticos. Suena harto cercano y conocido, ¿verdad?
El comunismo aboga por la igualdad social, la abolición de la propiedad privada y la organización de la sociedad en base a la propiedad colectiva de los medios de producción. Pero la realidad ha sido otra, desde que surgió como corriente política y social a mediados del siglo XIX. Y quienes más han padecido el comunismo son los más pobres. Aquí estamos los venezolanos como ejemplo de cómo un país rico, en manos de comunistas, se vuelve no pobre, sino paupérrimo.
El mundo del tercer milenio se ha caracterizado por una vuelta a regímenes totalitarios de ambas tendencias, que, en teoría, representan visiones del mundo radicalmente opuestas en términos de valores, estructura social y organización política. Pero terminan pareciéndose tanto, que asusta.
En los regímenes fascistas también se promulgaban leyes anticomunistas con el objetivo de reprimir y perseguir a los comunistas y, en general, a cualquier tipo de oposición política. Estas leyes incluían la prohibición de los partidos, la represión de sindicatos obreros y la censura de ideas y publicaciones consideradas comunistas. Ciertamente, no hay mucha diferencia entre ambos procederes.
Hablemos de Venezuela hoy. La Asamblea Nacional aprobó ya en primera discusión un conjunto de leyes “antifascistas” -y lo entrecomillo porque más bien parece una ley muy fascista- bajo el paraguas de la llamada Ley contra el Fascismo, el Neofascismo y expresiones similares. También es muy parecida a las leyes que se promulgaron en la extinta (¿o no tan extinta?) Unión Soviética, con el objetivo de combatir la propagación de la ideología fascista en su territorio. Los extremos siempre terminan tocándose…
Uno de los primeros actos legislativos antifascistas en la Unión Soviética fue la Ley de Lucha contra la Contrarrevolución y el Sabotaje, aprobada en 1927, cuyo principal objetivo era combatir cualquier intento de desestabilización. Se establecieron duras penas para aquellos que intentaran socavar el orden establecido. En 1934 fueron un paso más adelante, al promulgar la Ley de Protección del Estado contra los Peligrosos Elementos Antisoviéticos, que establecía terribles sanciones para aquellos que difundieran ideas contrarias al comunismo. Encima, reforzaba la censura sobre cualquier tipo de contenido que fuera en su contra. Durante la Segunda Guerra Mundial proliferaron estas leyes antifascistas, todas destinadas a fortalecer la resistencia contra la invasión nazi. Se establecieron tribunales especiales para juzgar a colaboradores del enemigo y se implementaron medidas de represión contra cualquier intento de traición o sabotaje.
Preocupa que en Venezuela suceda lo mismo que en la URSS y en la España, Italia y Alemania fascistas, básicamente porque al régimen no le ha temblado el pulso para imputar, juzgar y condenar a quienes considera sus enemigos y estas leyes van a facilitar y a agilizar esos procesos y se usarán para reprimir -aún más- la libertad de expresión y la disidencia política. La censura y la prohibición de difundir ideas contrarias al régimen serán usadas para silenciar a opositores políticos. Van a impedir el debate abierto y las críticas al gobierno. Esto generará todavía más un ambiente de miedo y autocensura entre la población. Tampoco habrá garantías procesales: aumentarán las medidas represivas en la aplicación de estas leyes. Si ya sin haberlas aprobado, ahí tenemos el ejemplo de todas las irregularidades que se han cometido en el caso de Rocío San Miguel.
La aplicación de las leyes antifascistas en Venezuela será la herramienta para justificar la represión de cualquier índole de oposición, y no necesariamente relacionada con el fascismo. Como en la URSS, la amplia interpretación -muy fascista, por cierto- de lo que constituía una actividad «antisoviética» (antirrevolucionaria, dirán aquí) permitirá al gobierno perseguir a cualquier individuo o grupo que represente una amenaza. Prevenida, María Corina. Estás en el foco.
@cjaimesb
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