Hasta el siglo XIX todos los grandes pensadores y los grandes líderes políticos habían leído en profundidad las obras clásicas de la cultura universal, sobre todo las de los autores griegos y romanos.
En efecto, se valoraba mucho la lectura. El gran filósofo francés René Descartes (1596-1650) en su obra: ‘El Discurso del Método’ (1637) dice: “La lectura de buenos libros es como una conversación con los mejores hombres de siglos pasados – De hecho es como una conversación preparada, en la cual ellos revelan solamente lo mejor de sus pensamientos” (Parte I). Asimismo, el gran escritor cubano José Martí (1853-1895) dijo: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura” (1).
Por otra parte, Simón Bolívar (1783-1830) dominaba los clásicos griegos y romanos y las obras de la Ilustración europea. Si usted va a la casa natal del Libertador en Caracas puede ver el ejemplar original de las ‘Vidas Paralelas’ del escritor griego Plutarco (50-120) traducida al francés que él leyó. Bolívar era muy severo al juzgar la ignorancia de un pueblo y siempre debemos recordar sus frases: “La esclavitud es hija de las tinieblas, un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción” (Congreso Angostura, 15/02/1819). También: “Un hombre sin estudios es un ser incompleto. La instrucción es la felicidad de la vida; y el ignorante que siempre está próximo a revolcarse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre” (A María Antonia Bolívar, abril 1825).También debemos recordar a Simón Rodríguez (1771-1854) cuando dijo en 1828: “Al que no sabe, cualquiera lo engaña”.
En nuestro país hemos tenido autores que atribuyeron una gran importancia a la formación cultural de un pueblo. Por citar un solo ejemplo, el intelectual Arturo Uslar Pietri (1906-2001) en el año 1996 cumplió 90 años y le hicieron homenajes y reconocimientos. En una de sus entrevistas dijo, palabras más o palabras menos: “¿Puede un hombre ser completo sin haber leído a Montaigne?”. No puedo dar la cita con precisión pero aseguro que esa fue una de las cosas que dijo. Se refería al autor francés Michel de Montaigne (1533-1592) autor de los famosos ‘Ensayos’ (1580-1588).
No estoy de acuerdo con ese planteamiento tan tajante porque hay personas que nunca han tenido acceso a las obras de la cultura universal y sin embargo tienen una gran calidad humana. Por el contrario, hay personas cultas que son malévolas. No obstante, la parte de verdad en lo que dijo Uslar Pietri es la siguiente: Cuanto más se ilustre una persona con obras clásicas de la cultura universal, más probable será que se haga más sabia y mejor en sus valores morales. El gran escritor francés Gustave Flaubert (1821-1880), en una carta a su amiga Louise Colet escribió: “Cuando leo a Shakespeare, me hago más grande, más sabio, más puro” (2). Uslar Pietri hace décadas tenía un programa de T.V. titulado ‘Valores Humanos’ sumamente didáctico. También criticaba la pobreza del lenguaje de la población y las malas palabras. En su ensayo: ‘La lengua sucia’ (1955) dice: “La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra y el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la palabra lo que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción”.
Por otra parte, después del siglo XIX vino la especialización en la educación. En el año 1959 Charles P. Snow (1905-1980), novelista y físico inglés, publicó: ‘Las Dos Culturas’ para referirse a la división entre una cultura científica y una cultura humanística y literaria. Esa división persiste en todo el mundo y ha sido nefasta porque un profesional de las humanidades, por lo general ignora los avances científicos, y viceversa, un profesional de las ciencias ignora la filosofía y demás ramas del campo humanístico. En realidad, lo deseable sería una fusión en una sola cultura integradora científico-humanística. Con la especialización de la educación vino la fragmentación del ser humano. De ahí el caso del profesional que solamente sabe sobre su especialidad de conocimiento, pero en todas las demás áreas del conocimiento es un ignorante craso. Literalmente puede ser un semi-analfabeta con un título académico. Por supuesto, lo ideal es un hombre multidimensional con amplios intereses en todas las ramas del saber. Con el desarrollo del conocimiento es imposible ser versado en todo, pero sí es posible tener conocimientos generales sobre múltiples temas. Por ejemplo, Isaac Asimov (1920-1992) y Jacob Bronowski (1908-1974) son dos ejemplos de erudición universal dignos de citar.
En el caso de nuestro país, la abrumadora mayoría de la población nunca lee libros y solamente está angustiada por sobrevivir. Los jóvenes no tienen ni el más mínimo interés en conocer la cultura universal y muchos solamente desarrollan una mentalidad de comerciante habilidoso para hacer negocios. En conclusión, en cuanto haya las posibilidades, sería muy importante inculcar el hábito de la lectura a nuestra población. NOTAS: (1) ‘La República’, Honduras, 12 de agosto 1886. ‘Carta de Nueva York’, nota al final sobre Samuel Tilden (2) Pag. 9 en Michael K. Kellog (2012) ‘The Greek Search for Wisdom’. Prometheus Books.
Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)