Francisco González Cruz
Frente a un cercano “punto de quiebre” en el que ya no habrá remedio, el papa Francisco lanza al mundo un perentorio llamado a tomar acciones urgentes y profundas para detener el calentamiento global. “Ya no podemos detener el enorme daño que hemos causado. Sólo estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos”, es una afirmación contenida en la Exhortación Apostólica “Laudate deum” publicada el pasado 4 de octubre.
Apenas hace unos días el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, dijo en la Asamblea General de Naciones Unidas que se celebró en Nueva York: “Hemos abierto las puertas del infierno”, al referirse al incumplimiento de los compromisos asumidos para atemperar el cambio climático, para tener un mundo de paz, mitigar el hambre y la pobreza, reducir las desigualdades entre las personas y las regiones, acabar con la contaminación ambiental y otras responsabilidades.
El Santo Padre se sumó al llamado de Guterres, y también como él a la transformación del sistema de Naciones Unidas, al afirmar que: “Más que salvar el viejo multilateralismo, parece que el desafío actual está en reconfigurarlo y recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial”, incorporando de manera más audaz a la comunidad cívica y actuando desde lo global y desde lo local, en esfuerzos más eficaces, aplicando el principio de subsidiariedad. “Ya no nos servirá sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes sin cuidar los de todos”, afirmó el Papa.
Esta exhortación llega a 8 años de la publicación de la carta encíclica “Laudato si’” o “Alabado seas”, el mejor documento que la humanidad tiene para comprender la situación, sus causas y las acciones a seguir. Un texto elaborado por diversos equipos de expertos en física, biología, economía, ecología, filosofía, teología y otras disciplinas, bajo el método riguroso que es tradicional en la Iglesia que consiste en tres pasos: ver, juzgar y actuar. Es decir, el diagnóstico la más certero posible, las causas de los problemas, y por último cómo actuar, desde los individuos, las familias y las organizaciones.
El Vaticano ha realizado un formidable esfuerzo para avanzar en la concientización de la ecología integral, una novedosa forma de integrar la ciencia, la filosofía y la teología, para entender que toda la creación es un solo sistema, y que la persona humana con toda su inteligencia, es una criatura que forma parte del complejo mundo existente.
Creó el “Discaterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral” (https://www.humandevelopment.va/es.html) y desde allí ha desplegado numerosas iniciativas en el orden de la ecología, la economía, las migraciones y refugiados, la educación, la seguridad, la justicia, la paz, la sostenibilidad. Creó un departamento para dar apoyo a las iglesias locales para que multipliquen las acciones. Pero es evidente con esta reciente y angustiada exhortación que es necesario hacer mucho más.
Ahora mismo está en marcha la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que ha sido convocada para ampliar la forma en que la iglesia católica debe marchar en estas nuevas realidades, en una sabia combinación de tradición y vanguardia, que dé mayor énfasis a los procesos de escucha y el caminar juntos, que abra paso a una transformación más espiritual. “Jesús, Iglesia, familia, sinodalidad, escucha, comunión, pobres, jóvenes, comunidad, amor” son las palabras más recurrentes en estos primeros días, que se extenderán en dos etapas, esta primera durante todo el mes de octubre, y la segunda en octubre del 2024.
Este asunto va en serio y demanda seriedad, tanto en los organismos multilaterales como en la Iglesia y en todos los sectores. No es un asunto de pintar de verde los logotipos y los productos, no es la trágica hipocresía de quien habla de sostenibilidad y no actúa en consecuencia. No se puede seguir con las prédicas tradicionales de tiempos remotos, sin conectar las realidades locales que interpelan a la conciencia. Es el tiempo de las acciones inspiradas en una espiritualidad auténtica, que se traduce en el compromiso por los demás, por el ambiente y por toda la creación.
El Papa denuncia el paradigma tecnocrático “que es la ideología que sostiene que el poder de la tecnociencia aplicado a la vida económica y social conduce al progreso y al estadio final de la evolución humana”. “La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas – sostiene el Santo Padre – parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente”.
No toda tecnología en neutra e inocente, pues generalmente está motivada por el poder y la codicia. Ya existe por parte de los propios científicos y tecnólogos una gran preocupación por las impredecibles consecuencias, ya muchas puestas en evidencia.
Las altas autoridades de las Naciones Unidas y sus expertos llaman a una transformación profunda y rápida de los sistemas multilaterales que atienden los problemas de la realidad actual. El papa Francisco publica exhortaciones, reúne a su gente y promueve acciones en todas partes. Es hora de que todos escuchemos estas voces y actuemos en consecuencia, cada quien desde su lugar.
Será dramático llegar al “punto de quiebre”, parecido a que “las puertas del infierno” de abran de par en par. La gran pregunta es: “¿Está la humanidad preparada para una toma de conciencia que cambie rápidamente el rumbo y el ritmo? Entre tanto roguemos a Dios por todas sus criaturas.