No es menester emular a Nostradamus, ni mucho menos ser expertos en la lectura de las circunstancias, para imaginar los escenarios posibles y deducir sobre el escarpado camino hacia las promocionadas y difusas Elecciones Libres.
La consigna de «No volverán» sigue latente en los explícitos o recónditos ánimos de quienes hacen posible la continuidad de la crisis con el actual gobierno que la encarna, soñando sin ambages repetir tan sórdida experiencia.
En predios opositores se dijo desde el comienzo que había que actuar fortaleciéndose de forma legítima en la Unidad. Empero, la aparente convicción de que sin Unidad no hay garantía de éxito frente al resteo del oficialismo de quedarse en el poder, los días de certidumbre al respecto, según parece, en el ámbito opositor han terminado.
Sabiendo que las determinaciones electorales estarán —ahora más que nunca— a discreción del oficialismo, la Oposición se ha puesto en trote al comentarse a vox populi que las elecciones presidenciales podrían ser adelantadas, incluso para el primer semestre del 2023.
Guaidó, viendo que ese cocido criollo [de adelantar a conveniencia oficialista las elecciones] está cogiendo cuerpo, simplemente se ha lanzado ante el CNE para exigir la fecha de las elecciones presidenciales, y mitigar la incertidumbre que pone en «pico e’ zamuro» a las Primarias mismas.
Qué hacer para lograr la continuación del Diálogo en México, donde suponemos han de precisarse las condiciones para que se produzcan las Elecciones Libres [incluída la fecha], con un CNE autónomo e imparcial. Pues continuar en la lucha —con la esperanza que da la resiliencia—, truequeando y complaciendo al gobierno cuestionado, ojalá sin demasía.
Es bueno y podría ser malo que se esté hablando del ocaso de la ‘Presidencia Interina’. Rumores viejos que vuelven a oídos prestos. Es conveniente —y se dijo mucho— que una organización amplia, más allá de los partidos, se ponga de relieve, para evitar gran parte de lo que lamentablemente ha sucedido.
El término del ‘interinato’ —como cualquier otro acto parecido— debe hacerse de forma ordenada, sin dejar en otras manos el mismo problema, o dejando un vacío de representación opositora ante el país y el mundo.
Argüir que Guaidó fracasó —como si el G4 no fuera su plataforma—, porque él debió, cual Superman, reemplazar al oficialismo, no es sino un acto de deslealtad e inconsecuencia partidista colectiva convertido en Kryptonita. O sea, en negligencia y mezquindad de partidos y electores que aviesamente lo adversan.
Las licencias para habilitar los negocios de PDVSA con CHEVRON, ENI y REPSOL dizque están listas; lo que no, es la ‘contraprestación’ que ha de asumir el gobierno cuestionado para ser digno de la suspensión de las sanciones respectivas. Se supone que será obligante sentarse a negociar en México, para acordar principalmente lo que Venezuela indispensablemente necesita: Elecciones Libres.
Las ‘políticas sociales’ tendientes a mejorar el sustento y los servicios básicos a la población, son importantes. Aunque quienes por ello abogan, no han explicado sobre los efectos secundarios de un gobierno cuestionado, fortalecido con más recursos, a las puertas de la campaña electoral presidencial.
La determinación de abandonar Venezuela prevalece, pese a la austeridad que ha puesto en evidencia Estados Unidos. Ha disminuido el caudal emigratorio por el Darién, zona de Coyotes, pero se buscan otras rutas e inventan diversas fórmulas para evadir las restricciones migratorias estadounidenses; principalmente: nuevos caminos y ‘patrocinadores’. Porque ese flagelo es el lucrativo negocio de las mafias, que está coadyuvado por ONGs y ‘solidarios’ que no piensan en los países que se quedan solos, como Venezuela.
El actual gobierno de Estados Unidos solo hace lo mínimo o menos para nomás neutralizar la protesta contra la inmigración en varios estados de su frontera sur, precisamente ahora en la antesala de las elecciones de medio mandato a realizarse el próximo 8 de noviembre, en las que el problema de la inmigración, como los del aborto e inflación, cuenta a la hora del sufragio venidero que podría colocar en manos opositoras la dirección de ambas cámaras legislativas.
Washington no tiene una política seria y raigal para solucionar el problema emigratorio que lo afecta y se reproduce en los países al Sur del imperio, con el agravante de que diversos gentilicios se quieren desentender deportivamente de sus nacionalidades y deberes patrióticos.
Tampoco los países afectados con la fuga de su principal activo —representado en sus hombres y mujeres, y, muy especialmente, en sus jóvenes— hacen bulla para manifestar su entera y sincera preocupación por este problema que amenaza el porvenir de nuestras regiones que están a merced de estas actitudes inconsecuentes, incursas en la corriente globalista.
El grave problema de la Emigración desde nuestros países —ricos y pobres, mal o deficientemente gobernados— se ha convertido en arma de doble filo como si se tratara de una guerra asimétrica sur-norte.
Por un lado, los gobiernos donde se origina la emigración —con intención o sin ella— se lavan las manos, cual Pilatos. Principalmente los autócratas —sancionados o no, o temerosos de ello— han estado esgrimiendo la excusa de que las sanciones son la causa de la emigración, con lo que se intenta perjudicar al ‘culpable’ imperio y acentuar la dominación al interior de cada país.
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