Un pueblo maltratado pero paciente, atando su resiliencia a la esperanza, se propone acudir a una cita electoral —con paciencia y cautelosa expectación— porque su deseo de libertad y de cambio, en su ferviente dignidad, brota a borbollones.
Aunque haya soportado las humillaciones y la impotencia de aceptar las dietas de hambre que imponen los míseros salarios, los paupérrimos sueldos, pensiones y jubilaciones, incluso los diversos bonos propagandísticos, las limosnas del Clap y los pésimos servicios básicos que recibe: energía doméstica, transporte, sanidad, educación… ; verse obligado a abandonar el país para sobrevivir disgregado de su familia…; aun así, sueña el aporreado pueblo, con acudir a esa cita ineludible, que ha de ser trascendente, por ahora con la comprensible desconfianza en el sistema electoral que se espera cambie antes del evento.
La elección que se avecina es crucial, en la que se jugará el todo por el todo; algo así como jugarse a Rosalinda para recuperar los corotos, pero no al azar, o a través de las conveniencias oficialistas o del conformismo de quienes creen tener a la Oposición en un puño y representarla.
Todo debe estar en su justo y santo lugar para atrevernos a creer que es la elección que queremos —a la que no debemos faltar y que NO servirá de excusa a la abstención— , la que siempre ha sido postergada.
No es una elección más como las que se han venido realizando —con el cuento de que la opo tenga dos rectores de cinco, y de que el TSJ oficialista sea el que tenga la última palabra; o que hay que asistir como sea, para no socavar la institución del voto—, ni siquiera inspirada en la realizada el 21N (extensión Barinas) sino realmente diferente: la propia, en las que sí están cifradas las esperanzas de iniciar por fin la reconstrucción nacional.
Faltan los acuerdos que regirán su adecuada realización y el comportamiento del conglomerado que las haga posible hasta las elecciones presidenciales, e incluso después de estas últimas, emulando un poco el Pacto de Punto Fijo. Porque volver a los cauces democráticos será ardua tarea, frente a la costumbre de anarquía y pragmatismo, ante la pérdida de valores sociales y políticos de los rebeldes ‘sin causa’ que no les importa que recicle el sufrimiento.
Muchos echaron a rodar la idea de que simultáneamente al movimiento de las primarias se vaya abonando el terreno de la reforma constitucional; es decir, de una Asamblea Nacional Constituyente que, seguramente, tendrá que precisar —sin idealismos ni intenciones de un derecho positivo inaplicable, expectante o populista, o que deje en lóbregos vacíos las verdaderas reformas que induzcan a canalizar la democracia y no el autoritarismo, modelo fehaciente de la llamada constitución bolivariana— los cimientos del sistema político venezolano, su versatilidad en el desempeño hacia un futuro de superación y bienestar; nunca retrógrado, de carencias y atraso. La Causa R, la Conferencia Episcopal, entre otros, han estado adelantando ese propósito.
La Comisión Tripartita —trabajadores, gobierno y empresa— debe ser el punto de partida del enderezamiento económico. La Organización Internacional del Trabajo [OIT] acaba de atreverse a visitar el submundo de uno de sus principales detractores, para ‘ayudar’ al régimen a volver a los caminos del porvenir de los trabajadores, hoy más empobrecidos y sin seguridad social, pese a la extensa inamovilidad laboral, a los paliativos alimentarios, a los sindicatos oficializados, al ‘emprendimiento’ y la ‘empresa’ estatales.
En el intento, no hubo acuerdos. Simplemente se dejó hasta septiembre una comisión que ha de evaluar las posturas de peculiares sindicalistas que representan al régimen; mas no a los trabajadores ni a sus centrales, a quienes se les usurpó su autonomía sindical; como al resto de gremios, partidos e instituciones, sus respectivas y naturales funciones. Y por supuesto, aclarar si el gremio empresarial sigue siendo visto como enemigo del ‘orgulloso’ gobierno.
Opositores como Leopoldo López y Juan Guaidó, han venido insistiendo en que las elecciones libres, limpias y observables —entiéndase, confiables e imparciales— deben provenir de un acuerdo en la mesa de negociaciones entre la Plataforma Democrática y el oficialismo; o sea, en el diálogo abandonado en México. Pero, como parte interesada, en ese proceso ‘negociador’ por reactivar, no se han atrevido a decir a cambio de qué se supone que el oficialismo aceptará esas elecciones libres y seguras —que por ‘diferentes’ han de ganarse la confianza y el concurso de los electores venezolanos—.
Más por el contrario, López, Guaidó, y otros tras bastidores, son partidarios y solicitantes de más sanciones, y no han dejado ver como posibilidad que hay un punto de ‘coincidencia’ en el interés de EE. UU. por reponer el déficit petrolero —consecuencia de la guerra rusa en Ucrania— y aliviar sanciones. Sobre este aspecto subrepticias reuniones se estarían dando entre EE. UU. y el régimen —con el lobby de multinacionales petroleras estadounidenses—, pero no se ve, en tal sentido, presión alguna por parte de la oposición ‘negociadora’ —que no suelta prenda—, dejando ‘por defecto’ que EE. UU. lo haga; ni siquiera porque está de por medio el máximo objetivo de la realización de elecciones libres sin predominio del oficialismo venezolano.
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