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Las memorias de Voltaire III | Por Ramón Rivasaez

por Ramón Rivas Sáez
05/07/2021
Reading Time: 4 mins read
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Este controvertido escritor francés, uno de los más influyentes de su época, fue miembro no solo de la corte del rey Federico II el grande, sino que ejercía idéntica posición en el reinado de Luis XV de Francia y en el de Estanislao de Polonia, con quienes compartió su sapiencial experiencia en calidad de colaborador y asesor de primera línea.

En consecuencia en sus leídas memorias, publicadas después de su muerte, Voltaire, cuenta sus vivencias en las cortes más relevantes de su tiempo, caso la de Luis XV, llamado el bien amado, por sus íntimos, a raíz de sus aventurillas con el bello sexo;»este soberano tenía una amante, la señorita Poisson, hija de una mujer amancebada y de un labrador de la Forte-souns-jovarre, vendedor de trigo, investigado por malversación, por lo que huía».

Los padres de la muchacha casaron a la joven que era educada y de muy bien ver con el sub arrendatario de rentas públicas Le Normand,seño de Etiole, narra Voltaire, quien admite que actuó de confidente de la desposada que le había revelado sus presentimientos de que sería amante del rey galo.

La madre de la joven no cesaba de decirle que ella era más guapa que la favorita del rey Luis XV, la duquesa Chateauroux, agrega el autor de Cándido.

Cuando tuvo al rey en sus brazos la joven confesó a Voltaire que ella tenía razón en sus predicciones y el escritor, para celebrarla, se fue a pasar en 1746 unas vacaciones en casa de la nueva favorita del rey en Etoile.

Estos servicios prestados al rey, llamado el bien amado, le reportaron a Voltaire una serie de beneficios que él relata así, «Esto me valió unas recompensas nunca otorgadas hasta entonces a mis obras y mis servicios; me encontraron digno de ser uno de los cuarenta inútiles miembros de la Academia Francesa; el rey me hizo merced de una plaza de gentil hombre de su corte», reconoce.

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«Deduje que para progresar lo más mínimo era mejor decir cuatro frases a la querida del rey que escribir cien volumenes»,recuerda sarcástico.

La decisión real desencadenó un fiero ataque de los detractores de Voltaire, quien recibió dardos y saetas de quienes se sentían con derechos a compartir la corte con Luis XV. Para esos días el escritor vivía entre París y su casa de campo de Cirey, en la región de Lorena, en compañía de la marquesa del Chatelet, su confidente, lectora y amiga.

En tanto, el rey de Polonia, Estanislao, tenía su corte, pequeña y agradable en Luneville, en las vecindades. Viejo y devoto, mantenía una querida, la marquesa de Boufflers. Repartía su alma entre la marquesa y un jesuita llamado Menou. Según Voltaire, «Era el clérigo más intrigante y audaz que haya conocido. Este le había sacado al rey más de un millón de libras, valiéndose de la marquesa, a quien manejó a su antojo».

El fraile, según Voltaire, utilizó el dinero para construirse una mansión para él y sus jesuitas en Nancy. Su renta era de 24 mil libras y 12 mil para la mesa de Menou, al tiempo que a la querida del rey le dejaba algunas migajas. Al rey le costaba mucho reconciliar a sus favoritos por sus constantes reyertas.

Menou, al escuchar que la marquesa que compartía la finca Las Delicias con Voltaire en la comunidad vecina de Cirey, era muy hermosa, pensó y urdio un plan; reemplazar la amante de Estanislao, por la marquesa del Chatelet, a quien invitó a conocer al soberano polaco, sobre quién le dijo que ardía en verle en su corte por sus encantos físicos e intelectuales

La marquesa del Chatelet, elogiada, no tardó mucho en convencer a Voltaire a pasar una temporada en la corte del rey vecino.

Sobre esta visita, Voltaire, relata:»Pasamos todo 1749 en Luneville, pero pasó todo lo contrario de lo que deseaba el jesuita; nos hicimos muy amigos de la marquesa de Boufflers, y el clérigo tuvo que combatir a dos mujeres en lugar de una». El escritor advierte que en las cortes no todo era color de rosa, dado que abundan los embrollos e intrigas.

En la pequeña corte de Estanislao, seguían las zancadillas, a finales de 1749, arribó el obispo de Troyes, monseñor Pouced, quien cargado de deudas, pedía un lugar al lado de su majestad. Por ruego de las marquesas, el soberano le designa capellán del reino. Pero pronto cayó en desgracia, se enamoró perdidamente de la favorita de Estanislao, por tanto, fue echado antes de concluir el año, cuenta Voltaire.

Pouced, no la pasó nada bien, pues, descargó su irá contra el rey Luis XV, sin saber que era yerno del rey Estanislao, y al retornar a Troyes, luego de otros desaciertos, fue enviado a prisión por órdenes del rey de Francia y confinado al monasterio de Alsalcia, custodiado por frailes alemanes.

A todas estas, antes de terminar 1749, falleció en Luneville, en la corte de Estanislao, la marquesa del Chatelet, víctima de una repentina enfermedad, lo que devastó a Voltaire, quien apesadumbrado, decidió irse a París, a drenar su dolor. Sin aliviar sus penas, pensó abandonar Francia. Enterado el rey Federico el grande de Prusia del abatimiento de su amigo, le escribe e invita que retorne a su corte.

«Quién resiste a un rey, victorioso, poeta, músico y filósofo, que, al parecer, me quería,» se reconfortaba Voltaire en junio de 1750 en viaje a Potsdam.

Tags: Opinión
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