Este prodigioso intelectual francés nacido con el nombre de Francois Marie Arrouet, mejor conocido mundialmente como Voltaire, se regodeó en la corte del rey Federico II de Prusia, su amigo personal desde la época principesca del joven amante de las artes que se carteó con él antes de asumir el trono en Berlín.
Voltaire, (París 1694-id 1778), mantuvo una estrecha relación epistolar con el heredero de la corona, y conoció de primera mano las desventuras y peripecias del futuro Federico II, quien sufrió en carne viva las atrocidades y excentricidades de su padre, el rey Federico Guillermo I, llamado el rey sargento por sus súbditos. De él, Voltaire cuenta en sus memorias los abusos que acostumbraba ejecutar en contra de los habitantes del reino en pos de incrementar sus caudales y tesoro real.
Pero no solo las arbitrariedades tributarias a que sometía a su pueblo sino la feroz persecución que impuso sobre su hijo, el príncipe heredero Federico II, quien se salvó a duras penas del cadalso. El rey Federico Guillermo I no toleraba que su hijo amara las artes, la lectura, interpretara la flauta y otros instrumentos musicales, que se relacionara con los escritores e intelectuales de la época, entre ellos, Voltaire y otros humanistas.
El rey deseaba tener un hijo guerrero, que abrazara la carrera de las armas como era la tradición, le consideraba que no era digno de él, de un conquistador y batallador que avasallaba a los pueblos circunvecinos, que invadía y se repartía parte de Europa; en tanto su hijo Federico, escribía versos y su dedicación y pasión eran las artes, por eso le condenó a muerte.
Federico I se salvó de ser ejecutado por órdenes de su padre, gracias a la intersección del emperador Carlos V, quien envió al conde Seckendorf, influyente personaje que le costó mucho convencer al rey para que suspendiera la pena de muerte de su hijo, quien estaba en prisión.
En sus Memorias, Voltaire cuenta además que el futuro rey de Prusia era repudiado por su padre luego que reprobara que su hijo tenía una amante, hija de un maestro de escuela de Brandeburgo, lo cual desaprobaba con intensa ira que le quitaba el sueño a quien atesoraba no menos de 20 millones de escudos, producto de sus pillerías tributarias contra los prusianos.
En la Prusia de esos días, todo el mundo tenía que pagar tributos a Federico Guillermo I, su codicia no tenía límites, según Voltaire; sus tropas eran las más numerosas de Europa, y las peor pagadas; el terror era su seña de identidad. Durante 28 años de su reinado este rey fue considerado el más rico y quien despojó más tierras a la nobleza a través de multas hasta por nimiedades.
Tras fallecer el rey sargento en 1740, asume su hijo Federico II, el amigo de Voltaire, a quien llama a Palacio, a la corte y lo convierte en uno de sus favoritos colaboradores. En sus memorias, Voltaire confiesa: “No dejaba yo de sentir inclinación hacia él por su entendimiento y por sus gracias, y además era rey; que siempre es una gran seducción desde la humana flaqueza. De ordinario somos los hombres de letras quienes adulamos a los reyes; éste me alababa de pies a cabeza, mientras el abate Desfontaines y otros ruines me difamaban en París una vez por semana cuando menos”
Desafortunadamente, Voltaire solo pudo vivir un poco más de tres años bajo la protección de Federico II, llamado el grande, a causa de las funestas e inevitables intrigas de palacio que le alejaron del monarca que leía a Leibniz, pero también era sensible a la chismografía.