“Los estúpidos están en todas partes. Lo peor es que a veces son contagiosos. Un escrito… puede ser hecho por un estúpido… o contener alguna estupidez. De allí la necesidad de que todos nos cuidemos…hasta de nosotros mismos”. E. Vila P.
Hace muchos años leí una obra que tropecé en una venta de libros usados, denominada “Historia de la estupidez humana” del autor Paul Tabori, donde se hace relato de algunos personajes dedicados en sus ocupaciones durante años; traigo el recuerdo de algunos, entre ellos la de un abogado quien empleó buena parte de su vida para escribir en ocho tomos las consideraciones sobre si una mujer embarazada que hubiera dado a luz durante el viaje en una diligencia, estaba obligada o no a pagar el pasaje de la criatura nacida; también en la corte de Luis XIV (el rey sol con problemas de estreñimiento), del oficio de “porta chaise d´affaires” quien tenía de encargo “llevar la silla de obras” cuando el rey manifestara su deseo de hacerlas y debía anunciarlo a los autorizados para presenciar el acto (unas cuarenta personas); por supuesto estar cerca del monarca permitía pedir favores reales en el buen momento de un final satisfactorio. Había también el caso de un personaje que al responder al renglón de un cuestionario de identificación donde le preguntan por la raza a la cual pertenece, sencillamente respondió : “humana”; en este caso diferencio y distingo que no era una respuesta estúpida sino a lo sumo ingenua y mejor aún, una inteligente manera de pasar por tonto o idiota. Salvo en la idiocia patológica, el idiota se corresponde más con la idiosincracia; pero ese no es el tema de hoy. A diferencia del idiota, la estupidez es una conducta humana que tiene repercusiones importantes para la vida personal y social; es sobre ese tema que quiero considerar ahora.
Para este artículo me basaré y por ello escojo el título del escrito por Carlo M. Cipolla publicado en 1987 por la revista Whole Earth Review, con traducción de Enrique Vila Planas, quien lo presentó como Anexo I en su documento denominado “El informe tecno-político de un proyecto de Planificación” de la Escuela Venezolana de Planificación, en noviembre del año 2011, el cual contiene importantes aportes sobre el ejercicio de planificar, por lo que aconsejo consultarlo por los interesados en el tema. Hoy procuraré hacer una versión resumida del artículo de Cipolla, quien señala cinco leyes básicas de la estupidez humana.
La primera es, “siempre y de manera inevitable todo el mundo subestima el número de individuos estúpidos que están en circulación”. Más allá de lo que nos parezca esta aseveración, observemos cómo personas que habíamos juzgado como racionales e inteligentes, se comportan desvergonzadamente estúpidas; a ese propósito este tiempo de atención sanitaria por la pandemia es altamente revelador. También observemos en nuestra cotidianidad cuando nos vemos arrastrados por individuos estúpidos que aparecen de manera repentina e inesperada, en los lugares más inconvenientes y en los momentos más improbables. El autor nos propone observar la existencia de esa fracción de gente estúpida (“e”) en la población y a la par nos previene de hacer una estimación cuantitativa de la existencia de ellos, porque siempre resultará una subestimación.
La segunda ley que establece es, “La probabilidad de que una persona específica sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona”. Aquí hace consideraciones sobre diversos estudios realizados en universidades donde encontró que más allá de los niveles de ingresos o educación, hay una similitud de la fracción “e” entre los trabajadores obreros, los trabajadores administrativos, las autoridades, los estudiantes y también los profesores; llevando la investigación hasta muchos otros grupos, incluyendo el muy selecto de los premios Nobel con los resultados confirmados que demuestran que la fracción “e” también está presente entre los premiados Nobel. Igualmente se mantiene la fracción “e”, sin distinción de si son varones o mujeres, de comunidades grandes o pequeñas y del grado mayor o menor del desarrollo de esas comunidades.
La tercera ley básica la llama “de oro” y para formularla, señala que los seres humanos se pueden clasificar en cuatro categorías que identifica a los tipos de personas por sus acciones las cuales denomina el Mostrenco (M), el Bandido (B), el Inteligente (I) y el Estúpido (e). Les señalo a ustedes que se usa el vocablo Mostrenco en su acepción de persona “ignorante o tardo en discurrir o aprender”. Hace un Cuadro donde caracteriza cada tipo y los matices de ellos que se producen en las áreas donde se relacionan los “M” con “I” o con “e” y también en las áreas donde los “B” se relacionan con “I” o con “e”; la fracción “e” tiende a la concentración de los individuos que la componen. El autor nos muestra con un ejemplo la relación de acciones y cómo ocurre con ellas a la ubicación de las personas : “Si Juan hace una acción y sufre una pérdida cuando produce una ganancia a Pedro, la acción de Juan cae en renglón “M”; si Juan actúa de manera que obtiene una ganancia y también contribuye a que Pedro gane está en el renglón “I”; si la acción de Juan causa pérdida a Pedro, la acción de Juan cae en el renglón “B”, actuó como un bandido. La estupidez se ubica en el renglón “e”, tal como lo explica la tercera ley: “La persona estúpida es aquella que causa pérdida a otra (s) sin obtener beneficio a cambio o inclusive, incurriendo también en pérdidas”. Cualquiera de ustedes puede recordar diversas situaciones vividas o conocidas de cerca y hacer reflexión referidas a los diversos actores y los logros o pérdidas, comprendiendo bienes materiales, tiempo, energías, alegrías y buena salud; con resultados de ganar-ganar; perder-ganar; ganar-perder; o. perder-perder.
Es conveniente señalar que bajo algunas circunstancias una persona normal actúa inteligentemente y en otras como un mostrenco; las acciones realizadas por los bandidos y por los mostrencos pueden tener matices; pero hay otras muy proclives a la actuación estúpida en todos los campos de la actividad humana. La frecuencia marca la categoría donde se ubica. Se puede anticipar las acciones de un bandido y procurar prevenirlas e impedirlas, pero con las del renglón “e”, resulta imposible dado lo inesperado y sin fundamento racional; el ataque “e” es necio, errático e irracional lo que hace dificultosa la defensa y el contra-ataque. Schiller escribió “contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano”.
La cuarta ley plantea, “Las personas no-estúpidas siempre subestiman el poder de daño de los individuos estúpidos; siempre olvidan que en todos los momentos y lugares y bajo cualquier circunstancia el relacionarse o asociarse con gente estúpida, siempre devendrá un error muy costoso”. En la historia, tanto en la vida pública como en la privada, ha ocurrido así y ese error le ha costado a la humanidad pérdidas incalculables. Alguna gente ha sido tentada a asociarse con un estúpido, pensando en usarlo a su propio propósito; sin embargo una maniobra tal tiene un desenlace de efectos desastrosos; porque está en la esencia de “e” y se le amplía su capacidad de acción. Esto se comprende bien en el cuento de la ranita que accedió al pedido del escorpión para que le llevara en sus espaldas y así atravesar el charco con el argumento que no le haría daño alguno porque él mismo moriría ahogado; sin embargo cuando estaban en el medio del agua la emponzoñó con su aguijón, porque esa es su naturaleza de escorpión.
La quinta ley básica se expresa así, “de todos los tipos de personas, el estúpido es el más peligroso”. De esta quinta ley básica deduce Cipolla que “un estúpido es más peligroso que un bandido” y lo explica así, con la acción “B” perfecta, resulta una transferencia de la riqueza o bienestar de una persona a otra, el bandido obtiene un enriquecimiento equivalente a la pérdida que ha causado a otra persona pero no causa merma en el conjunto; cuando los “e” entran en acción hay una diferencia dado que causan pérdidas a otros sin la contraparte de ganar algo a su cuenta que también suele ser perdedora y la sociedad como un todo, se empobrece.
Todo eso sugiere algunas reflexiones sobre el comportamiento de las sociedades: la fracción “e” es una constante que no se afecta por el tiempo, el espacio, la actividad u otra variable sociocultural o histórica, en sociedades decadentes o en desarrollo. La diferencia está que en la sociedad que tiene un pobre comportamiento, se le ha permitido a la fracción “e” ser más activos con mayor despliegue de sus acciones, mientras hay una disminución en la composición de la población en el renglón “I” y de los matices de ella en las áreas relacionales con ”M” y con “B”.
Termino este artículo transcribiendo el párrafo con el cual Cipolla termina el suyo. “En un país en decadencia la fracción de personas estúpidas se mantiene igual a “e”, sin embargo uno cae en cuenta que en el resto de la población se observa un aumento alarmante de bandidos con rasgo de estupidez… y entre aquellos que no están en el poder también un aumento en el número de mostrencos. Tales cambios en la composición de la población no-estúpida inevitablemente fortalece el poder destructivo de la fracción “e” y convierte la decadencia en un proceso real. Y el país se va al diablo.”
Casatalaya caracas 13 febrero 2021