Miami, 17 may (EFE).- Las granjas lunares llegarán «muy pronto» y sus frutas y verduras tendrán un sabor igual de «genial» que las de la Tierra, dice la bióloga molecular estadounidense Anna-Lisa Paul, que lideró el equipo que la pasada semana anunció que por primera vez se había logrado cultivar plantas en suelo procedente de la Luna.
El grupo de la Universidad de Florida dirigido por Paul y Rob Ferl consiguió cultivar un berro (Arabidopsis thaliana) en unos pocos gramos de polvo de la Luna obtenidos en las misiones Apolo, lo que supone el «primer paso» de la humanidad para poder cultivar vegetales más allá de la Tierra.
Pero ahora que ya saben que efectivamente se puede cultivar en suelo lunar, el proceso, auguró la investigadora en una entrevista por videoconferencia con Efe, será bastante rápido y «muy pronto» podrá haber una especie de granja lunar.
«Probablemente no será dentro de los próximos cinco años, pero tal vez será dentro de los próximos diez», aseguró sobre los primeros pasos de la agricultura espacial, que coincide con el nuevo impulso de la NASA de regresar a la Luna con misiones tripuladas a través del programa Artemis, que se propone llevar astronautas a la Luna en 2025.
PLANTAS MULTIUSOS
Y estos cultivos no solo serán vitales para hacer más autosuficientes las misiones espaciales en el futuro, sino que las plantas ayudarán a limpiar el agua y el aire de las colonias, sin contar con algo menos tangible pero sí muy importante, el aspecto psicológico que supone tenerlas en lugares tan inhóspito como pueden ser Marte o la Luna.
Las plantas que se lleven al espacio exterior, considera, deberán tener «múltiples usos» y habrá que equilibrar cuánto material puedes obtener de ellas en comparación con el que se desperdicia.
«Tiene que ser algo que sea útil y algo que sea algo robusto. La NASA ha trabajado mucho con lo que ellos llaman cultivos de soporte vital avanzado y alimentos como los rábanos, los nabos y varios tipos de verduras de hoja son los más fáciles de cultivar y tienen la menor cantidad de desperdicio», explicó.
Paul indicó que antes se debe «escalar» los cultivos hasta alcanzar un «tamaño que podría acomodar algunas plantas de cultivo simples».
Hasta ahora, las plantas cultivadas en su laboratorio no pasaron de unos milímetros de altura y lo hicieron peor que las sembradas en ceniza terrestre.
Así, las que estaban en rregolito o suelo lunar crecieron «más lentamente, tardaron más en desarrollar hojas expandidas y tenían raíces más atrofiadas» que las que se encontraban en tierra volcánica, explicaron Paul y Ferl en su artículo publicado la pasada semana en «Communications Biology».
Además del desafío de escalar lo aprendido en su laboratorio no hay que desdeñar el reto de lograr la ingeniería necesaria para tener un invernadero lunar capaz de dar a las plantas lo que necesitan de una manera «energéticamente eficiente», incluido el agua y unos nutrientes que se deberían conseguir en el propio hábitat.
A pesar de todos los retos, estima que el sabor de las frutas y verduras no diferirá mucho de las terrícolas.
«No creo que vaya a tener una influencia (el tipo de suelo), que esas uvas fueran muy diferentes a la que cultivas en Francia o a las uvas que crecen en Chile. Ciertamente, habrá algunas diferencias, pero no va a ser una diferencia fundamental, me imagino. Creo que una uva todavía sabrá genial», dijo.
UNA ENSALADA LUNAR FRESCA
Por eso, cree que a pesar de todas las adversidades que supondrá cultivar en la Luna habrá una amplia variedad de productos agrícolas en el espacio, porque, además, pronto los humanos entenderán cómo «regular» el suelo lunar y «acondicionarlo» para el cultivo.
«Es algo que podremos superar fácilmente», dijo sobre los estudios que empezarán con las muestras de suelo lunar que se utilizaron y seguirán usándose para cultivar, lo que implicó recibir agua y nutrientes, y las que se mantienen intactas desde que llegaron a la Tierra.
Tras ser plantadas en el regolito lunar las semillas del berro crecieron durante 20 días, periodo tras el cual se extrajeron los especímenes para hacer análisis bioquímicos y ver cómo respondían a nivel molecular, para averiguar qué «herramientas» usan las plantas para crecer y sobrevivir en estas condiciones.
De esta forma sabrán qué se puede hacer para ayudarlas a crecer, ya sea haciendo el suelo «más amigable», modificando la planta genéticamente o eligiendo cultivos que puedan funcionar mejor en ese tipo de entornos, porque, dice, hay muchas variedades de plantas que crecen en la Tierra en un «entorno hostil» y lo hacen sin «tener que diseñarlos».
Por todo ello, adelantó que en cien años los astronautas podrán comer una ensalada fresca cosechada en la propia Luna: «Donde haya humanos, siempre habrá plantas».