Por Alí Medina Machado
Elogio de la Virgen. El rescate de la tradición. La fiesta de la Virgen del Carmen. Recuento de patrimonios y de hombres
Julio de 1982
1.- Elogio de la Virgen
Esta Virgen de pequeña estampa que siempre ha vivido en medio de nosotros, en su nicho incrustado en las paredes de la plaza pequeña, que fue corazón de esta parroquia en todo el tiempo fecundo de su historia, es el motivo de nuestra comparecencia conjunta a la fiesta patronal. la Virgen del Carmen en la belleza Suprema, que a lo mejor ninguno de nosotros se ha detenido a contemplar, pero que, sin embargo, amamos con el amor que siente el poblador por su Patrona. La Virgen del Carmen, la Madre de Dios, que durante tantos años ha recibido la alabanza de los hijos parroquiales, y que hoy ha sido rejuvenecida en su rostro y en su fe, para darnos a entender la virtud aleccionadora de la religión en su mérito de ser puente de gracia y de conducta espiritual que hace al hombre más humano, dócil y consustanciado con los valores del alma.
La Virgen del Carmen llena de serenidad, es un sol de cariño que nace en el alma de cada uno de nosotros. La Virgen del Carmen es madre que hermana a toda la comunidad de la parroquia en la hora de su fiesta, mar de fe en que nos bañamos, mundo de esperanza que renace para querer vivir mejor, fuente inspiradora de bonanza para esta continua generación de los hijos de sus hijos que, por designios de amor, vienen a continuar la tradición de la fiesta que rinde culto a la fe que en ella invocamos.
¡Virgen del Carmen bendita! Cómo oíamos aquellos viejos cantos en la delgadas avenida de la anciana placita, cuando los hombres, aquellos mismos labriegos que repite la historia de la Iglesia, venían hasta tu pequeño nicho alumbrado, para cantar, desordenadamente a veces, velorios de su propia inspiración a tu inmortal belleza, a tu pureza de Madre y de Reina excelente… Virgen del Carmen que nos ha dado tanta vida social en los años que hemos vivido a tu alrededor, y que nos has permitido disfrutar esta benevolencia caracterizadora de la existencia de todos los habitantes de esta parte de la parroquia; que, por tu intersección se ha convertido en una sola y unida familia de intereses comunes.
Tu fiesta de tantos años en el julio jubiloso de todos los tiempos, ha servido para satisfacer el ansia de bondad espiritual que existe en las familias de Chiquinquirá. Tus manos extendidas hacia estos pobladores son una prolongación de tu misión celestial, para enseñar a la gente la vocación del corazón a los contenidos sagrados de la santa religión; habitantes que desde los viejos tiempos, cuando el ser humano vivía más del espíritu que de la materia, se han inspirado en la motivaciones de su Dulce Patrona para vivir bien y saber dar la respuesta afectiva de hogares hermanados, como una verdadera y auténtica familia socio-parroquial, municipal y citadina.
2.- El Rescate de la Tradición
La incomprensión de los nuevos tiempos ha hecho perder la memoria espiritual de los pueblos y ha acabado por hacer desaparecer nuestras tradiciones y costumbres. Esa práctica, nefasta, hizo morir en el pueblo el anhelo de vivir en correspondencia espiritual y recordatoria con su pasado, en sus vivencias y en sus manifestaciones populares. Pero, ante otra realidad, por despreocupación, hubo de sucumbir ante el avance Incontenible de este falso modernismo que trae consigo el desarrollismo que impone nuevas formas de conducta y de vida a los pobladores de ciudades y pueblos de la geografía nacional. Todo ese patrimonio popular se nos está quedando como ruinas de un pasado que tuvo profunda connotaciones espirituales. La mejor tradición es hoy día un árbol muerto, un simple recuerdo, o mejor, olvido, en el corazón de las comunidades; sobre manera en la memoria de los más viejos pobladores, que sienten brotar lágrimas impotentes cuando las nuevas realidades extraen del calendario la fecha aniversario del patrono o de la patrona; de los que antes eran exaltados por el fervor popular, pero que ahora, por imposición de formas y usos extraños, nada tiene que ver con nuestros acervos sagrados y paganos, desapercibidos en el conocimiento de las nuevas generaciones.
Ningún derecho y jamás imposición alguna podrán acabar con la memoria colectiva de los pueblos. La vida comunal tiene que descansar en la filosofía de las tradiciones, de las costumbres y de los usos de nuestros pueblos; ya que estos tienen el privilegio de una gran cultura heredada, y esa cultura debe ser mantenida, hacerla conocer y vivir por los recientes pobladores, por las últimas generaciones que más bien distorsionan su mentalidad, justamente por el efecto de negar la historia popular, la cultura tradicional, que tantos hechos contienen, que tantas enseñanzas aportan y valores también.
Las falsas concepciones de lo social y cultural; los comportamientos errados y hasta las injustas incomprensiones de gobernantes y de dirigentes, hace que se diluyan en la nada nuestras tradiciones y costumbres; cuando por lo contrario, debieran existir unas amplias políticas públicas e institucionales, de rescate, defensa y enriquecimiento de nuestro patrimonio histórico-cultural. Es doloroso afirmar que nuestras culturas antiguas, en gran parte, se han perdido, lo que es muy grave; y por grave, hay que hacer señalamientos por la poca responsabilidad con que se ha tratado este problema, no sólo a nivel de nuestra región, sino en todo el país.
Cuántas expresiones populares se han perdido, cuántas fiestas tradicionales y costumbres han sido echadas al olvido por desidia o desdén de los que tienen la obligación oficial de mantenerlas. Cuántas costumbres desarraigadas del alma popular. Cuántas tradiciones destruidas sin cuidado, y lo más doloroso, el poblador, el habitante, el oriundo del lugar, que por pertenencia social debiera defender esas manifestaciones ancestrales, a conciencia suya se ha desentendido, desarraigado o insensibilizado ante la situación. Todo esto ocurre como un problema generado por una realidad viviente que acaba progresiva e indeteniblemente con el alma nacional, que aniquila la memoria del país y lo deja sin muchas expresiones culturales populares de las que han fabricado la historia y el imaginario nacional, regional y local; aquel voluminoso patrimonio que con orgullo venezolano llamamos nuestras tradiciones y costumbres paganas y religiosas, y en una extensa y feliz y comunión de productos y realizaciones anuales.
Por lo anterior, suena a redención la labor que hace la junta directiva de las “Festividades Patronales de la Virgen del Carmen”, de esta querida parroquia de Chiquinquirá. Y es como un renacer de la esperanza está sabia disposición de un puñado de hijos del Barrio del Carmen, que sumaron iniciativas e ideas para echar adelante la fiesta en honor de Nuestra Santa Madre, la Virgen del Carmen, en el júbilo del 16 de Julio próximo, que es su aniversario: anunciación de un canto celestial y devocionario de los hijos que le tributan este ramillete de tributos festivos, como demostración de fe y de cariño a Ella, la Reina del Cielo, que nos cobija, nos cubre y nos protege en el tránsito de nuestra vida cotidiana.
Tenemos que señalar entonces la gratitud que demuestra la Parroquia por el grupo de pobladores que se han reunido para programar la fiesta, y que se proponen no solamente lograr la realización de un gracejo momentáneo, sino abrir el círculo de una perspectiva institucional, de alta trascendencia y permanencia en el tiempo, fundamentalmente para rescatar la tradición tan bella de la fecha patronal, que en la paráfrasis que hacemos del cronista Francisco Domínguez Villegas: “Es grata y pintoresca imagen, de cálidos días de color y de lumbre; fiestas en callecitas estrechas, que se tornan insuficientes para acoger tanta gente del pueblo y su alrededor; fiestas de tantas diversiones del agrado popular; fiestas en que reina otro ambiente en la población, desde que despunta el día hasta que se pone el sol.”
3.- Las Fiestas de la Virgen del Carmen
Las Fiestas Patronales de la Virgen del Carmen tienen una larga trayectoria de vida en la historia de nuestra parroquia y de varias ciudades y pueblos de Trujillo. Recordamos la trilogía de programas que se confeccionaban en una continuidad cronológica que le otorgaba un hondo contenido religioso y folklórico al tiempo y al espacio de la cara urbe capitalina. El 16 de Julio era la fecha clásica con la que arrancaba el jubileo popular referido a la celebración de la Virgen del Carmen. Y no terminaba la alegría y el colorido de tantas estampas pueblerinas, ni el penetrante olor de la pólvora, cuando ya San Jacinto había dado inicio el 16 de agosto, a sus fiestas en honor a su Patrono San Jacinto de Polonia.. Para estos vecinos predios se volcaba entonces la sana alegría de nuestra gente. Y luego, mes y medio después, aquel hilo umbilical del espíritu de la ciudad se mudaba para Santa Rosa en los últimos días de agosto y primeros de septiembre, donde se lograba despertar hasta el delirio el sentido de la participación social de sus pobladores, arrollados por el sabor y la alegría total con que solían enfrentar el reto de hacer tan grandiosas y monumentales fiestas patronales.
Como vemos, eran tres las fechas del corazón popular trujillano, la alegría y el entusiasmo de viejos y de jóvenes que iban de una a otra parroquia, para hacer vivir al espíritu, que despertaba, primero, al llamado de la religiosidad de la iglesia y luego su ardor participante en ligazón con la cultura popular; razones y amores de un pueblo que mostraba su transparencia interior en comunión de sólidos intereses comunitarios
Popularmente aquellas fiestas carmelitanas de la Calle Arriba eran inolvidables. Ojalá muchos de estos jóvenes de ahora se propusieran la tarea de investigar aquel acontecimiento popular y redactaran trabajos de ensayo cargados de profundos contenidos temáticos folclóricos; de una literatura sobre lo tradicional y costumbrista y de otros aspectos de la cultura popular; de las fiestas que se hacían en los días y en las noches; calles adornadas desde abajo de la esquina “Buenos Aires”, algunas veces desde los Coronado y la misma Plaza Sucre; por ambas calles, hasta arriba, final de la ciudad, en la esquina de Miguel Vicente Sarmiento, luego Esquina de Lorenzo Ávila; y más arriba, hasta “El Calvario”. Una sola estela de colores, largos arcoíris como cielo de bienvenida a tantas gentes que acudían de todas partes circunvecinas y que llenaban los lugares de sanas diversiones, más que todo las loterías, bazares y los convites de otros juegos de azar. Aquellas plazas de toros improvisadas en los terrenos que hoy ocupa el edificio del “Hotel Trujillo”. Los toreros espontáneos como el intrépido Misael Paredes, a quien un toro en una de aquellas memorables tardes llenas de calor y de gritos, lo agarró por los calzoncillos para hacerlo pasar un susto macho.
El tempranero repique de las campanas de la iglesia de Chiquinquirá, con su llenura de fieles listos para la Procesión con las imágenes de bulto de la Virgen de Chiquinquirá y la Virgen del Carmen: las plazas y las calles llenas de pobladores esperando las estruendosas explosiones del célebre y original trabuco de Chico Urbina.
Las noches iluminadas con los juegos pirotécnicos, y los rostros entusiasmados que miraban la elevación de los Globos de papel de don Ignacio Cegarra (El Chueco Ignacio), que se alejaban bien lejos, tanto que al día siguiente se comentaba que habían caído en el cerro de La Zamura, en la Alameda “Ribas”, en Vichú, o en el mismo Paramito, de Santa Rosa.
La solemne Misa del día central, delante de su Nicho en la Placita. El rezo diario de los extensos rosarios, y los velorios dedicados a la Virgen; todo ello en la llenura de un programa impreso en hojas volantes, que era repartido con antelación, con laudatoria y todo con la nota de presentación que escribía el mismo párroco o una persona seleccionada.
¡Ah rigor! La Plaza del Carmen, cuya demolición trajo consigo la muerte del alma popular del barrio entero; porque aquella placita tenía un significado profundo, como un simbolismo, en el corazón de todos los habitantes del lugar, que nada pudieron hacer para evitar su injusta demolición o mejor la absurda extirpación de su cuerpo total. Después, ya nada fue igual. .
Las Fiesta de la Virgen del Carmen fueron muy bellas. Y todavía muchos guardamos el recuerdo de su celebración, que se hace vivo y esperanzador en estos momentos, cuando surgen esfuerzos bien encaminados para tratar de rescatar y de poner en vigencia nuevamente tan significativa tradición.
La Calle Arriba de Chiquinquirá tuvo una extensa historia de fiestas populares. Nuestros cronistas nos hablan de la importancia social que alcanzaron tales celebraciones, y dejaron todos ellos memorizadas sus narraciones y sus versos en las páginas ya viejas de viejos periódicos locales en que solían escribir; entre otros, S. Joaquín Delgado, Francisco Domínguez Villegas José Armenio Núñez, Alfonso Marín, Pedro Santini Ordóñez, Ortelio Urrecheaga; escritores que se interesaron por recoger para la memoria colectiva tan interesantes sucesos del acontecer socio-cultural local.
4.- El Recuento de Patrimonios y de Personajes
Nuestra parroquia Chiquinquirá de Trujillo, tiene una grande historia que vale la pena resaltar en la oportunidad de una de sus fiestas populares. Larga trayectoria de instituciones y de hombres y mujeres que le han dado nombre para su permanencia sobresaliente en la historia socio-cultural regional. Sus fiestas patronales, tanto de la Chiquinquirá como la del Carmen, fueron verdaderos acontecimientos sociales.
Haciendo recuento de algunos de sus elementos patrimoniales, tenemos que en ella tuvo asiento el viejo Hospital “Alejandro Próspero Reverend, cuyo edificio hasta reciente fecha daba cara a la Plaza Sucre. Este centro asistencial fue “un recinto benemérito donde al rescoldo del amor y la fraternidad, hallaron seguro alivio el dolor y el desamparo.”
El viejo Camposanto de El Calvario, La Popa, al pie del hoy poblado Cerro La Guaira. Fue un cementerio que existió activo desde 1856 hasta la cercanía de 1920. Cuántos recuerdos de muertos y de ánimas; tantos miedos para los pobladores y transeúntes que transitaban a diario por sus predios; cuántos cuentos, leyendas e historias de desaparecidos y de espantos debidos a la existencia de ese viejo Camposanto. Hasta la literatura en la crónica y en la poesía le ha sacado provecho temático.
El viejo acueducto desde la Colonia hasta avanzado el siglo XX. Cuyos restos fueron tapiados para dar acceso a la avenida sobre la Quebrada de los Cedros Allí estaba a la margen de la quebrada “mostrando su faz ruinosa cargada de recuerdos.”
Que otro montón de hechos pudiéramos citar para valorar la condición histórico- cultural de nuestra parroquia.
Por otra parte, debemos destacar los nombres de viejos y nuevos pobladores que tantos aportes han dado para la vigencia de este sector citadino y para el enriquecimiento social de la comunidad; entre otros, Pedro J. Torres, Ignacio Cegarra, José Eliseo Rosario, Francisco Hurtado, Humberto González Albano, Elías Terán, Luis Darío Coronado, Miguel Vicente Sarmiento, Victorino Araujo, Carlos Rivas, S. Joaquín Delgado, Ricardo Salazar, Gregorio Terán, Francisco Medina, Heraclio Torres, Alejandro Azuaje Rincón, Abel Alburjas, Belisario Méndez, Rubén Urbina, José María Pacheco, Rubén Cegarra, Julio Urbina, Blanca de Medina, Margarita de Torres, Josefina de Rosario, Carmen Oviedo, Ángela y Eloína Fonseca, Teresa de Rivas, Isabel Cegarra, Graciela Cegarra, Leopoldina Rincón, Rafaela Medina, Ángela Domínguez, María Cañizález de Núñez, Aura Abreu, Yolanda de Méndez, Atilia de Méndez: hombres y mujeres todos y todas cargados de bondad popular: hijos e hijas íntegros de la parroquia que han sabido vivir generosos, y porque dejan raíces bien sembradas que se prolongan bienhechoramente.
Otros miembros generacionales a los que debemos destacar su constante presencia social fueron y son: Laudelino Mejías Joaquín Cegarra, Leopoldo y Gonzalo Lugo, Rafael Vázquez, José Antonio Carreño, Armando Núñez, Oscar Martínez, Vicente Valera Márquez, algunos de ellos no nativos pero residentes de la parroquia, habituales de ella y participativos en sus momentos estelares. Trasnochadores del alma en estos paisajes tan románticos, en los que han sembrado amores y música, ya que en la parroquia se producía y se escuchaba música hermosa, especialmente de cuerdas, por conjuntos y grupos organizados por algunos de estos señalados personajes, que labraron rumbos a la historia musical y de otros tintes de nuestra ciudad y del Estado.
Debemos mencionar, `por tradición y leyenda, o por historia doméstica, un hecho del imaginario que es el emblema patrimonial y espiritual de nuestra parroquia: La Peña de la Virgen. Y tiene que ser así porque en esta historia legendaria confluyen las sagradas imágenes de la Virgen del Carmen y de la Virgen de Chiquinquirá; patronas ambas de nuestro vecindario parroquial y porque han venido en el tiempo dándonos el amor de lo celestial para enseñarnos a vivir, para entender la vida en su plenitud espiritual, marcar los rumbos que debemos seguir, como lo hacen las madres con sus hijos, hacernos aves de vuelo cierto y aprender a llegar a puerto seguro en nuestra propia existencia. La intangible Virgen de la Peña está allá arriba como una visión de luz que mira la ciudad para protegerla, para eliminar las tinieblas del odio y sustituirlas por la alegría de la paz, como lo demanda los Patrona Madre que nos ha protegido durante todo el secular tiempo de la historia regional: la Virgen de la Paz.
Las fiestas de la Virgen del Carmen abren otros espacios para la amistad y la convivencia entre los pobladores; la hermandad de todos los habitantes del barrio y la parroquia, y con los de más allá. Una filiación necesaria y buena, Y sirve así mismo, para el recuerdo de nuestros padres, amigos, vecinos y de otras gentes, vivos y muertos que para nosotros, deben seguir viviendo entre la memoria y el recuerdo..
Las fiestas de la Virgen del Carmen deben ser un gran mensaje de amistad entre todos los pobladores de la ciudad, que es una sola en sus intereses y en sus necesidades sociales, y que requiere de todos para alcanzar el nivel de desarrollo material y humano, que seguimos anhelamos los trujillanos.
Las fiestas de la Virgen del Carmen deben contribuir al rescate total de nuestras mejores tradiciones para que Trujillo como entidad cultural siga manteniendo sus valores históricos patrimoniales con una presencia continua que lo haga definitivamente grande y ejemplarizante.
Trujillo Julio de 1982