Caracas, 6 oct (EFE).- En una calle de una zona popular de Caracas, Luis Sánchez, de 40 años, tiene estacionados un vehículo amarillo y una moto con un gran lazo verde, los dos primeros premios que ofrece en una rifa, una actividad común en espacios de ocio que ha convertido en su negocio desde hace un año, tras renunciar a su trabajo como mensajero.
Dedicado a tiempo completo a hacer rifas -una particular fuente de ingresos a la que se suman miles de venezolanos- Sánchez vende en 20 dólares los billetes de este sorteo, el tercero que lanza en lo que va de 2022 y cuyo tercer premio son 1.000 dólares en efectivo.
«Yo de ahí saco (para) mis gastos. Yo vivo alquilado, pago mi alquiler, mantengo a mi familia igual y mis comidas, (…) todo lo diario lo agarro de aquí de la rifa. Todavía queda capital de lo que uno invierte, y aparte de eso te queda un poquito de ganancia que es para subsistir, para comer», dijo Sánchez a EFE.
Su familia, de cuatro personas, necesita unos 800 dólares al mes para cubrir las necesidades mínimas de alimentación y otros gastos básicos, entre ellos de salud, servicios, higiene personal, vestido y calzado, según cálculos del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
MEJORES CONDICIONES PARA EL NEGOCIO
Con una moneda nacional que registraba altas tasas de devaluación a diario, antes era difícil para el venezolano hacer este tipo de sorteos, cuyos precios de los billetes perdían valor al ritmo que lo hacía el bolívar frente al dólar.
Pero cuando la divisa estadounidense empezó a ganar más terreno, a partir de 2019, hasta abarcar al menos la mitad de las transacciones, se fue haciendo más viable este negocio, en el que se usa el dólar, como en casi todo lo que se comercializa en la nación.
La dolarización de facto que se gestó en el país tras cuatro años inmerso en una hiperinflación, que terminó el pasado diciembre, también ha revivido grandes juegos de azar como las algunas loterías, que han vuelto después de un lustro en suspenso.
El economista Manuel Sutherland explicó a EFE que, con la dolarización, los organizadores de estas rifas populares tienen «mayor posibilidad de recuperar su plata fácilmente para comprar algo con lo que recojan».
«La dolarización ayuda en general a todo el comercio a tener un parámetro estable y un valor más o menos constante en el tiempo», dijo.
El auge de las rifas populares, añadió, tiene que ver también con «la pobreza y la incapacidad de acceder a un bien» en el país por los bajos salarios, por lo que «pagar 5 dólares por la oportunidad de tener una moto» representa una inversión «de bajo riesgo».
Según la encuestadora Datanálisis, el 55,5 % de la población tiene ingresos inferiores a 150 dólares mensuales.
UN COMPLEMENTO
Con Sutherland coincide Jonathan Bravo, un venezolano de 39 años de edad que también hace rifas, para quien este negocio -en el que también se sortean lotes de alimentos, cervezas, hospedajes en posadas y sesiones de masajes- se «están volviendo tendencia» en zonas populares, porque las personas ven atractivo dar una suma baja de dinero por la posibilidad de ganarse uno de estos premios.
«Las personas arriesgan 10 dólares y pueden tener una moto, arriesgan 5 dólares y pueden tener una línea blanca completa (electrodomésticos) para tu casa, con 20 dólares puedes tener una camioneta. Entonces, la gente está optando por las rifas ahorita por eso», dijo a EFE Bravo, quien en los cuatro primeros días vendió 60 boletos de un total de 1.000.
Bravo vende en 20 dólares los billetes de su rifa, la tercera que hace desde que empezó con este negocio, en febrero pasado, y en la que sortea una camioneta, una moto y otros cuatro premios de 250 dólares cada uno.
Estas rifas en sectores populares también se han organizado para costear gastos más urgentes, como una intervención quirúrgica o para la compra de una ambulancia para la comunidad.
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