La Valeranidad…vivencias de un pueblo contagioso

 Al cumplirse 202 años de su elevación al rango parroquial, Valera mantiene intacto el sentimiento de apego, contagio y efervescencia, como una de las ciudades de mayor atractivo socio-cultural, además de ser innegablemente aposento y terruño para lo multiétnico y multicultural. Nadie ha podido explicar,  porqué muchos de quienes llegan no quieren irse jamás.

 

 

Gabriel Montenegro.

Doña Mercedes Díaz, figura innegable del sentimiento valerano.

Sin lugar a dudas que una de los lugares del llamado “interior” de Venezuela con mayor atractivo para lo residencial, comercial, industrial e incluso cultural, lo es sin duda alguna la ciudad de Valera, denominada como  “ La comarca de Mercedes Díaz” en honor a la donadora de la mayoría de los terrenos donde se asienta su conformación territorial; también la “Ciudad de las Siete  Colinas” por estar rodeada de siete serranías que la hacen particularmente singular desde el punto de vista topográfico y además como corolario ha sido denominada la “pujante y laboriosa”, por aquello de su vertiginoso avance y movimiento comercial desde tiempos inmemoriales.

 

Historia de su conformación y desarrollo

Desde sus inicios como centro neurálgico de caminos por recorrer;  de encuentro de viajeros, comerciantes, centro de intercambio y paso obligado a otras regiones andinas, Valera aparece registrada en los mapas como una de las poblaciones de mayor movimiento y zona neurálgica de vital importancia en el país.

Los historiadores han debatido por largos años sobre la fecha exacta de su fundación, llegando a la conclusión que Valera no tuvo un acta fundacional como lar definitivo de una sociedad organizada desde el punto de vista político-territorial y tampoco de manera oficial alguna, ya que su desarrollo y poblamiento fue “in crescendo” de manera paulatina hasta transformarse en punto de referencia para el intercambio comercial, la compra venta de productos de diversos tipos y luego asiento de los primeros comercios y una incipiente industria que se desarrollaba de manera paralela.

Se sabe, que en los albores del siglo XV, tras el proceso de transculturización y la llegada de los primeros pobladores españoles y europeos, lo que hoy en día representa la mayor parte de su territorio estuvo frecuentada por nativos de la tribu los “Escuqueyes”, quienes a pesar de tener un dialecto distinto y costumbres muy particulares con los integrantes de otras tribus, eran los más cercanos a la meseta donde se asentó la comarca.

Antes de la llegada de los conquistadores, se cree también que los escuqueyes intercambiaban productos a través del trueque con otras tribus vecinas, vale decir los motatanes, jajoes, pitijoques y por supuesto los timotíes, quienes bajaban de los valles altos ubicados al suroeste de este centro neurálgico.

No podemos olvidar que además de muchas tribus a lo largo y ancho de nuestra extensión como estado, cohabitaban antes de la  conquista, grupos pertenecientes a la Gran Nación Cuica, sin embargo las más cercanas a nuestro valle y planicie eran los miquimboyes, jajoes, duríes, esnujaques, mucutíes y otros que estaban en las vecindades con los timotes, tal como ya lo explicamos.  A estos indios de las riberas del Momboy, en lo que fue después La Puerta, se les distinguió con el nombre de timotes. En Escuque y de allí hacia Betijoque, desde la zona baja hasta las inmediaciones del Lago de Maracaibo moraban los jirajaras, los escuqueyes, los isnotúes, los mosqueyes, los moporos, los tomoporos y los misoas,

Marcos Valera y el ordenamiento poblacional

 

El 1920, Valera celebró sus cien años de historia parroquial. Era la ciudad todavía rural, pero hermosa y acogedora

Luego de que el explorador español Diego García de Paredes fundara la primera capital de Trujillo precisamente en tierras del cacique Jaruma ( 1557) , a partir de 1630 o 1640, la corona española ( Archivo de Indias)  concede el uso y dominio de la población indígena al primer encomendero ibérico llegado a este lar, Don Marcos Valera (padre), quien comienza no solo la organización de las primeras viviendas y el asentamiento definitivo del poblado y por ende se da como un hecho el cruce del español invasor con la población nativa, originándose el natural mestizaje de nuestros poblados y tierras conquistadas.

A Marcos Valera padre, lo sucede su hijo del mismo nombre, quien cumple con lo establecido por la corona Española en cuanto a establecer un ordenamiento catastral (Valera pertenecía al cantón de Escuque) , definiéndose linderos, zonas pobladas por los nativos, residencia y permanencia de los peninsulares y todo lo que implicó la conformación de la totalidad de nuestros poblados, desde la llegada de los españoles y la conquista de estos vastos territorios que se inició desde El Tocuyo.

Valera fue entonces creciendo de manera vertiginosa y luego comenzarían a llegar los viajeros que obligatoriamente pasaban a otras regiones occidentales y extranjeros que alentados por la promesa de fortuna en las nuevas tierras descubiertas, veían este lugar como ideal para echar andar sus emprendimientos.

No sería sino hasta el año 1820, cuando Monseñor Lasso de la Vega, obispo de Mérida, a la cual Trujillo pertenecía en el orden de la autoridad religiosa católica, eleva el terruño local al rango de centro poblado parroquial y a partir de allí se inicia un nuevo período, el del desarrollo comercial y la organización comunitaria.

 

La Valera multiétnica y multicultural

La mezcla de razas blanca, india y luego negra, tal como ocurrió en la mayoría de nuestras naciones, permitió establecer el orden jerárquico de la nueva sociedad. A ello se sumó la llegada de nuevos españoles quienes echaron raíces en esta pequeña tierra y conformaron las primeras familias debidamente organizadas, destacando apellidos como Terán, Díaz, Pacheco, Araujo, Pérez, Labastida, Abreu, Romero, Valecillos, Villalobos, Ramírez, Linares, Villegas, Mejia, Jereéz, Álvarez, Toro, Gallardo, Rondón, Rodriguez, Paredes, Rojas, Azuaje, Becerra, Perdomo, Blanco, Artigas, Hernández, González, además de algunos inmigrantes franceses, alemanes y otros oriundos de las antilllas, pero en menor proporción.

Posteriormente y ya entrado el siglo XVII, se inicia el boom de los inmigrantes de otros países europeos, particularmente italianos, quienes llegaron no solo a enriquecer nuestro acervo histórico a formar parte de la sociedad valerana, sino cimentaron las bases del camino al verdadero desarrollo socio-cultural y la conformación definitiva de la sociedad valerana.

Músicos, escritores, poetas y algunos conocedores de las bellas artes en general, se sumaron al nuevo proceso de desarrollo valerano, iniciándose actividades de todo tipo, incluso festividades religiosas, nacimiento de los primeros centros educativos, planificación urbana, bibliotecas, servicios, básicos,  parques, plazas etc.

 

Bastiones del desarrollo económico

Valera siempre ha sido la ciudad comercial de Trujillo.

Como dijimos al principio, Valera ha sido considerada una ciudad donde la característica principal es el intercambio comercial y la empresa fructífera.

Hombres como don Domingo Giacopini, Josè Antonio Tagliafero, Pedro Pacheco Labastidas y los más emprendedores del momento, trabajaron arduamente para la consolidación de lo que hoy en día se expresa como Valera  «Dinámica y Señorial, «la pujante y emprendedora», la contagiosa y multicultural, la más comercial del estado Trujillo».

Es innegable sumar personajes destacadísimos como la propia Doña Mercedes Diaz, Monseñor Miguel Antonio Mejia, forjador y formador de comunidades y centros de enseñanza;  Guillemo Parra Farías (propulsor del templo de San Juan), Monseñor Josè Humberto Contreras, el planificador urbano más grade que ha pasado por este terruño; padre Juan de Dios Andrade, polémico y férreo combatiente contra lo que consideraba tiranías,, José Domingo Tejera, el padre Pedro Juárez, Joaquin Segundo Delgado, médicos como Pedro Emilio Carrillo, Luis Omar Rojas, Rafael Isidro Briceño, José Antonio Román, José Vasallo Cortés, Evencio Leòn Tang, Zacarias Suárez, Jorge Mandl, el doctor Mujica, Pedro Bazó, Ramón Zabala, Ramón Vielma, escritores como Adriano Gonzalez Leòn, Pedro Malavè Coll, Antonio Pèrez Carmona, José Pumar Paredes, Ramón Rivasáez, Ròmulo Aranguibel, benefactores y comerciantes como el propio Giacoppini, Giacomo Clèrico, don Pepe Muchacho, Asterio Bravo, Mario Maya (padre e hijo), Juan Haack, Jorge Dubuc Arjona, Longo Galante, Pedro Grassano, Filippo Sindoni, Tulio natale, Alfonso Battistel, Juan Abreu, Hortensio Hernàndez, Pedro Rosario Maggi, Horacio Colmenter, Salvador D´Albenzio, Roberto Faccin, Libio Lannaro, dirigentes deportivos de la talla del bachiller  Régulo Godoy, Dario Gamboa, Nancy Rosales, Benito Medina Machado, Alfredo Fuma Briceño, Obdulio Camacho, Silvio Rojo, Maria Arroyo, periodistas como Manuel Isidro Molina, Luis González, Rafael Ángel Lujano, Francisco Graterol Vargas, Régulo Jiménez, Andrés Atilio Miliani, Guillermo Montilla, Amábilis Quiñones. Estrellas del deporte como Vicente Laguna, niquitaense llegado desde muy joven, Ricardo “Cano” Salas ganador del Cinturón de Diamantes en México, Manuel Linares, Campeón Mundial de Lucha, Herman “Tarzán” Hernández y Rubén Fajardo, campeones suramericanos de rallie,

Aleidy Martínez, multicampeona de Ajedrez, Pedro Torres y ahora el Trompo Jesús González en las pesas, son solo referencias de que en deporte no nos quedamos atrás.

 

 

Artistas y músicos como Panchita Duarte, Grupo “Renacimiento”, el propio Laudelino Mejías, quien tenía familia en esta urbe y no dejó de echar sus parrandeadas musicales en la Valera romántica, Franco Sangermano, José Antonio Abreu, el maestro Fatale, Franco Acosta, Emiro Salas, Libio Arias, Sara Vera Leòn, Alirio Ocanto, Aristides Matheus, Sonia Bastidas, Beto Carreño, Alexandra y Toro y paremos de contar para destacar algunos de sus hijos ilustres que han marcado historia de una u otra manera.

 

El contagio Valerano

Pero más allá del gentilicio valerano, de la historia viva y menuda de la ciudad, existe como dijimos una especie de contagio misterioso, un “no sé qué” que enamora a quienes jamás han pisado esta tierra generosa, la cual bella y cándida princesa los enamora hasta el punto de no poder olvidarla y menos renunciar a ella.

Esa es Valera, la contagiosa; la cálida, la enigmática, la acogedora, la dinámica, la progresista, pero por encima de todo la ciudad que cautiva y de la cual nos sentimos orgullosos, incluso hasta quienes apenas comienzan a integrarse definitivamente.

Celebremos pues alborozados este nuevo aniversario. Son 202 años de experiencia parroquial, pero muchos de querencias y sentimiento fraterno y colectivo….Feliz cumpleaños nuestra Valera adorada.

 


Fuentes Consultadas

Valera dos siglos de Raúl Díaz Castañeda. Historia de Trujillo de Arturo Cardozo y Fundación «Negro Felipe».

 

 

 

 

 

 

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