Primero fue la fábrica de cigarros de don Juan María Spinetti en 1880, le siguió la producción de sombreros de cogollo de Juan Scrochi, luego el taller de alpargatas en 1884, Eduardo Gentini y su negocio de tabacos en 1895 y Constantino Murzi con su producción de fideos. Luego aparecieron los zapateros, los talabarteros, los carpinteros y la primera sastrería de Rudesindo Izarra. Era la Valera de antaño y sus primeras empresas, donde el aroma del pan que se horneaba artesanalmente se expandía por toda la aldea.
Desde siempre, en Valera se ha preparado un pan de calidad gracias al esfuerzo de un selecto grupo de panaderías y panaderos, quienes junto a sus familias han marcado su huella en el desarrollo valerano.
El oficio de hornear pan comienza en nuestra ciudad en 1873, cuando algunas familias se dedicaban a este arte y luego salían a venderlo casa por casa, hasta que Rafael Gallegos Celis establece la primera panadería en esta comarca, siendo sus maestros panaderos Rafael Ortiz y Pablo Tortebuy. Años más tarde Ricardo Henríquez y Pedro Magí abrieron otras panaderías.
El pan valerano está catalogado como uno de los más deliciosos de nuestro país. Este logro, es producto de los hornos de las panaderías, La Valerana de Hortensio Hernández y Joaquín Padilla, La Vencedora de Juan de Dios Ramírez, La Ancora de Mario Jerez, La Palmita del italiano Nino, La Valente del italiano Nebiolo, Santa Teresa con su pastelero estrella Giacomo Aliotta, La India de Víctor Lara, La Gaeta de Salvador y Mimi y la VimBac en el sector Las Delicias, sólo por recordar algunas de las más antiguas, que no sólo amasaban pan para los valeranos, sino que lo convirtieron en un producto de consumo nacional.
Exquisiteces como el afamado pan azucarado, pan V14, pan de mantequilla, pan con queso, las sabrosas acemas, las roscas, los bizcochos, las paledonias, los ponquecitos, las tostadas, las tortas, las galletas de leche, pan cruzado, pan pata e mula, los pastelitos rellenos de crema, las señoritas, las exquisitas bombas y el tradicional pan salado, forman parte de una lista de exquisiteces que cada panadería preparaba con su propia receta. Nuestro pan podía ser encontrado en cualquier terminal o aeropuerto, debido a su alta calidad, llegó a convertirse en un alimento que no faltaba en ninguna de nuestras mesas, sea cual fuera la clase social y en las cantinas escolares también fue de los favoritos a la hora de los recreos.
Los inmigrantes italianos y portugueses terminaron de consolidar esta industria en nuestra ciudad y fue así como abrieron puertas las panaderías Lisboa, Ángelo, Napolitana, La Florida, Suprema y D´Giacomino entre otras, de la mano de familias como Nardone, Pierantozzi, Aliotta, Bermi, Da Costa que nos sembraron también la costumbre europea de tomar café en las panaderías. Otras remembranzas nos relatan de cómo se podía comprar en aquellos lugares el llamado “pan duro”, que no era más que el pan que era devuelto al pasar determinado tiempo y no había sido vendido. Esta modalidad era utilizada por las personas de escasos recursos y su costo por bolsa era entre 0,25 (medio) y 0,50 (un real), suficiente para una abultada ración.
Ningún viajero que partía desde Valera, se marchaba sin su bolsa de pan y las solicitudes de parientes y amigos de otras latitudes, eran interminablesclamando por aquellos productos. Aún están frescos en nuestra memoria, los recuerdos de aquellas delicias que hoy sólo quedan para rememorarlas y dar gracias al creador por haberlas disfrutado.
Fuente: Periódico El Anunciador. Conversaciones con Amable “Pepino” González y Carlos Gil.