La Valera de alma buena / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

 

 

Para muchos estudiosos de la historia local, el nombre de Valera proviene del encomendero Marcos Valera, que administró estas tierras hace unos 400 años y lo que abundaba era la dulce caña… En Valera se inician los andes venezolanos. Fue elevada a parroquia eclesiástica el 15 de febrero de 1820 gracias al obispo Lasso de la Vega… El primer periódico que conoció la región andina nació en nuestra ciudad y fue bautizado como Diario de Valera. Y el primer registrador fue don Fabián Salas, era amante de la cañadonga, o sea, el caballito frenado.

La subida del río se hizo famosa en el mundo gracias al ciclista internacional, Cochise Rodríguez, quien la bautizó “la pared de la muerte” por lo difícil que era coronarla… Los pastelitos de Rosa Sayago y al mondongo de Catalina, había que hacerle la respectiva cola porque los valeranos gozaban degustando estas delicias de la cocina trujillana…

El restaurant El Conticinio en la Av. 10, nos trasladaba a otro mundo, el que allí llegaba no quería irse, la cervecita bien fría y la comida era más que exquisita, la atención de sus dueños enamoraba a la clientela. Fue uno de los espacios de sana diversión preferido por los valeranos hace 40 años… Juan de Dios se llevó al cementerio el secreto del más exquisito pan que hayan degustado los valeranos en toda su historia. Si usted quería que en Caracas le dieran “ya” el permiso para portar tremendo revólver en la cintura, le llevaba al funcionario pan de la panadería La Vencedora, y le aligeraban el proceso para tener una “escupe candela”…

Pablito Briceño se hizo famoso en el terminal de pasajeros con sus gritos vagabundos: Salieeenndooo para Timoteees”. Su bus con el pomposo nombre del “Huerfanito” llamaba la atención de los pasajeros quienes sensibilizados se montaban con Pablito, quien tenía el don de la palabra, lo que hacía más sabroso el viaje a Timotes…

“Chiquito mío” era un pequeño prestamista, con un detalle, solo negociaba con mesoneras a las que les prestaba al brinco el dinero que les exigiera. Allí nació el sobrenombre, al momento en que una que otra trabajadora de bares en la ciudad se le acercaba y le manifestaba: ”Ay, chiquito mío” estoy pelando y no son cambures, necesito que me preste 100 bolívares”, en un abrir y cerrar de ojos, la mesonera tenía en sus manos los bolivarianos, gracias a la generosidad de “Chiquito mío”.

 

Cocinando con leña…

 

En la Valera de antier, no habían llegado las cocinas, las amas de casa se las arreglaban cocinando con leña, el fogón vivía prendido el santo día, como no hay mal que por bien no venga; ni el mejor maestro de cocina en el mundo pudo igualar el toque sabrosón que le ponía el fogón a las comelonas que allí se preparaban.

 

El loco Alberto

 

Era dueño de un famoso hotel en la ciudad, parece que también tenía sus “cables pelados”, al momento en que llegaba una pareja de enamorados a alquilar una pieza para hacer el amor hasta el sol del nuevo día, Albertico, de lo más tranquilo, se daba a la tarea de averiguar que hacía la parejita en la habitación del hotel, había diseñado un ingenioso sistema de observación con lentes de larga vista que introducía por un pequeño hueco de la pared…

 

Los velorios de mi gente pobre…

 

Si en una barriada se moría un vecino, los parroquianos en señal de duelo cerraban la calle, no podía transitar ningún vehículo, tampoco solicitaban permiso a la Inspectoría. En plena calle, al aire libre, se hablaba maravillas del difunto, se tomaba café cerrero, se repartían cigarrillos, se compartía el exquisito chocolate con galletitas María…

No faltaba un experto en echar chistes que hacía reír hasta los familiares de quien había “pelado cacho”. A varios metros a la redonda se escuchaba el respetable rezo de mi papá Juan de Jesús Matheus, quien ganó fama en toda la ciudad, por la pasión y corazón que ponía en el Santo Rosario a golpe de las 12 de la noche, los presentes eran invitados a degustar una exquisita sopa de gallina negra…

 

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