París, 22 mar (EFE).- Las crisis del agua amenazan más que nunca la paz en el mundo, según la Unesco, que en un informe publicado este viernes cómo la energía y la tecnología interfieren y pesan cada vez más en la explotación de los recursos hídricos.
El coordinador del informe Richard Connor, explica que el agua «puede contribuir a la prosperidad», que donde está disponible «hay menos probabilidad de conflicto», mientras que cuando no hay acceso las consecuencias son «migración forzada, inseguridad alimentaria e impacto sobre la salud».
Por eso Connor considera clave analizar la importancia económica del agua en un mundo en el que cada vez el «estrés hídrico» es más notable por el cambio climático y en el que «2.200 millones de personas no tienen acceso al agua potable».
«No hay relación clara entre el agua y el nivel de producto interior bruto (PIB) per cápita», pero «solo los países más ricos pueden permitirse infraestructuras hidráulicas», puntualiza el experto.
Siete sectores económicos son responsables del 70 % de la contaminación del agua dulce en el mundo: el alimentario, el textil, la energía, la industria, la química, la farmacia y la minería.
Sobre la energía, los autores del informe resaltan que la eólica y la solar son la que más han crecido en la última década, pero en realidad siguen representando una «parte mínima» en comparación con los combustibles fósiles, de ahí que se busque acelerar los ritmos de desarrollo de las energías renovables.
En paralelo, hacen notar que el despliegue de las renovables consume una gran cantidad de recursos hídricos.
El litio es uno de los componentes que juega un rol esencial en la producción de equipamientos para las energías renovables, ya sea para alimentar vehículos o para almacenar la electricidad de fuentes intermitentes como la eólica y la solar, pero es un «gran consumidor y contaminador de agua», constata el experto.
De hecho, para producir una tonelada de litio se necesitan 2,2 millones de litros de agua.
Algo similar ocurre con el desarrollo tecnológico y la inteligencia artificial que contribuyen a estos procesos, por ejemplo, con los sistemas de ciberseguridad que protegen las infraestructuras.
La protección de esos sistemas queda en mano de los gobiernos y de las grandes tecnológicas, que en sus estudios medioambientales reconocen que su consumo de agua han aumentado hasta en un 30 % por las necesidades para la refrigeración de los equipos electrónicos, como las bases de datos.
A modo ilustrativo, la Unesco señala que la tercera veersión de ChatGPT utiliza 700.000 litros de agua al día.
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