- Entre pasillos vacíos y servicios colapsados, el núcleo de la Universidad de Los Andes (ULA) en el estado Trujillo lucha por mantenerse en pie. La caída en la matrícula y el éxodo de profesores reflejan el impacto de la crisis. Pese a todo, la institución resiste con el compromiso de su comunidad
Por Cotejo.info
Los pasillos de la Universidad de Los Andes, del Núcleo Universitario Rafael Rangel (ULA-Nurr), ubicado en Trujillo, están casi vacíos. La vibra estudiantil que existía hasta el año 2015 ya no está, así como no está el comedor, ni el cafetín, ni el transporte. Lo que hay en su lugar son estructuras deterioradas y autobuses fuera de servicio que enmarcan la entrada hacia una casa de estudios que, a primera impresión, parece abandonada.
Alrededor de 2.000 estudiantes inscritos, más de 100 profesores trabajando y un único autobús en funcionamiento, son datos que desde la coordinación académica del Núcleo Universitario Rafael Rangel se muestran como un avance respecto a años anteriores. Sin embargo, la cifra de inscritos para estudiar está muy lejos de los 6.000 estudiantes que hacían vida en el año 2000, aunque es mucho mayor a los apenas 500 estudiantes que se contabilizaron en el 2020.
Tras cumplir 53 años, la también llamada “villa universitaria” lucha por sobrevivir a los embates de la crisis, la migración, los bajos salarios, la falta de recursos y la deserción estudiantil. Las autoridades de la “casa que vence las sombras” trujillana en este momento no tiene ni para comprar bombillos.
El dinero no sobra y eso se nota
En la ULA-Nurr hay más estudiantes que hace cinco años, sin duda. Sin embargo, el perfil de estos estudiantes y las posibilidades que tienen no son las mismas que tuvieron quienes cursaron carreras y materias allí hace 15 años. Desayunar en la villa no es una opción sin una cafetería, almorzar sin comedor tampoco lo es. Mientras la cafetería cerró en 2018, el comedor hizo lo mismo un año después. Es por esto que quedarse hasta tarde es impensable en medio de una zona geográfica alejada de las ciudades que concentran la mayor población estudiantil (Valera y Trujillo) debido a un sistema de transporte que dejó de funcionar hace más de cinco años.
La cifra de 2.000 estudiantes manejada por la coordinación académica del Nurr no corresponde con la percepción de afluencia estudiantil que se tiene en los pasillos. No porque no sea correcta, sino porque la dinámica ha cambiado. Muchas clases son virtuales y los estudiantes van a clase y no se quedan a hacer vida en la universidad. Sin comida, sin baños activos y muchas veces sin agua, esa opción resulta inviable.
Los profesores tampoco están todos los días. Edixon Macías es jefe del departamento de ingeniería y profesor de dos materias de la carrera de Ingeniería Agrícola. Mientras en otra época iba a la Universidad de lunes a viernes, ahora solo asiste dos días a la semana. Entre las dos materias tiene solo cinco estudiantes y las clases son semipresenciales.
Esta dinámica refleja una realidad que se vive en la mayor parte de las universidades públicas del país. El director del Observatorio de Universidades (OBU), Carlos Meléndez, da cuenta de ello, y hace una lista de cifras que reflejan una crisis profunda en la infraestructura del sector universitario:
- 6 de cada 10 profesores y estudiantes no cuentan ni con laboratorios ni bibliotecas especializadas
- 88 % de los profesores reportan que no hay computadoras suficientes
- 78% profesores señalan que no hay suficientes videobeam
- 86% de los profesores no reciben materiales para sus clases
- 65% no tiene cubículo
- 85% no tiene baños que funcionen constantemente
- 91% no cuenta con servicio de agua continua
- 95% no tiene internet de forma continua
- 86% no tiene electricidad continua
“Estos son datos generales del sector universitario, pero estos porcentajes cambian radicalmente entre universidades públicas y privadas. Mientras en las públicas el 85% de la población universitaria no cuenta con servicios de baño, en las universidades privadas 9 de cada 10 acceden a baños en funcionamiento”, apunta Meléndez.
Pero las diferencias no se reflejan solo entre públicos y privados, sino que las condiciones cambian dependiendo de la zona geográfica. “En la medida que la crisis continúa, vamos viendo como las universidades privadas y algunas ubicadas en la capital tienden a tener mayores privilegios que las universidades que están en el interior del país”, señala el director del OBU.
Según Francys Mendoza, coordinadora académica de la ULA-Nurr el presupuesto no solo es escaso, sino que no se ejecuta. A la fecha, la universidad solo ha recibido el 3% (Bs. 160.288,80) del presupuesto aprobado para el año (Bs. 5.404.043).
Trabajar para estudiar
En medio de la crisis económica que ha enfrentado Venezuela, la realidad de las familias trujillanas cambió. El incremento de la pobreza reportada por Encovi en los últimos años (73,2% de pobreza en 2024) se agudiza en estados más deprimidos económicamente, como lo es Trujillo. Años atrás, la opción de estudiar en estados cercanos como Mérida, Lara y Zulia estaba sobre la mesa en las conversaciones familiares. Ahora, el costo de una residencia y lo que implica una estadía fuera de casa alejan esa opción para quienes antes la tenían.
Entonces, quienes deciden continuar con sus estudios universitarios miran las opciones dentro del estado. La universidad más importante desde hace más de 50 años en la entidad siempre ha sido la ULA-Nurr, pero sus condiciones actuales implica un alto costo para estudiar, aunque sea una casa de estudio pública. Solo el traslado para ver clase puede representar hasta 5 dólares diarios. Es por eso que gran parte de los estudiantes que asisten a la universidad tienen algún tipo de trabajo.
“Muchos de los muchachos trabajan, ellos han aprendido a jugar con su horario, solamente inscriben algunas materias porque el resto del tiempo están trabajando, o trabajan online. De alguna forma se ayudan, pero ellos llegan”, comentó la coordinadora académica.
Adolfo es un estudiante de Comunicación Social que cuenta cómo ha tenido que estudiar y trabajar desde el 2014, cuando apenas estaba en bachillerato. “Siempre he tenido que complementar trabajo y estudio, hubo un par de años en que por compromisos laborales tuve que faltar mucho a la universidad, pero ahora trabajo vía online, puedo jugar mejor con el tiempo y estoy apunto de terminar mis estudios”, comentó.
Muchas carreras, poca demanda y menos profesores
En la ULA de Trujillo actualmente se imparten 26 carreras. Mendoza señala que no todas tienen alta demanda. Mientras carreras como Farmacia, Derecho, Comunicación Social, Ingeniería en Sistemas y Educación en Lenguas Extranjeras llenan el cupo asignado, gran parte de las menciones de educación llevan dos semestres sin un inscrito. En general, la matrícula de nuevo ingreso varía entre 40 y 100 inscritos por carrera en cada corte.
“Los salarios del personal docente que ejerce luego de graduarse no es atractivo en ninguno de los niveles, entonces los muchachos prefieren hacer cualquier otra cosa antes de estudiar educación”, comentó la coordinadora académica de la ULA-Nurr.
La renuencia por estudiar educación entre la población juvenil se justifica en medio del entorno económico complejo. Los salarios de los educadores dependientes del Gobierno nacional o regional cada vez son menores y una expectativa de mejores ingresos tras graduarse como profesor de Literatura o de Historia no es muy alta. Por eso no hay alumnos en las aulas de educación, así como no hay tantos educadores en la villa universitaria.
No solo alumnos abandonaron las aulas en medio de la crisis, muchos profesores también se fueron. En la ULA-Nurr hacen vida cerca de 100 profesores, antes eran 150 o más.
Según los datos manejados por el Observatorio de Universidades, el 40% de los profesores renunciaron en medio de la crisis y 6 de cada 10 investigadores que publicaban en revistas científicas migraron a partir del 2010. Además, no solo cambió el número de profesores, sino también el estatus de cada uno de ellos.
“Estamos viendo un mayor número de jubilados activos, es decir, dando clases después del retiro. Eso nos lleva a que el 66 % de los profesores tiene 50 años o más y menos del 15% tiene 40 años o menos. Eso es importante resaltarlo porque la generación de relevo está hipotecada en la Educación Superior”, señala el director del Observatorio de Universidades, Carlos Meléndez.
Además, los datos también resaltan el hecho de que la mayoría de los profesores activos está entre las categorías de instructor o asistente, lo que muestra lo paralizado que se encuentra el ascenso académico en el país.
Estudiar, ¿un sacrificio?
En el 2021 Hugo Viera, junto a 13 de sus compañeros de cuarto año de Comunicación Social, decidió irse a Mérida al percibir que en un año y medio no habían podido terminar ni una materia. No había profesores, solo quedaban dos en el área. Kelvin Ángel es de los que decidió quedarse, tenía que cuidar el trabajo que había conseguido durante el tiempo de paro de la universidad. Y aunque estos dos estudiantes tomaron destinos distintos, para ambos y para los demás que siguen en la ULA, estudiar ha sido todo un sacrificio.
En unos años complejos, tanto Hugo como Kelvin han tenido que mezclar trabajo con estudio, esforzarse el doble para cumplir con las actividades de la universidad y solventar deficiencias con el dinero de su bolsillo, como la reciente recuperación de un autobús -tras años sin transporte- que se mantiene con el aporte de los estudiantes y personal del Núcleo que lo utilizan.
Hugo y Kelvin forman parte de un grupo de estudiantes que se mantiene en medio de un constante éxodo estudiantil. Muchos de los compañeros con los que empezaron la carrera están fuera del país.
Según la Encovi 2019/20, el 54% de los venezolanos que emigraron entre 2017 y 2019, fueron jóvenes de 15 a 29 años que interrumpieron su trayectoria educativa. Hoy, según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), 7,7 millones de venezolanos salieron del país, y la correlación de esto con la deserción estudiantil es evidente.
Un informe enviado por el gobierno venezolano a la Unesco muestra que de 2008 a 2018 se registró una disminución de la matrícula del 30%. Sin embargo, los datos manejados por el Observatorio de Universidades apuntan a que en la Universidad de los Andes, entre 2012 y 2021, el déficit de la matrícula llegó al 60%.
La ULA Trujillo sigue viva
Hay menos recursos, menos estudiantes y menos profesores, pero el Núcleo Universitario Rafael Rangel sigue en pie. La opción de graduarse en una institución pública con una larga trayectoria es viable en una región históricamente considerada como una de las más deprimidas del país.
Para el coordinador del área de Física de la ULA de Trujillo, Frank Sinatra Daboín, el Nurr es aún tierra fértil. “Por eso me quedé, porque hay mucho que explotar, porque trabajé, me desvelé y me esforcé mucho para llegar hasta donde estoy, y no hay crisis que pueda quitarle a alguien su pasión”.
Para la coordinadora académica, Francys Mendoza, la universidad aún ofrece una opción importante para que los estudiantes se formen.
“Esa formación que tú vas a tener, esa es tuya, esa la ganaste porque tú la luchaste, eso nadie te lo va a quitar, eso te abre los horizontes para resolver un problema y es tuyo”, comentó.
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