Por: Luis A. Villarreal P.
Todos decepcionados, atónitos: los rectores del CNE no oficialistas, el Grupo Internacional de Contacto, Human Rights Watch, PROVEA, OEA, la Comisión Exploratoria de la UE, Plataforma Unitaria, varios gobiernos. Por los procedimientos del oficialismo, y su retadora actitud, poniendo en tela de juicio el compromiso eleccionario y el diálogo. La mayoría sostiene que el propósito es ese: congelar el frío diálogo y desanimar a los votantes opositores para que los rojos y soterrados aliados hagan caída y mesa limpia el 21/11.
La partidocracia y los que tienen a las elecciones como única solución —aunque inseguras—, se han quedado perplejos principalmente por el encarcelamiento de Guevara y el hostigamiento a Guaidó (a Voluntad Popular) , lo que lógicamente intimida a todos los dirigentes. Mientras el oficialismo sigue con su programa para el establecimiento de las ciudades comunales, y de todo un accionar que hace ver ‘la normalidad de un gobierno en funciones’.
Al conocerse los desmanes del poder contra líderes opositores acusados, junto con paramilitares colombianos, de ser los causantes del despliegue de las bandas armadas en la Cota 905 y otros lugares de Caracas —precisamente en preparatoria de diálogo y camino a elecciones—, y de la reacción de oposicionistas ante la Casa Blanca, ‘desenmascarando una vez más’ al oficialismo venezolano —ya beneficiado con la supresión de algunas sanciones para mitigar el sufrimiento del pueblo—, lo que ha dado es desconcierto pleno, porque siguen malinterpretando —desconociendo— el modus operandi chavista por todos consabido: sus forcejeos y refriegas, su vehemencia por quedarse con el poder, siempre reiterando que: «no volverán…»
Creen aún los oposicionistas y el gobierno Washingtoniano que el poder cuestionado en Venezuela es mantequilla, o que la única vía es esperar en son de paz —vista gorda— para evitar ‘soluciones’ violentas, y a su vez una posible escalada con erupción de más conflictos en el globo.
¿Cuántas sanciones —y por cuánto tiempo— han impuesto a Cuba, Irán, a Corea del Norte? Allí están esos pueblos disminuidos de bienestar frente a sus robustos opresores; por eso se afirma que sanciones no cambian gobiernos, y le agregaría: solo languidecen a los pueblos y dan excusas y argumentos retóricos a los autócratas para que culpen a los sancionadores de sus exabruptos y desastres.
Las sanciones por sí solas —no acompañadas por un sostenido empeño multilateral en base a las normas internacionales— no van a producir el cambio deseado. Y este esfuerzo del mundo pro democrático, —del asedio diplomático necesario— también debe dejar al descubierto las oscuras y retrógradas intenciones de la geopolítica china y rusa, que con su sombra benefician el autoritarismo y la transgresión de normas universales que ocasionan profundo daño a los derechos humanos.
La excusa de Joe Biden es más desalentadora que la de su antecesor Donal Trump, porque es política puesta en ruedas por el Partido Demócrata en la presidencia de Barack Obama, que con su tolerancia —buscando buenas miradas hacia EEUU— fortaleció a adversarios y enemigos en desmedro del poder estadounidense. La Organización de Naciones Unidas, con su enorme nómina burocrática socialistoide, conoce pero no exige oportunamente correcciones ni soluciones. Sus actuaciones son súper tardías e irrespetadas, generando denegación de justicia internacional con la no aplicación —desuso— de las normas contenidas en los tratados.
Aún en el reducto dialoguista y electoral, hay que luchar por elecciones libres y limpias —sin inhabilitaciones ni presos políticos—, muy supervisadas tecnológicamente; de no ser así —de no exigir y contar con esa garantía— el electorado y muchos partidos no irán al baile el 21/11, a sabiendas de que con elecciones de ese tipo —aunque ‘su pulcritud la haya garantizado’ el TSJ a la Comisión de la UE— no terminaremos con la crisis y el sufrimiento venezolano.
El Acuerdo de Salvación Nacional es actuar en conjunto, compactos y determinados.