Por: Luis Hernández Contreras
En febrero de 1948 se realizaron las elecciones para escoger presidente de la República de Costa Rica. El Tribunal Electoral dio ganador al periodista Otilio Ulate, quien venció al candidato del gobierno, el expresidente Rafael Calderón Guardia, quien mandó entre 1940 y 1944. Al argumentarse desórdenes en el proceso, el Congreso decidió anular los comicios. Esto motivó al cafetalero José Figueres emprender una lucha armada desde su hacienda ubicada en el Cerro de la Muerte para imponer el orden. Tenía entre sus motivos combatir al comunismo pues cuestionaba el apoyo de este sector al gobierno de Teodoro Picado. Pasadas cuatro semanas del inicio de los combates, Figueres había sumado buena cantidad de hombres que lo apoyaban y dominaba el campo de acción. Sin dar un solo tiro, la guarnición de Cartago, la segunda del país, se rendía a los insurrectos pues el gobierno temía un ataque a la capital, San José, y evitar de este modo “un baño de sangre”.
Figueres tuvo entre sus estrechos colaboradores al sacerdote Benjamín Núñez, quien había diseñado un plan de paz que presentó al gobierno en compañía de tres embajadores, entre estos, el nuncio apostólico. Las negociaciones se centraron en la embajada mexicana, cuando inesperadamente, el presidente Teodoro Picado presentó su renuncia el 20 de abril, quedando encargado el ingeniero Santos León Herrera, un hombre de 74 años que asumió el interinato hasta el 8 de mayo, cuando Figueres asumiría el poder. El gobierno de Picado se vino al suelo, descomponiéndose, desmoronándose. Al salir hacia Nicaragua, donde sería secretario de Somoza, Picado dijo que “fuerzas insuperables están absolutamente decididas a hacernos perder esta lucha”. Agregó que “dejo a Costa Rica en paz, el nuevo gobierno está integrado por patriotas de indiscutible honradez”.
El llamado Ejército de Liberación de Figueres enarboló su pabellón victorioso en una pequeña población ubicada a doce kilómetros de Cartago. El 24 de abril, Figueres entró con sus hombres a San José dirigiéndose al cuartel de Bella Vista. El gobierno interino de Herrera lo nombró secretario de Relaciones Exteriores y titular del Ministerio de Seguridad Pública. Su lugarteniente, Francisco Orlich, hacendado de la zona de San Ramón, era el nuevo ministro de Fomento. El poder estaba en manos de Figueres, quien declaró que sentían el orgullo de ser los primeros que en el Hemisferio Occidental combatieron al comunismo “en el campo de batalla”.
San José recibió con júbilo a Figueres y sus hombres el 28 de abril en el “Desfile de la Victoria”. Unos 1.200 soldados uniformados de kaki entraron en orden a la capital, entretanto Figueres andaba en un auto descapotable, recibiendo un “baño de ramos y flores” a la vez que rechazaba el título de general, prefiriendo el de ciudadano. Dijo que “la guerra todavía continúa, aunque la lucha organizada haya terminado”. Confirmó que su “ejército” tuvo 33 bajas contra “más de mil hombres del gobierno”.
Como se dispuso en el Pacto de la Embajada de México, José Figueres asumió el mando el 8 de mayo de 1948, acordando con Otilio Ulate que se integraría una junta para redactar una Constitución y someterla a la Asamblea Constituyente. Ante todo, reconoció el triunfo de Ulate, quien iniciaría su gobierno en 1950. Otro cafetalero, nombrado embajador en Washington, expresó que “el éxito de la revolución costarricense demuestra que el pueblo no quiere aceptar el comunismo como medio de obtener las reformas sociales prometidas”.
Nacía de este modo la “Segunda República” fundada por José Figueres. Entre sus ministros estuvieron Benjamín Odio, Gonzalo Facio, Francisco Orlich y el padre Benjamín Núñez. La primera medida que tomó fue disolver el ejército y fundar una policía nacional adiestrada que garantizaría la seguridad interna. Como símbolo de este acto dio un mazazo el primero de diciembre de 1948, a un muro del torreón del cuartel de Bella Vista, en gesto de haber concluido la guerra civil.
La Unión Nacional, partido de Ulate arrasó en las elecciones para formalizar la Asamblea Constituyente, sin embargo, algunas fricciones se presentaron entre Figueres y Ulate. Estas fueron solventadas, máxime cuando el ministro de la Defensa, en abril de 1949, intentó imponer su capricho por su inconformidad con algunos ministros, lo que provocó la reacción de Figueres, desplegando fuego con saldo de prisioneros y unas veinte bajas.
En la escogencia de los integrantes de la Asamblea Nacional, los seguidores de Ulate volvieron a arrasar obteniendo 32 de los 45 escaños. El 8 de noviembre de 1949, antes de lo previsto, Otilio Ulate asumió el poder en compañía de los vicepresidentes Alberto Oreamundo Flores y Alfredo Volio Mata. Acentuó en su discurso que la Junta Fundadora de la Segunda República de Costa Rica depositó el poder en un gobierno de origen revolucionario, que no aspiró a retenerlo, continuándolo en otro de estructuración jurídica, con expresa renuncia del primero.
Resaltó Ulate que la Junta liderada y presidida José “Pepe” Figueres, líder cafetalero que iniciara una lucha desde su hacienda para poner las cosas en orden, según su criterio, se había hecho acreedora de la gratitud nacional. A los años, Figueres y Francisco Orlich serían elegidos presidentes de Costa Rica.
La lucha emprendida por siete hombres armados en sus haciendas y fincas, hizo posible el nacimiento de otro país.
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