LA REVOLUCIÓN DEL CAFÉ (1era parte)

AMÉRICA LATINA 1948-1998: DEL BOGOTAZO AL FORO DE SAO PAULO

 

Por: Luis Hernández Contreras

Un grupo de cafetaleros logró derrocar al gobierno de Costa Rica en 1948. Suena inverosímil, pero fue cierto. Un líder agrario, hacendado rebelde y valiente, al mando de siete hombres armados con escopetas de caza, pero con un plan de acción definido se enfrentó a las fuerzas del orden para combatir, según él, al comunismo. Solo bastó un término de casi dos meses, desde el 12 de marzo hasta su entrada triunfal el 28 de abril para echar al traste un sistema político e instaurar la llamada “Segunda República”.

Ese hombre se llamó José Figueres y era obstinado, valeroso y temerario. Respaldaba de este modo a su amigo, el periodista y político conservador Otilio Ulate, candidato del partido Unión Nacional quien había vencido en las elecciones del 8 de febrero de 1948, por más de diez mil votos, según el Tribunal Electoral, al expresidente liberal Rafael Calderón Guardia, postulado por el Partido Republicano Nacional Centrista, quien había gobernado entre 1940 y 1944. Argumentando irregularidades en el proceso de votación, el Congreso Nacional declaró la nulidad de los comicios. El gobierno del presidente Teodoro Picado respaldó esta decisión el primero de marzo. Ese día, Ulate visitaba a su amigo el médico Carlos Luis Valverde y la autoridad, creyendo que la casa del galeno era un depósito de armas, la ametralló. Dos policías murieron, Ulate quedó detenido y a los dos días Valverde fallecería. El candidato quedó en libertad gracias a la intermediación diplomática.

Diversos sectores acusaban al presidente Picado, un pacífico educador y abogado, de gobernar con el apoyo de los comunistas. El mandatario había llegado al poder con el respaldo socialcristiano, además con los votos de sectores de izquierda, entre ellos los seguidores de Moscú. El desconocimiento del triunfo de Ulate desató la ira de José Figueres, “Don Pepe”, como era conocido, quien el 12 de marzo, desde su hacienda cafetalera “Santa Elena”, ubicada en el Cerro de la Muerte, en el eje montañoso central de Costa Rica, en la aldea de Villa Mills, jurisdicción de la provincia de Cartago, con sus siete amigos, inicialmente, la emprendió contra el gobierno de Picado. Lo primero que hizo fue asaltar el Cuartel de Policía de San Ramón, a sesenta kilómetros de San José, la capital. Al rechazar las fuerzas oficiales el ataque, los alzados se replegaron hacia la plantación de café de Francisco Orlich, caudillo de esta zona. El gobierno decidió capturar a Figueres, pero sus hombres dieron muerte a quienes lo buscaban: un coronel que fue edecán de la presidencia de la república, un mayor excomandante de Cartago y un teniente. Al ser liquidados, los alzados lanzaron sus cuerpos por un precipicio debiendo ser recogidos por la Cruz Roja. Este hecho fue calificado como “el peor crimen cometido en Costa Rica”.

En medio de este escándalo, Figueres y sus hombres recibieron el apoyo de otros cafetaleros, de pequeños propietarios y campesinos que combatirían al comunismo por primera vez en América Latina, según el decir de “Don Pepe”. Era éste, un hombre de campo de 42 años de edad quien se formó en Estados Unidos para dedicarse a la agricultura. Se enfrentó a Calderón Guardia cuestionando su moralidad por lo que fue apresado y expulsado a la nación del Norte. Retornó en 1944 y sigilosamente, en silencio, con cautela, fue armando a sus hombres de confianza hasta convidarlos para fundar lo que llamaría la “Segunda República”.

Transcurrido un mes de las acciones, Figueres dominaba el terreno y ambos bandos decidieron suspender las hostilidades. El cacique rebelde se reunió con los embajadores de Estados Unidos, México y el nuncio papal. Presentó un pliego de condiciones al presidente Picado y se hizo representar por un sacerdote, el padre Benjamín Núñez, quien tenía como misión fundamental imponer un acuerdo de paz.

El gobierno de Picado iba en picada; varios de sus componentes huían hacia Nicaragua y desde esta nación, su ministro de la Defensa, el general Anastasio Somoza García, fundador de la dinastía que gobernó este país por décadas, anunciaba el envío de tropas a la frontera con Costa Rica. Esto originó protestas en la IX Conferencia Panamericana que se celebraba en Bogotá, elevando la queja el jefe de la delegación venezolana, el expresidente Rómulo Betancourt, enfrentándose éste al representante nicaragüense, quien argumentó que solo protegían su frontera sur.

Transcurrido un mes de la guerra, José Figueres y sus hombres bien sabían que tenían el triunfo en sus manos. Empleando la diplomacia y las armas abrían el camino a sus pretensiones: combatir al comunismo, derrocar al gobierno de Teodoro Picado y lograr que Otilio Ulate, el vencedor de las elecciones asumiera el poder. Sin embargo, era necesario consumar otros pasos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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