Un soñador entre los soñadores de La Puerta
En la cuarta década del siglo XX, a pesar de tantas vicisitudes que atraviesa la nación, había entre sus habitantes, grandes soñadores para el progreso de este pueblo, varios con la mirada puesta en el turismo, y algunos deseaban impulsar un gran movimiento mercantil con la producción agraria de la zona sub-paramera. La Puerta en su área urbana, era <<un bosque de gran diversidad en flora y fauna. La flora: grandes Jumangales (Cineros), arbustos como el Huesito, y arboles aguacates, que años tras años florecían y daban buenos frutos. Tenía grandes nacientes de agua, entre ellas la de la Caja de Agua, cerca la hoy Urbanización Valle Verde, otra naciente había cerca del trapiche de Luis Ignacio Araujo (Calle 4), y una tercera naciente en la Hacienda el Rosario (Los Barriales), esto debido a que esta zona es de origen glacial, por eso su abundancia en agua>> (Notas biográficas de José de Las Mercedes Briceño. Enviadas por Alfonso Briceño. Mérida. Noviembre 2.023); su fauna, era muy abundante para la época, se conseguía cachicamos, lapas, grandes bandadas de palomas de varias especies, que años, tras años, acudían a la montaña a comer Jumanges y también grandes bandadas de guacharacas, que hoy en día están en proceso de extinción.
Tiempos de bandadas de patos negros
Con los hacendados y gamonales, mercaderes de las tierras indígenas, por supuesto que quedaban en La Puerta, algunos resabios de las montoneras de los “ponchos y lagartijos”, pero estaban neutralizados por las fuerzas del Benemérito y luego, por los aires de la modernidad republicana. Otros impulsores de pueblo, se habían propuesto fomentarlo, urbanizarlo y poblarlo, eran prácticamente soñadores. Uno de esos soñadores, lo fue José de las Mercedes Briceño, quien le conversaba a uno de sus hijos, que el río Bomboy en su juventud, era de <<aguas abundantes y muy claritas, y en algunas veces del año llegaban muchas bandadas de patos negros y que mayormente caían por los lados de La Lagunita>>; estas bandadas, en nuestra cultura local tiene un particular significado.
Alfonso Briceño hijo de este personaje, nos refería, que <<Llegaban en determinada época del año, ya los pobladores sabían que eso iba a suceder, tomaban la ribera del caudaloso Bomboy, pero ya por altura y cansancio su aterrizaje final era cerca de La Lagunita (El Portachuelo), tierra de los Mukutís, eran grandes bandadas esparcidas por todo el gran Valle y sus pobladores hacían su agosto y por cierto casi siempre era por esos meses de los años 50- 60 aproximadamente>>; pudiera entenderse que cuando llegaban los patos negros, de gustosa y fibrosa carne, era como un tiempo venturoso y de mucha comida. Agregando que cuando él, era muchacho, se la pasaba pastoreando vacas, becerros y otros animales, en las orillas del río, <<otras veces el río bramaba y había que salir corriendo para recoger esos animales>> (Notas citadas), eran fenómenos naturales propios de esa época.
Cuando el viento jugaba con las cañas del Bomboy
Las posibilidades de trabajo estaba en los trapiches de la comarca, recuerda Alfonso Briceño que, <<entre El Calvario y el Molino donde habían varios trapiches, cada vez que se presentaban las correspondientes zafras de corte y molienda. Estos ingenios destinados a moler caña, inundaban el ambiente de las diferentes calles del poblado de tan dulce aroma a miel y panela, sin perjuicio a la salud de sus pobladores. En esos ingenios trabajaban, casi, sin descanso, hombres curtidos por la vida, entre otros más: los hermanos Aldana: Bartolo, Aniceto y Juan (Cachirulo); Julio Salcedo, Rafael Azuaje, Sr. Consio…>> (Notas citadas).
Después de la jornada, podía apreciar un espectáculo natural. José de Las Mercedes le explicaba a su hijo, que <<En las tardes después de cada faena y de regreso a su casa, decía, que el viento jugaba con las cañas; véalas, se mueven como en un baile, y acotaba, que el río baja desde La Puerta, de hacienda en hacienda, fecundando toda la vega; mueve pacientemente los trapiches; el viento frío se va volviendo más fino, veía como el bamboleo el venir e ir, el juego entre los cañaverales, que todo era un sin fin y voluptuoso baile, y sigue, rumbo a Valera; irá a caer, quizás en el Motatán, para luego ir al gran lago>> (Ídem); un regreso a casa, convertido en fenómeno poético o acontecimiento mágico, que solo en silencio, se podía percibir y disfrutar mejor, sin duda, solo ellos, los labriegos de los cañaverales, podían ver y entender.
José de Las Mercedes Briceño, nació en una vivienda ubicada entre las posesiones Las Delicias y El Molino, cerca de potreros y abrevaderos de pequeños cuadrúpedos y de las aguas del torrentoso Río Bomboy, en jurisdicción de la población de La Puerta, estado Trujillo, el 19 de marzo de 1.921, día de San José. De acuerdo a su partida de nacimiento, fue presentado por su propia mama, María Mercedes Briceño, vecina de este Municipio La Puerta, de donde posiblemente viene su segundo nombre. La madre, María Mercedes Briceño, mujer de labor, generosa, voluntariosa y de alta espiritualidad, asumió la responsabilidad integra de crianza, le dio el afecto, el cuido y los rigurosos valores y principios cristianos, con los que fue creciendo y de los que hizo gala en su madurez, al igual que a sus hermanos: José Esteban, quien fue electricista y trabajó como maquinista en la Champiñonera Interagro; Juan de Dios, trabajó toda su vida en la Línea La Puerta-Valera, María Ortilia se fue a vivir en Carcas, y César de Jesús Briceño, vivió en Mendoza y trabajó en Maracaibo, todos ya fallecidos.
En la hoja de vida, que nos suministró su hijo Alfonso Briceño, cofundador del Comité Pro Defensa de La Puerta, indica que fue el domingo, 19 de febrero de 1.950, a las 12 del medio día, cuando su padre, <<se casó con Luisa Teresa Delgado, hija del legendario Francisco Miguel Delgado (Don Pancho), el de la Rebelión de los Chopos de 1946, y de María Josefa Araujo de Delgado, esta, a su vez, hija, del General Juan Bautista Araujo Briceño, (Jajó 1.833-1.898)>>. (Notas biográficas enviadas por Alfonso Briceño. Mérida: 01/11/2.023); este matrimonio, duró 49 años, del cual nacieron tres hijos: Alfonso, Alfredo, que murió a temprana edad y Ada Briceño.
María Josefa Araujo de Delgado, era hija del General y Gobernador de Trujillo, Juan Bautista Araujo Briceño (1879-1966), hijo del general Juan Bautista Araujo, según lo historiografió Orlando Araujo, como el “último Caudillo a Caballo”; en torno a esto Alfonso rememora, <<mamá era muy conversadora, más que papá, me hablaba de su mamita Belén Miliani; quien era la segunda esposa del General Juan Bautista Araujo>>. En efecto, Belén (María Belén Miliani Balestrini 1887-1952) y este general, tuvieron varios hijos, de ellos, una niña de nombre Josefa María Araujo Miliani (n.1909) (My Heritage. Family Search), esta, madre de Luisa Teresa.
La pulpería de José de las Mercedes. ¡Sí Sr. Aquí, hay de todo!
Durante el tercer poblamiento de La Puerta, años 40, el establecer o montar una pulpería o bodega era un acto de riesgo; sin embargo, hubo hombres atrevidos que emprendieron estos negocios. La pulpería era una especie de poli comercio, de varios rubros mezclados con banca y préstamo, centro de información, sitio de entretenimiento, en fin, el pulpero debía tener la virtud de dominar todas esa disciplinas en la forma adecuada para una población como La Puerta, y sobre todo poder combatir el ¡No hay! Fueron el centro social imprescindible en cada vecindario.
El mostrador, viejo, raído por el paso del tiempo, decía que era madera muy buena, <<esa madera fue taladrada por los insectos que habían en grandes cantidades en el solar, mientras se secaban al sol>>, se las compraba a un señor de la Cordillera, de apellido Malpica.
Vendía el famoso Chimó “Malatobo”, lo llamaban así, porque era muy fuerte, (Gallos Malatobos), era producido por el señor Antonio Rivas y él le compraba casi toda su producción. Por largos años su proveedor favorito fue Antonio Pérez, de Escuque.
En el mostrador exhibía las cestas, en las que se destacaban, <<incitantes el amasijo, pan criollo, roscas, biscochos, cuca y muchos más aromas>>. Las cestas o manares, <<se los compraba a los Guajiros, que iban a La Puerta a venderlas y ya conociéndolas por su resistencia, le hacían encargos>>, marchantes zulianos.
Por allá, en la década de los años 40 o quizás antes, construyó su casa, al tiempo del Hotel Guadalupe, en la calle Páez, sector la Hoyada, son contemporáneas las construcciones; calle polvorienta en verano y llena de fango en días de lluvia; en la parte de atrás, <<una acequia que en época de riegos de la caña y plantaciones, pasaba por el final del solar, que colinda con Pedro Abilio, y desembocaba en el río, por los lados donde hoy está el estadio>>. Dispuso como área principal de dos salas grandes, una para la pulpería y otra para reuniones sociales, allí eran las tertulias cotidianas, se jugaba dominó y si se comía chimo a diestra y siniestra. En principio no tenía nombre, solo se le conocía como el negocio del señor José o José de las Mercedes, <<luego mi hermano hizo una tabla rústica y le escribió «El Andino» y así se conoció por mucho tiempo>>, pero era popular “donde José de las Mercedes”.
Igualmente rememora Briceño, << Entran y salen clientes a toda hora de la pulpería, preguntan que, si tiene tal cosa, esto y lo otro; él con reciedumbre y clara voz, les respondía: – Si Sr. Aquí, hay de todo>>. Reconoce del mismo modo que quien trabajó durante muchos años con su papá fue su leal cuñado Héctor Ramón Delgado.
Fue su gran proveedor de todo tipo de mercancía, de la habida y por haber el Sr. Antonio Pérez, “el Escuqueño” este le llevaba el famoso “Café Jirajara”; otro proveedor Sr. Antonio Rivas, con su chimo, el “Malatobo”, le compraba casi toda su producción.
Tanto él, como su cuñado Héctor Ramón, acostumbraban a dar regalos a los niños y clientela, <<Paciente siempre, cordial siempre. De cotiza y algunas veces con su sombrero atendía fervorosamente a sus clientes, y aquellos que eran fijos les guardaba un grano de maíz en un jarrón, y cada final de mes se lo contaba y dependiendo de la cantidad de granos acumulados le obsequiaba un presente>>, estimulando el consumo.
Al lado de lo pesado, no podía faltar nuestra granjería criolla, <<cantidad sacos de fique y coletas, todos abiertos con papas, maíz en diferentes variedades, harina criolla, sal granulada, en unas enormes cestas se destacaban, incitantes, el amasijo: acemas criollas, roscas de agua, bizcochos, paledonias, etc. Todas estas delicias eran elaboradas por artesanos locales, como las señoras: Victoria de Rivera, Carmen Carrasquero, Cristina Rodríguez, entre muchas más>>; nunca faltaba el querosén.
Su imaginario viaje a Cundinamarca
José de las Mercedes, nunca salió más allá de su terruño, solo lo hizo en su viaje imaginario a Cundinamarca. De su anecdotario, destaca que cuando iban sus clientes a comprarle algún producto y no lo tenían, tales como trigo, maíz, papas, sal en grano, <<les decía que fueran al día siguiente, eso sí, en horas de la tarde de manera tal que como era muy madrugador buscaba el carro que saliera más temprano para Valera, mayormente se iba en la famosa camioneta “La Linda”, en verdad no sé, cómo sabia él, que, la cordillera oriental de Colombia, era gran productora de esos rubros. ¿Para donde iba? Pues para Valera y llegaba derechito a donde Sixto Pineda y se venía full de todos esos rubros, luego de regresar a La Puerta, cuando llegaban de nuevo sus clientes les decían, ¡Ya fuiste tan rápido para Cundinamarca! José de las Mercedes, inmediatamente les respondía: – ¡Aaahhh pues, eso es allí mismito!!! >>. Sin duda, fue una persona de incansable trabajo, madrugador como nadie; severo sin dejar de ser cordial, bastaba mirarlo, así fuere de lejos, para identificar sus cualidades, sin formación educativa sistemática, gran autodidacta con los números y las cuentas mayormente.
Mostraba seguridad y también solidaridad y espiritualidad
Dotado de esa virtud de expresar seguridad y hacer sentir seguros a los que con él andaban, físicamente, los que lo conocimos, lo recordamos como un hombre de alta estatura, de fuerte y vigorosa complexión; su cara la distinguían sus ojos profundamente verdes, maxilares recios cuadrados; de vestir a diario en forma sencilla, nunca usó zapatos, solo cotizas de suela, también sombrero de cogollo o de pelo e’ guama.
Era devoto de San Isidro Labrador, además, <<Gran colaborador de las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Paz, allí, en su casa cada año se elaboraban las bellas y suntuosas bambalinas que adornaban las calles del poblado; como buen agricultor devoto de San Isidro Labrador. Individuo de gran sensibilidad y solidario con los más necesitados, ejemplo con el Sr. Virgilio Araujo, este por tener una discapacidad motora le brindó todo su apoyo hasta su muerte, e igual con otro Sr. de nombre Manuel que vino a prestar sus servicios en la hacienda el Rosario, le brindó cobijo en su casa que tenía cerca de la hacienda donde falleció…y así, y por muchos años, caminó desde su casa hasta la hacienda el Rosario, siempre bordeando el sinuoso río Bomboy, río discreto, intimista, algunas veces muy peligroso, y de lado grandes cañaverales y corpulentos arboles de pinos australianos, sauces, eucaliptos>>; hermoso paisaje tiempo con bosques de pino.
En la lucha histórica de la Puerta
En la década de los años 80, del siglo pasado, la población de La Puerta, fue objeto de la más descarada agresión contra su hábitat, su tierra de labor, a su rio, y al mismo derecho a la vida. José de Las Mercedes Briceño, no estuvo abstraído de esos hechos, fue uno de los vecinos, <<Activo y participativo en la demolición de las primeras estructuras del depredador proyecto urbanístico, el día 28 de mayo de 1.980 ante la inminente amenaza. Y asimismo, solidario el domingo de julio del mismo año, ante el Cabildo Abierto realizado en la plaza Bolívar de la localidad>>, este es el día de la dignidad de este pueblo.
El vecindario de José de las Mercedes. Aquilino y el viaje a la luna
En su sentida reseña, Alfonso Briceño, nos describe a su padre en plan comunitario: << solidario como siempre, pues les fiaba a todos, con la buena voluntad de solo la palabra, por si acaso, anotaba todo en un cuaderno con unos números muy raros que el solo entendía. Sus vecinos fueron: lado derecho Juana García, izquierdo: Sra. Prajedes Paredes, madre de la Sra. Teresa Paredes de Cordero, familia de su alta estima y consideración, Sra. que con gran sentido de reciedumbre educo a sus hijos, para ser hoy día todos profesionales de la república, por el frente: Sra. Guillermina Moreno, Francisco Terán y Aurora Araujo, esta trabajadora incansable de toda su vida en el Hotel Guadalupe, en la década de los 40; fondo Sr. Aquilino Terán; este era un personaje lleno de anécdotas, a tal punto que le decía a su amigo José de las Mercedes, que no creía, del viaje del hombre a la luna en 1.969; y que el padre Mario (Castillejo) no debía estar tocando las campanas a media noche, ya que eso era cometer sacrilegio>> (Ídem). Siempre rodeado de sus vecinos.
En la composición de imágenes muy antiguas, que se acompaña, tenemos: la 1, José de Las Mercedes Briceño, a mediados siglo XX; en la imagen 2, Luisa Teresa Delgado, hija del legendario “Pancho” Delgado, en el patio trasero de su casa, se observa en el lado derecho, la acequia de riego; en la 3, María Ortilia Briceño, hermana de José de Las Mercedes; en la 4, José de Las Mercedes Briceño, en los años 70; en la 5, Luisa Teresa Delgado, esposa de José de Las Mercedes; en la 6, Luisa Teresa Delgado, en el solar de su casa, en la Calle Páez, en el centro su hijo Alfonso Briceño, con niños del vecindario.
Nuestro agradecimiento al amigo Alfonso Briceño y a la ingeniera Ana Briceño, hijo y nieta respectivamente de este personaje, que hicieron posible recopilar la mayor cantidad de datos, información y fotografías.
Este mes de diciembre, se cumplen 24 años del fallecimiento de este vecino ejemplar de nuestra Parroquia. Nos satisface recordar a estos prohombres civiles que nos legaron, como preclara herencia, el sentimiento de querencia, identidad y pertenencia a este terruño, y de una consagración perenne a la prosperidad de La Puerta.
Murió en La Puerta, en 1999, a los 78 años de edad.