La Puerta: 1942, el año de «la pelona» / Por: Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

 

Corrían los fatigosos días de la hambruna en La Puerta, en los que, los pequeños agricultores y vecinos -según Chico Matheus, hijo-, se maleteaban las canastas raiceras por las costillas, llenas de arvejas, caraotas y otros productos, por la ruta del páramo, y de regreso, las traían cargadas de plátanos y cambures sin concha, los pelaban para que pesaran menos y poder transportarlas a pie, quien no tenía bestias, en ese viejo comercio con los pueblos del Sur del Lago de Maracaibo.

Ese año, para un pueblo tan pequeño, las noticias fatídicas llegaron como la ventisca serrana, además, al toque de las campanas de San Pablo, pasearon muchos difuntos, por decenas, rumbo al cementerio ubicado en el lateral oeste del río Bomboy, bastante cerca de la plaza Bolívar, como lo refirió don Mario Briceño Iragorry, donde hasta se podía meditar con los difuntos. Eso consumía a la limitada población, en congoja y miedo.

De esto recuerdan nuestros mayores que del páramo, se veía bajar gente desvelada a cualquier hora, llevando la parihuela con los desvalidos, quienes ya no podían montar en bestias, y a veces cargando la de los difuntos, hacían varias paradas, eran obligatorios los descansos en la «Cruz Grande», luego el de «Cruz Chiquita», y la parada en «Los Santicos», para persignarse, si aguantaba hasta este sitio, hablaba o se quejaba, podía tener chance de salvarse. Así eran las creencias. Horas más tarde, se veían bajar con cierto apuro por la Cuesta de los Rondones, los “cajones del último viaje” o “cajones pa’ enterrá” los difuntos, hechos de madera paramera en la rústica carpintería de Serafín Briceño, allá en la Mesa del aliso.

La casa del viejo Montilla, el faculto «médico de aguas», en La Puerta, se llenaba con dolientes para que le «reconocieran» y curaran al pariente enfermo, a alguno, lo llevaban al Hospital de Valera. Fueron tiempos dramáticos tanto para las familias afectadas, como para la comunidad que comenzó a rumorar que había llegado el tiempo de la «pelona».

A otros, simplemente los llevaban en la madrugada, vestido con su mortaja, directo a un cuarto cercano a la iglesia, a esperar que llegara el cura y le diera el rezo de la partida. Hubo lágrimas, angustia, duelos en las familias, porque se fue perdiendo la esperanza y el consuelo, que ya ni de los médicos esperaban.

Lo que escandalizó la situación fue cuando comenzaron a morirse los angelitos, el primero, ocurrió en el riñón del páramo, hijo de Teresa Rondón, de 48 años de edad, vivía en la Boca del Monte (25-08-1942. Acta N° 29. Libro de Nacimientos 1942. Registro Civil de La Puerta), la causa del fallecimiento de acuerdo a la información del Dr. Rómulo Aranguibel, «asfixia durante el parto».

En el mes siguiente, en el caserío La Cordillera, vía La Lagunita, una joven de 19 años de edad, María Agustina Sánchez, se le murió una niña; no pudieron determinar la causa de muerte (Acta N° 34,09-09-1942. Libro de Nacimientos 1942. Registro Civil de La Puerta). Los comentarios de los supersticiosos, no tuvieron espera, definitivamente había llegado «la pelona».

La “pelona”, entre nuestros mayores, es sinónimo de muerte, y cuando se comenta que llegó, hay preocupación colectiva, porque se lleva a varios cristianos en corto tiempo, por eso, aun con los rezos, aconsejan que si se llega a ver alguna mujer extraña, sola y de espaldas, es mejor dejar de verla, antes de que muestre la cara, porque se lo lleva; igualmente aconsejan “taparse la cara y rezar un Avemaría”.

En octubre, tampoco se pudo definir la causa del fallecimiento del hijo de Luisa Sulbarán, de 23 años de edad, habitante del caserío El Molino (Acta N° 41, 10-11-1942. Libro de Nacimientos 1942. Registro Civil de La Puerta), a pesar que la autoridad municipal, solicitó datos exhaustivos a los familiares.
Pero lo que hizo subir la consternación de la comunidad portense fue que ese mismo día, se supo de la muerte de los mellizos de Demetria Molina, joven de 23 años de edad, vecina de La Puerta, de los que tampoco se logró saber el motivo del fallecimiento (Acta N° 42, 10-11-1942. Libro de Nacimientos 1942. Registro Civil de La Puerta); ese año, reinó la incertidumbre y el miedo.

Para los creyentes, la causa era la falta de fe y vida espiritual; para los supersticiosos consideraban que faltaban «facultos» y curanderos buenos como los de la zona baja; y los afincados en la realidad la achacaron a ese mal universal llamado: hambruna. De los adultos que murieron ese año, podrán leer en su respectiva partida mortuoria, la frase «enfermedad mal definida», como causa de la muerte. Los asientos de los libros de Registro Civil de la Prefectura son exactos, ese año, en este pueblo tan reducido, fueron 50 los difuntos.

 

 

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