El nombre de Luisa Teresa Lanz de León es muy conocido en el Estado Aragua. Hablar de la Profesora Lanz es hablar de uno de los iconos de la educación en el estado, una mujer que ha dedicado toda su vida a trabajar cultivando mentes, primero como directora del Liceo Codazzi, donde varias generaciones de aragüeños cursaron su bachillerato, y luego desde el Instituto de Educación Integral, que fundó hace 50 años para que sus hijas tuvieran la educación que ella quería darles.
Luisa Teresa es estricta y exigente. Nunca ha “comido cuento”. Y sus alumnos la respetan por ello. Recuerdo la anécdota de un muchacho del Codazzi que iba a presentar un examen, que cuando la vio a la entrada del aula, le dijo “si me raspan, me suicido”. Y la Profesora Lanz, inmutable, le respondió: “pues iremos a su velorio, joven”.
Desde el Instituto de Educación Integral, hecho a su imagen y semejanza, los niños y jóvenes no sólo cumplen el currículum del Ministerio de Educación, sino que paralelamente se forman en arte y música, disciplinas sobradamente probadas en el aprendizaje de seres humanos completos. El concurso de lectura –en el que llegaron a participar casi todos los alumnos de todas las instituciones educativas de Aragua, fue su creación. La solidaridad es una de las banderas del colegio. Yo misma puedo dar fe de ello, porque mis hijas estudiaron allí.
Conocí a la Profesora Lanz el día que fui a inscribirlas. Me preguntó que a qué grado iban las niñitas: “dos a quinto grado y la otra a primero”. Ella consultó una carpeta y me dijo que tenía cupo en ambos grados, que sólo tenía que hablar con su hermana Hortencia, encargada de las inscripciones. Como mi hija Tuti es una niña especial, le dije: “un momento, profesora. Hay un problema”. Y comencé a relatarle el calvario del caso de Tuti. Yo hablé como veinte minutos seguidos y ella me escuchó con atención. Cuando terminé de hablar, ella extendió sus manos por encima del escritorio, tomó las mías y me dijo “hija, tú me has hablado de un problema. Yo quiero que tú sepas que para mí eso no es ningún problema. Las puertas del Instituto de Educación Integral y de mi corazón están abiertas para tu hijita”. Aún al día de hoy, veintiún años después, mis ojos se llenan de lágrimas al relatar esta historia.
Cuando comenzaron las clases en septiembre, me llamó por teléfono el día antes para pedirme que no enviara a Tuti ese día. La razón era que ella y la Coordinadora Pedagógica, Luz Castro de Leonardi, fueron salón por salón, desde preescolar hasta quinto año de bachillerato, a explicarles a los alumnos que al día siguiente vendría una niña que no caminaba ni hablaba bien, pero que entendía todo. Que todos tenían que ayudarla. Y así lo hicieron. Era conmovedor ver cómo los pequeñitos la ayudaban a abrir el termo durante el recreo y le servían el jugo. Los grandes la protegían. Sus compañeros de grado eran “patria o muerte” con ella. Los profesores, una inspiración. Luisa Teresa Lanz practicaba la integración antes de que muchos en el mundo civilizado.
Demás está decir que Tuti fue la niña más feliz en su colegio. Ahora que el “bullying” hace de las suyas, una niña que pudo haber sido hostigada fue recibida con amor, estimulada, apoyada, aplaudida. Todo gracias al extraordinario sentido pedagógico de la Profesora Lanz.
Hace unos años, cuando Montblanc realizaba el Concurso Cartas de Amor, Tuti participó con una carta a su colegio. Una carta que trasluce felicidad y gratitud. Y sus compañeros hoy en día, ya todos mayores de treinta años, son mejores adultos por haberla tenido a ella de compañera. No tengo cómo agradecerle su generosidad, su entrega, su amor.
La Profesora Lanz acaba de cumplir 91 años y sigue yendo al colegio a diario. Está activa y lúcida como en sus mejores momentos. Su impronta e influencia la llevan miles de personas que tuvieron el privilegio de ser sus alumnos. Vaya este sentido homenaje, lleno de cariño, respeto y admiración, a una de las próceres civiles venezolanas más importantes de su generación.