La procesión va por dentro Por Juan(cho) José Barreto González

 

 

 

Desde que es concebido, el ser humano vive inmerso en un mundo de signos donde “todo significa sin cesar”. Salirse de esta enorme placenta significante es imposible, aquí residimos y recibimos todos los efectos y afectos. También una enorme membrana de lenguajes hila, cruzan, hieren y curan la vida en ese mundo demasiado humano. Quienes creemos en la vida comunitaria, debemos trabajar con mucho cuidado las palabras amatorias para ayudar a curar-nos, es decir, cura entre nosotros. No estoy hablando de finura o refinura. Buscamos desde este oficio medicinal, sobar la parte enferma para que se active de otra manera. Si volvemos a caminar, ese volver a caminar no puede ser igual al primero. Después de una enfermedad si repetimos el ciclo, volveremos a enfermar. El lenguaje sufrido ha invadido la vida, también ha enfermado. Después de la enfermedad, si repetimos el lenguaje, volveremos a enfermar.

Si usted está enferma o enfermo, según sea el caso, usted no puede curarme. Si yo estoy enfermo, menos. Lo medicinal no puede surgir desde el padecimiento sino a partir de la invención de nuevas formas de con-vivir. Vivir con el otro inventando en comunidad para no repetir ciclos y lenguajes. La convivencia no debe concebirse como recurrencia, como combinación de padecimientos y repeticiones, sino como esa capacidad curativa para evitar que aquello que maltrata vuelva a repetirse. Sencillamente es imposible curarse si una persona o un pueblo no están resueltamente conscientes de su enfermedad, si no asume con valentía que está inmerso en un mundo radicalmente enfermo, es decir, enfermo desde la raíz. Si ese mundo-casa-placenta-membrana nos ha vuelto sufridos, las formas liberadoras deben serlo de tal manera para realmente lograr sobar, salvar, liberar la vida que pareciera para algunos estar condenada a la muerte. Esas formas liberadoras “están por ahí” en el “arroz con mango” de la “sabiduría milenaria de los pueblos”. Formas que combinan todos los “hablares posibles” desde un “yo con yo” a un esplendoroso “entrenosotros”. Cuando escribimos vamos a hablar, es una invitación a conversar, a mirarse un poco sin prejuicios para ver quien lanza la primera palabra. Para hilar fragmentos y crear la imagen sensible de la trascendencia y no insistir en el fragmento porque ahora ya es parte de ese “arroz con mango” sabroso de lo pluriversal y pluriverbal. Para todo esto debemos aprender a querer y comunicarnos desde la diferencia. La procesión va por dentro, los murmullos y cantos se confunden y una voz extraña, plural y multiforme irriga los colores de la tarde…

 

inyoinyo@gmail.com

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