Valera es una ciudad mágica, por sus calles y avenidas se puede sentir ese calor singular de una región predestinada a dar importantes aportes a la humanidad. La historia nos habla de trujillanos universales, que han contribuido no solo al engrandecimiento de nuestra tierra sino a la humanidad.
En el sur del estado Bolívar, hay un sitio único conocido en lengua pemón como Kerepakupai-Merú, que significa «Salto del lugar más profundo» el verdadero nombre de lo que conocemos como el Salto Ángel. Resulta y acontece, que un nativo de estas tierras nacido en 1883, en ese encantador pueblo de la serranía andina trujillana, Jajó, que se llamó Ernesto Sánchez La Cruz, fue el primer venezolano que descubrió esa enorme caída de agua, en 1910.
Sánchez La Cruz fue un explorador nato. En el estado Bolívar se casó y de su unión nacieron 6 hijos, en Ciudad Bolívar y vivieron a orillas del río Orinoco. Su esposa hacía ropa y mediante el trueque con los indígenas, intercambiando ropa por granos y semillas. Ernesto Sánchez La Cruz fue hijo de Fernanda La Cruz González y el Capitán de Navío Pedro José Sánchez Wilson.
Hoy debemos rescatar para las nuevas generaciones que el trujillano, natural de Jajó, Ernesto Sánchez La Cruz, fue el primer venezolano que caminó la Selva Venezolana, hasta llegar al Kerepakupaí-Merú, llamado erróneamente Churún-Merú. Fue un disidente político en su tiempo, estuvo en la Marina de Guerra, hoy Armada, luego pagó prisión militar, al lograr su libertad condicional se fue a la Selva del Estado Bolívar, para explotar el balata, de donde se hacían los cauchos de origen vegetal, la sarrapia (árbol que se utiliza para la confección de muebles y que da una almendra de donde se saca un endulzante natural) además de buscar oro.
En ocasiones trabajó como guía explorador a diversas expediciones. Narra en sus crónicas que cuando divisó el Salto, “la pluma de agua que caía desde el cielo, la cual sobrecogía el alma”, hizo un croquis detallado del lugar y lo entregó, notificando el hallazgo, al Gerente de la Casa Blohm de Ciudad Bolívar para finales del año 1910. Luego éste, a su vez, dio parte a la autoridad respectiva, que era el director de Fronteras de la época, quien se trasladó un año después a la Casa Blohm a ver el croquis y conocer el Salto. Después se enfermó y se recuperó en los llanos venezolanos y luego se mudó a la capital de la República, donde falleció, luego de la caída del Gobierno de Juan Vicente Gómez.
Civilista trujillano
Otro trujillano, civilista y ensayista lo fue don Mario Briceño Iragorry, nacido el 15 de septiembre de 1897, en la ciudad de Trujillo, hijo mayor de Jesús Briceño Valero y de María Iragorry. Estudió la primaria en Trujillo, y el bachillerato en el Colegio Federal de Varones de Valera (hoy Liceo “Rafael Rangel”). En 1912 se trasladó a Caracas e ingresó a la Academia Militar donde conoció al futuro presidente Isaías Medina Angarita. En 1914, regresó a Trujillo donde ejerció el periodismo. Se trasladó a Mérida en 1918 para seguir estudios de Derecho en la Universidad de Los Andes, donde en 1920, se graduó de abogado.
En 1923 se casó en la ciudad de Mérida con Josefina Picón Gabaldón. Fue director de Política y encargado de la secretaría del estado Mérida en 1919. En 1921 regresó a Caracas, ingresando a la Dirección de Política Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores junto a Lisandro Alvarado, Jacinto Fombona Pachano y José Antonio Ramos Sucre. Simultáneamente, era docente del Liceo Andrés Bello, del cual llegó a ser director. En 1922 se convirtió en secretario de la Cámara de Diputados y luego en el mundo diplomático se destacó como Cónsul de Venezuela en Nueva Orleans (1923-25).
Después vino a nuestro estado en 1927, y ejerció la presidencia interina de Gobierno, -antes la Gobernación, se le llamaba Presidencia. Ese mismo año, fue designado Director de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCV. Más tarde, en 1928, fue designado presidente del estado Carabobo y posteriormente secretario de la Universidad Central de Venezuela. Mario Briceño Iragorry se incorporó a la Academia Nacional de la Historia y de la Lengua en 1932. Desde 1936 hasta 1941 fue ministro plenipotenciario en Centroamérica, con sede en San José, Costa Rica y luego Embajador en Colombia. Dejó una amplia obra escrita. Ha sido quizás el trujillano más universal que hemos tenido.
jmateusli@gmail.com