<…Se daña menos cuando se desconfía de las palabras que cuando se les otorga una confianza excesiva> V. Havel. La palabra. En Revista Letra, No 16. 1986. P. 16.
Pienso que una vía, no la única, para intentar comprender la identidad del venezolano y su eterna crisis, anida en sus ideas de ciudadanía, sociedad, institucionalidad y democracia, ello así pasaría por averiguar cuál es su criterio de verdad respectiva en su conducta y hábitos. No es una exageración afirmar que éste se desplaza en función de mitos, leyendas, contextos políticos e ideas de poder, gusto por doblar las rodillas ante cualquier uniformidad, culto a las personalidades autoritarias, amigo de trabajar si lo obligan y un gusto casi enfermizo por cualquier cosa que le regalen desde el gobierno. Su organización social si bien no es con la intención de avanzar al ritmo de otras sociedades, muestra una pluralidad de actores sociales y cuadros políticos en todos los espacios, desde el religioso hasta los de mitologías y leyendas salvajes. Sin embargo, no por eso la cultura democrática y de ciudadanía destaca en la conducta y ello hace que cualquier propuesta autoritaria y dictatorial imponga su seducción como esa postmoderna de cultivar voto por miseria. No hay escenario social: universidades, escuela, iglesia, culto, hospital, sindicato, ejército, medios de opinión, clínica, cárcel, fábrica, colegio profesional u otros; que no existan mendigando al poder de turno cualquier ayudita. La cultura del autofinanciamiento no existe aquí salvo en algunas empresas privadas. La práctica discursiva de esos actores es curiosamente plástica a la hora de mostrar sus hábitos cuando se es oposición o cuando se es gobierno. Una cierta cultura del héroe romántico y abusador se impone en los tiempos como para dar un déficit de ciudadanía democrática frente a los autoritarismos registrados. Es incomprensible la práctica discursiva de los historiadores cuando hacen esfuerzos por ocultar tal autoritarismo en sus textos y muestran a esos seres cuando son gobierno como <servidores públicos, patriotas y nacionalistas, no asesino, no torturador, no dictador>. Al averiguar un poco desde los trabajos de M. Foucault encontramos que <…El poder está en todas partes; no es que él englobe todo, sino que viene de todos lados>. En tal sentido, los amigos del cadáver llamado izquierda tendrían que revisar sus ingenuas ideas como esta: <El pueblo tomó el poder>. ¡No!, no hay tal cosa mis amigos. Compare discursos y épocas con sujetos de ese discurso y encontrará palabras roídas, vaciadas de contenido real. Compare propuestas de gobierno con ejecutorias y las sorpresas le mostrarán el camino de una verdad llorosa y débil. Unos datos para que pierda la inocencia: <…Falso. Jamás me he reunido con ellos. (…), ni estamos dispuestos a hacerlo>Respondió el Sr. H. R. Chávez en 1992 a la periodista del diario El Nacional, ante la pregunta: <Se le acusa de haberse reunido con la guerrilla colombiana> Luego siendo presidente, entre muchas afirmaciones rescato esta: <…Que nos investiguen, vamos, que hagan y digan lo que quieran, que nosotros garantizaremos la libertad de expresión incluso hasta el abuso. (…)> respondiendo a Mempo Giardinelli el 10-10-1999. Sin estos ejercicios no podemos comprender qué nos ha ocurrido para llegar a esta crisis de largo aliento. La palabra y un culto sin sospecha estarían, a mi juicio, en el centro del huracán. En efecto, que se confunda Estado con gobierno y un simple uniforme con autoridad hace que los abusos de poder pasen como idea de éste y no es así. Que no se entreguen cuentas cuando se administra dinero o recursos del Estado, no importa en cuál institución y eso pase como idea de poder es parte de nuestra incultura democrática y de ciudadanía. Hay mucho más a deducir desde estas ideas pero el espacio del texto obliga a resumir. Las palabras no son neutras, piense usted solamente en la cárcel como empresa y ya dudará de su denominación penal. Por ejemplo: ¿Funcionan en ese espacio individuos como gerentes, supervisores y controladores ilegales de libertad frente a cualquier discurso judicial del Estado? Saque sus conclusiones.
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