Por: José Rosario Araujo
Una placida tarde del domingo sumergido en la biblioteca-estudio de mi apartamento, recorriendo aquellas tierras de Cuicas, de leyendas y de historia de la pluma inolvidable de aquel escuqueño amigo Antonio Pérez Carmona.
Bajo un silencio total, incrustado en aquel día pintoresco y colorido en donde acompañado de mi extrañado amigo, transitando por aquellas historias de aquel Trujillo “heroico y florido”, que me hace recordar relatos que acompañaron mi niñez.
Con la pluma fecunda del Poeta de la Tierra de Nubes, puedo apreciar la figura majestuosa del General Juan Araujo; el León de la Cordillera; paladín de nuestros caudillos trujillanos, con su barba mecida por el viento de Jajo.
Con todas su vivencias y anécdotas, con sus hazañas militares, que siempre han sido tan nuestras, tan trujillanas, con las que uno creció y viven, tan dentro de uno, en nuestra sangre, en la estirpe de los trujillanos.
Transito como el protagonista de Cuento de Navidad; Ebeneze Scrooge; pero conducido por Pérez Carmona en un viaje pintoresco y plagado de alegrías, anécdotas, topándome con aquel payaso “jurungo” Domingo Giaccopini del que tanto oí hablar en mi niñez.
Aquel hombre venido de la isla de Elba, que inundó los caminos de San Lázaro, Mendoza Fría y Monte Carmelo, con sus actuaciones pintorescas de mago, farsante, saltimbanqui y bromista que hizo reír a tantos y rabiar a pocos.
Con mi amigo poeta aplaudí y reí a mandíbula batiente las bromas del benefactor de la Ciudad de la Siete Colinas, donador de los terrenos del Hospital Nuestra Señora de la Paz a principios del siglo pasado.
Rememore los relatos de mis tías-madres Ana y Esther sobre el General González Pacheco, sintiendo la rabia del doctor y militar al ver la traición en Tovar, del cambio de municiones que evito que dieran al traste la invasión de Cipriano.
Repase con este relato tantas narraciones escuchadas y leídas sobre la misión encomendada a dos de mis antepasados Pepe y Tomás Garbi, Generales liberales de su Estado Mayor, de contener los saqueos cuando ese ejercito vengaba atacando a Trujillo, la traición de Carrillo Guerra.
Con la Chivita de Oro ofrecida por Xenes Urdaneta, me llevo por la simpatía bromista que me inmortaliza al tan recordado Pepe Delgado, parte de la esencia de nuestra ciudad de Mercedes Díaz, que siempre se encontró en sus calles para compartir una broma, una risa o una de sus dotes culinarias.
Tantos años vividos y que siempre está allí y estuvo, por la amistad que nos unió y que lo hermanó con mi familia.
Con la narración del Poeta, despertó en mis años de “madurez”, para no decir otro término, la alegría pueblerina de la llegada del circo y descubrí otra vez; ya que no es la primera vez en que me apasiona las páginas de “Hombres y Tierra Mágica”, que el misterio del circo nos atrapa, con sus hermosas mujeres y su sortilegio.
En el silencio de mi biblioteca, solamente interrumpido por mi esposa Jackelin al traerme un café, mi mente viaja a aquel terruño lleno de leyendas, relatos, historias y mitos que retratan lo que somos como trujillanos, añejado por el texto de aquel hijo adoptivo de la comarca valerana llegado del caserío la Media Luna de Escuque.
Viajamos por los rincones de la bohemia trujillana, con las mariposas de los amores de alquiler de aquellos lugares como el Arco Iris y la Piscina, sitios que fueron signados por la violencia y la muerte que tanto hemos oído en relatos de la historia oscura de la tierra de los Díaz y los Mejías.
Esa tarde con la presencia de amigos que ya partieron; Hugo Dubuc, Pepe Delgado y Francisco Prada; en este sitio; mi biblioteca; donde coinciden tantos relatos, historias, ideas y pensamientos camino por mi terruño querido, amor que gente llegada de otras partes no pudo acabar y Pérez Carmona con su pluma fecunda siempre despierta.
A pesar de imposiciones caudillistas que no lograron dormir el amor por nuestra tierra, hoy más que nunca las despierta el Poeta Pérez Carmona, a pesar de encontrarme en otro nivel de nuestra historia. Pero nunca es tarde para volver a ella.
En “Hombres y Tierras Mágicas” me hizo volver cuando, días antes de su despedida, el Poeta me recordó los sufrimientos que toleró a los esbirros de la Seguridad Nacional en aquellos tiempos de dictadura.
Con el capítulo “La Guerrilla-Guerrita” volví a tantas tertulias con el Poeta y su cuñado el Quijote Trujillano, con quienes faltaron tantas conversas y reuniones para escuchar la historia contada por sus protagonistas.
Pérez Carmona debía ser leído para conocer nuestra esencia de trujillanos y andinos. Sus relatos deben ser conocidos como obligación en el aprendizaje de nuestros estudiantes, para que sientan el orgullo de ser nacidos en el estado Trujillo.
Pérez Carmona es Trujillo y Trujillo es el poeta, quien mejor que él para describir en prosa y poesía aquellas tierras de Chia y de Ches, de los Cuicas y de la magia trujillana.