El gran escritor alemán J.W. Goethe (1749-1832) fue poeta, dramaturgo, novelista y además se interesó mucho en las ciencias naturales.
Su obra ‘Fausto’ está considerada como una de las más importantes en la literatura universal. Goethe trabajó en ella durante 60 años, la Primera Parte se publicó en 1808 y la Segunda Parte se publicó en 1832.
Goethe se inspiró en un personaje legendario que existió en la vida real, el autor alemán Georg Faust (1480?-1538) que se dedicaba a la nigromancia (magia negra) pero no se conoce bien su biografía.
La obra de Goethe transcurre en el siglo XVI y Heinrich Fausto es un erudito de unos 50 años, Doctor en filosofía, medicina, derecho y teología. El Dr. Fausto anhela comprender todos los conocimientos y todas las experiencias, y de ahí la expresión: ‘anhelo fáustico’ para expresar el anhelo insaciable por comprender todo. Pero Fausto se siente insatisfecho porque sus indagaciones son infructuosas y en el borde de la desesperación llega a pensar en suicidarse.
El ‘Prologo en el Cielo’ es fundamental para comprender la obra. Mefistófeles (el Diablo o Lucifer) visita a Dios que está rodeado por tres arcángeles que se regocijan en la perfección de Dios, pero Mefistófeles plantea que a pesar de tal perfección, la humanidad es desdichada, y la desdicha proviene de que los humanos tienen una ‘Razón’ (inteligencia) que les permite ver que las personas son poco más que animales. Cuando Mefistófeles asevera que los humanos están desesperados porque no comprenden los secretos del universo, Dios le menciona al erudito Dr. Heinrich Fausto, un modelo cuyo incansable deseo de conocer le llevará en algún momento a la verdad. Entonces Mefistófeles detecta la oportunidad de destruir a un ser humano y apuesta con Dios que puede tentar a Fausto y llevárselo al infierno. Dios acepta la apuesta pero predice que Fausto resistirá la tentación. Al final del ‘Prólogo’ Dios dice: “La actividad del hombre puede crear muy fácilmente, pero pronto se inclina al sosiego absoluto; por eso, de buen grado le doy un compañero que estimula y actúa y debe crear como Diablo. Pero vosotros, los verdaderos hijos de Dios, alegraos de la viva y rica belleza. El poder creador, lo que eternamente obra y vive, abrazadlo con los gentiles lazos del amor, y lo que en vacilante aparición se cierne, consolidadlo con perdurables pensamientos” (Prólogo).
Al principio de la obra Fausto sale a caminar con su sirviente Wagner. Mefistófeles en forma de perro sigue a Fausto hasta su casa donde el erudito vuelve a su contemplación sobre el sentido de la vida. Entre sus muchos estudios Fausto aprendió que el poder del humano debería ser para producir algo útil. Mefistófeles se le presenta en su verdadera identidad de Diablo, pero Fausto permanece impasible. La segunda ocasión que Mefistófeles le visita, le sugiere a Fausto que podría disfrutar de una existencia pacífica sensual y Fausto llega a un pacto con él: Si llegara a vivir una experiencia tan profunda y satisfactoria que deseara que el tiempo se paralice, y dijera sobre ese momento: “¡Detente, eres tan hermoso!” entonces Fausto perdería, dejaría de existir y Mefistófeles se lo llevaría al infierno (Parte I, Acto Único, Escena III).
Primero Mefistófeles lleva a Fausto a la ‘Cocina de la Bruja’ donde recupera su juventud. Luego le presenta a Fausto una doncella pura llamada Gretchen (Margarita), pero Fausto no quiere hacerle daño. No obstante, Mefistófeles hace manipulaciones y logra que ella se le entregue y queda embarazada. Valentin, hermano de Gretchen le reprocha a ella su conducta vergonzosa ante la sociedad y Fausto mata a Valentin. Pero Gretchen siente el peso de su pecado y mata a su bebé. Mefistófeles esperaba que Fausto deseara que ese momento de amor perdurara para siempre, pero Fausto sabe que el amor humano no le satisface sus aspiraciones. Fausto la visita pero ella es condenada a muerte por haber asesinado a su bebé.
Luego Mefistófeles lleva a Fausto al Emperador, que le pide a Fausto que muestre la mujer y el hombre más bellos que han existido: Paris y Helena de Troya. Fausto produce las imágenes de esas figuras de la mitología griega y se desmaya ante la belleza de Helena de Troya. Entonces Mefistófeles, con la ayuda de Wagner crea un ‘Homúnculo’, que es un espíritu del aprendizaje y no tiene forma. Ese Homúnculo puede ver lo que pasa en la mente de Fausto. A continuación Mefistófeles, el Homúnculo y Fausto, van a la antigua Grecia, donde Mefistófeles logra crear una Helena viviente, pensando que Fausto diría sobre ese momento que el tiempo se detenga, pero Fausto comprende que el disfrute de la belleza transitoria no es más perdurable que sus otras experiencias.
Fausto ya tiene más conocimiento sobre sí mismo y retorna a su tierra nativa. Ahora se propone lograr objetivos y reafirma lo que aprendió: usar su poder para producir algo útil para el hombre. Fausto dice: “Yo no hice más que correr por el mundo asiendo de los cabellos cualquier placer que se me presentaba (…) No hice otra cosa que ambicionar y hacer cosas y volver a desear, y así con fuerza consumí mi impetuosa vida” (Parte II, Acto V, Escena V).
Fausto logra recuperar unas ciénagas pantanosas y convertirlas en tierras aptas para el cultivo. Han pasado muchos años y Fausto ya está viejo y ha quedado ciego, pero ha logrado que un vasto territorio esté ocupado por personas que siempre estarán activas haciendo algo útil para ellas mismas. Fausto dice: “Unas ciénagas se extienden a lo largo de los montes, que infestan ya todas las tierras conquistadas; desecar esos infectos pantanos será la última y más hermosa conquista. Abro espacios para que vengan a habitarlas millares de seres (…) habrá en ellos verdes y fecundas campiñas; los hombres y sus rebaños se instalarán en las colinas, y, feliz, en el nuevo suelo, se aumentará cada día su población activa y laboriosa (…) Me siento con fuerzas para consagrarme eternamente a esta idea, que es el complemento de la sabiduría. Sólo es digno de la libertad y la vida, aquel que diariamente sabe conquistarlas (…) ¿Por qué no he de ver yo una actividad semejante en un suelo libre, y en el seno de un pueblo libre? Entonces diría a ese momento que rápido transcurre: ¡Detente, eres tan hermoso!” (Parte II, Acto V, Escena VI).
Fausto había cambiado desde ser un egoísta centrado en sí mismo, hasta ser un hombre que veía que sus acciones son parte de una sociedad creativa. Comprende que la vida vale la pena ser vivida, pero Fausto ha perdido en el pacto que hizo con Mefistófeles porque ha pronunciado las palabras. Entonces Mefistófeles quiere llevárselo al Infierno, pero un Coro de Ángeles gravitando en la atmósfera superior cargados con la parte inmortal de Fausto se lo llevan al Cielo y dicen: “Del mundo de los espíritus/ Se salvó este noble miembro/ Que el Malo había atrapado/ Siempre a aquel que con denuedo lucha y se afana en la vida/ Le podemos brindar salvación” (Parte II, Acto V, Escena IX).
Dios tenía razón: Aunque Fausto había cometido errores en su vida, siempre había permanecido consciente de lo que es la bondad y la verdad. En el Cielo Fausto está en un lugar donde todo es creación activa, el tipo de vida ultramundana que Fausto habría escogido.
Por otra parte, Erich Fromm (1900-1980) fue un destacado filósofo humanista alemán, y entre sus muchas obras, una de las más importantes es: ‘El hombre para sí mismo. Una indagación en la psicología de la ética’ (1947) (Nota 1). Esta obra fue traducida al castellano como: ‘Ética y Psicoanálisis’ (1957), un título desafortunado porque no refleja el verdadero contenido esencial de la obra.
Erich Fromm en esa obra considera varias ‘orientaciones’ en la ‘personalidad’ del humano: a) Receptiva, b) Explotadora, c) Acumulativa, d) Mercantilista, y e) La ‘Orientación Productiva’. Él argumenta de manera muy convincente que la ‘orientación productiva’, en el sentido de una personalidad rica, que crece y se desarrolla continuamente, y despliega y produce actividades (no necesariamente en el aspecto material), que sean enriquecedoras en el aspecto psicológico y social, que beneficien, mejoren y eduquen a los demás, es la única orientación que permite al humano desarrollar plenamente sus potencialidades para auto-realizarse y tratar de que los demás también se auto-realicen. Erich Fromm hace referencia a muchos autores y obras, y entre ellas hace referencia al ‘Fausto’ de Goethe.
NOTA: (1) Erich Fromm (1947) ‘Man for Himself. An Inquiry Into the Psychology of Ethics’. Fawcet Premier Books. New York
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