Cúcuta (Colombia), 4 dic (EFE).- En Cúcuta, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, la tensión por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del mar Caribe parece no inquietar a quienes cruzan a diario de un país a otro, mientras las autoridades locales se preparan para atender una eventual emergencia migratoria.
En estos días en los que los ojos del mundo están puestos en una posible intervención militar de EE.UU. en Venezuela, el movimiento de personas y vehículos por los diferentes puentes que conectan al departamento colombiano de Norte de Santander con el estado venezolano de Táchira es absolutamente normal, como si los vientos de guerra soplaran para otro lado.
Tanto en el puente binacional Simón Bolívar -que conecta a Villa del Rosario, municipio del área metropolitana de Cúcuta, con San Antonio del Táchira-, como en el Francisco de Paula Santander -que comunica a esta ciudad colombiana con la venezolana Ureña-, la gente va y viene a pie, en automóvil o motocicleta, arrastrando maletas y bultos que forman parte de su vida diaria, ajenos a la volatilidad política y militar que ronda Caracas.
«Por el momento todo está tranquilo, sigue normal todo», dijo a EFE Yuranis Mariela Ramírez, una venezolana que regresaba a su casa en San Antonio tras realizar compras en Cúcuta, donde los que tienen más recursos suelen abastecerse de todo aquello que no encuentran en las tiendas del país vecino.
La mujer, que dice estar pendiente de las noticias para estar prevenida, afirmó que tiene un familiar en Cúcuta donde podrá buscar refugio en caso de que haya una escalada del enfrentamiento, hasta ahora verbal entre Washington y Caracas, que le impida regresar a Venezuela una tarde cualquiera.

Conflicto lejano
Desde agosto pasado, cuando Estados Unidos inició un despliegue militar a gran escala en el mar Caribe, cerca de Venezuela, con el pretexto de combatir el tráfico de drogas, la tensión entre los dos países ha ido en aumento mientras cobra fuerza la posibilidad de una intervención militar para desalojar del poder a Nicolás Maduro.
Sin embargo, en los pasos fronterizos hay quienes creen, entre resignados y aliviados, que al final todo seguirá igual.
«No pasará nada, no creo que ataquen al pueblo», manifestó a EFE Mary Nieto, quien señaló que ella, por vivir en una zona rural del Táchira, alejada de un potencial foco de conflicto, se siente más segura que, por ejemplo, los habitantes de Caracas.
Colombia y Venezuela comparten una frontera terrestre de 2.219 kilómetros que se extiende desde las costas del mar Caribe hasta las selvas de la Orinoquía y la Amazonía, territorios en su mayor parte despoblados en los que la principal preocupación de sus habitantes es sobrevivir a la pobreza y el abandono.
Uno de ellos es Carlos Bermúdez, un venezolano que cruzó por Cúcuta la línea limítrofe con su esposa e hijos con el objetivo de llegar a Bogotá.
«Mi hermano está trabajando allá y me consiguió un empleo aprovechando las fiestas navideñas», comentó Bermúdez, quien como muchos de sus compatriotas dejó Venezuela con la esperanza de ganarse la vida en Colombia, Ecuador o Perú, un flujo que comenzó en 2015 y alcanzó niveles críticos en 2019 y 2020 con la salida de millones de emigrantes.
En el aeropuerto internacional Camilo Daza, de Cúcuta, una puerta para quienes buscan ir a otros destinos más lejanos, de América Latina o Europa, tampoco se observan indicios de un incremento de viajeros pese a las restricciones a los vuelos en el espacio aéreo de Venezuela ordenadas la semana pasada por el presidente estadounidense Donald Trump.

Respuesta institucional
Como en esta crisis no hay certeza de nada, la Secretaría de Fronteras y Cooperación Internacional de Norte de Santander preparó un plan para proteger a la población local, a la migrante y la pendular que reside en la zona de frontera, anticipando cualquier emergencia en el país vecino.
«El enfoque está puesto en anticipar un escenario de una ola migratoria y en fortalecer la capacidad institucional de respuesta», dijo a EFE la secretaria de Fronteras, Viviana Fonseca Alarcón, quien aseguró que tienen «planes de contingencia actualizados» para responder a un éxodo venezolano que podría desbordar la capacidad de acogida.
En materia de seguridad fronteriza, la funcionaria destacó que la zona cuenta con un esquema de seguridad robusto del que hacen parte el Ejército y la Policía colombiana para mantener el control migratorio y prevenir actividades ilegales.
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