La mudanza del encanto /Son los mismos de ayer

Nos agarró la historia, estamos agarrados por la historia, lo que hagamos hoy será determinante, o derrotamos la cosiata en ciernes o haremos que se desvanezca la república. La historia parece repetirse. “El antibolivarianismo se tomó por consigna de venezolanidad. Hoy, un torcido antibolivarianismo encubre cierta manera de antivenezolanidad” escribía en 1953 Mario Briceño Iragorry en un ensayo fundamental que debe ser releído y analizado con urgencia, “La traición de los mejores” (http://www.saber.ula.ve/handle/123456789/40586). La cosiata ha sido la gran técnica para separarnos del funcionamiento social de la Gran Colombia, primero, y de la República después. Estamos repitiendo las acciones, Santa Fe y Caracas han entrado en una disputa, aumentan las tensiones.

Los “Miguel Peña” han hecho su trabajo, arriba y abajo, en el gobierno y en la oposición, las bases morales de la venezolanidad bolivariana han sido minadas para nuevamente derrotar los mejores sueños. La hambruna en este país, el éxodo masivo, la corrupción y la libertad de los mercaderes del templo se han sumado como esas maneras de “antivenezolanidad” que muestran las incapacidades de un gobierno para cultivar la república bolivariana y las capacidades de una oposición sin pensamiento que se conduce como instrumento ideológico de la antivenezolanidad disfrazada como lucha contra la usurpación. Vivimos en 1826, cuando las cosiatas, es decir, las burguesías de Bogotá y Caracas rodean a Santander y a Páez para convertirlos en instrumentos de destrucción de la “Gran Colombia”. “Sobre el terreno de los viejos disgustos entre Santander y Páez supo sembrar la vara de su resentimiento el pérfido Miguel Peña, a quien el Gobierno de Bogotá acabada de hacer responsable de una irregular operación de cambio con fondos del Estado”, escribe Briceño-Iragorry.

Hoy los “Miguel Peña” se han reproducido vertiginosamente y han hecho de la república una mercancía ofertada al mejor postor. Están por todas partes, minando las relaciones, disociando, son estrategas de la “hibris”, del afán del dominio sobre los otros, con capacidades especiales para difundir el odio y la distancia. Se metieron en el seno, en el vientre, en la casa de los pueblos, nos llenaron de discordia y en nombre de una cosa u otra trabajan para que nos mantengamos distantes y no participemos. Pero, nos agarró la historia y debemos producir actos extraordinarios para evitar la guerra entre nosotros, tomar la iniciativa desde los lugares comunes, desde lo colectivo reanimado que jalonee el carro de la historia para superar “la espantosa tragedia de Venezuela” desde la cultura de la independencia.

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