Acostumbro a dejar las cosas por escrito. Quien quiera saber lo que pienso y propongo, en persona o colectivamente, puede revisar “todos mis papeles”. En cuanto a la universidad he escrito bastante. El año pasado traté de difundir un libro, lleva por nombre “Elemental mi querida universidad” https://drive.google.com/file/d/1IYOt7cCJXOFC0MRvyJvHsrLEGH7DNidY/view).
Hoy podríamos escribir más cosas. En el caso de la ULA, y en ello, lo que era “nuestro NURR”, no se eligen autoridades universitarias desde el 2008. Con todo un tablero de artilugios, la universidad le ha sacado el cuerpo a la Ley Orgánica de Educación (2009) donde se expresa que toda la comunidad universitaria, no solo estudiantes y profesores, elige autoridades. Sobresale la incapacidad de la universidad de captar y ampliar sus derechos políticos y en nombre de una autonomía tramposa se ha negado a hacer elecciones para que el protagonismo llegue a la comunidad. También sobresale, y es más grave, la anomia o abulia de gran parte de la comunidad para participar en la ampliación de sus derechos.
La desprestigiada disputa en el cajón oposición-gobierno acabó con los espacios de discernimiento. La universidad, por su propio carácter, ha sido una de las más quebrantadas. Controladas y dirigidas por rancios representantes de su más letal burocracia, pervertida y desvalorizada en el pensar y en el actual, decidió irse por “las trochas de la transición”, negándose a la renovación electoral acusando al tribunal supremo de no querer hacer elecciones. Pantomimas irresponsables de un protocolo dispuesto a derrotar la “dictadura” mientras ésta ha sido incapaz de generar desde el Consejo Nacional de Universidades una política responsable frente al país. Oposición y gobierno se han divertido un largo trecho con nuestros derechos. Hoy, en términos reales, los universitarios no tenemos derechos, han quedado en el aire gracias a la bipolaridad enfermiza, incluso mafiosa. La universidad hoy luce como algo amorfo, la autonomía, algo pastoso, pestilente.
Así como hemos insistido en la crisis de pueblo, debemos dejar constancia de la crisis de universidad. Nos quedamos sin universidad, ha sido disuelta, diluida, el derecho no existe, menos la controversia. Los que pensamos, paradójicamente, nos hemos convertido en sus “enemigos internos”. Hagamos un esfuerzo creativo para desordenarle el juego a las marionetas, y sobre todo dentro de la ULA, a las “netas de mario”.