La guerra entre nosotros
Para la vida cultural de los pueblos no existen los recetarios. Pudiera que los haya para aquellos que buscan conducir los imaginarios, los sentimientos y las acciones humanas hacia senderos convenientes a sus búsquedas e intenciones. En este aspecto, mientras más fuerte sea la mediación entre unos y otros “esa vida cultural puede ser diezmada, conducida a la incertidumbre”. Dejarse controlar por imágenes, voces y sentimientos ha creado una neurosis social donde los proyectos son sustituidos por una voz que nos ordena y nos hace creer o no creer. Los discursos se han vuelto referendarios, le dices sí o no. Justo la incertidumbre en el poder de la mediación es que unos te conminan a decir sí y otros apuestas para que digamos no. La vida queda reducida a este conflicto. Una tercera fuerza cultural, podría moverse entre “todas las anteriores” y “ninguna de las anteriores”.
Quienes nos han dicho sí o no, quieren llegar a un acuerdo, algo así como un “nuevo pacto de punto fijo”. Se abrogan el derecho de acordar por encima de todos como si fueran dioses capaces de resolver las diferencias. Se comportan como unos actores de teatro que planifican una nueva escena para continuar un guión extravagante y trágico que oculta todo tipo de incapacidades para acordar. Dos élites, jamás dos pueblos, metidas en un laberinto cultural generado por la estrategia de la incertidumbre, es decir, que nada se resuelva. Lo he llamado también “técnica de la división”. Una tercera fuerza cultural tendría el enorme papel de organizar el pueblo desde el pueblo mismo, es decir, desde la vida cultural de los pueblos, donde lo diferente tenga la capacidad de ser diferente respetando lo diferente. Una especie de convivencia desde la diversidad cultural.
Sólo la vida cultural de la diversidad para la transformación podría dar al traste con todos los tipos de guerra que nos han hecho y nos hemos hecho. Me explico, siempre hemos vivido en guerra entre nosotros, cuando no son los godos son los lagartijos, cuando no son los adecos son los copeyanos, cuando no son los de la izquierda son los de la derecha. Siempre repitiendo la guerra como la comadreja de la historia, no como la partera. Entonces, los peones de las haciendas, los esclavos, los intelectuales de uno y otro lado vamos a la guerra. De uno y otro lado. Al final, el reparto del botín. Luego, cuando se agota la cosa, los acuerdos y así sucesivamente. Es decir. La guerra entre unos y otros ha sido nuestro instrumento favorito para diezmarnos como pueblo, hasta que llegamos al maremágnum de la economía como un instrumento de esa vieja guerra que viene desde lejos. Conversemos realmente aunque el café “ande por las nubes”.