Por Francisco González Cruz
Enerio González Médicci ha librado muchas luchas en su dilatada trayectoria vital, desde su querida Guardia Nacional, en otros tiempos tan dedicada a la guardería forestal, la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, el Rotary Club Internacional y como conferencista, escritor, diplomático y trabajador incansable por la conservación de los recursos naturales. Una larga vida de servicio al país y con un sentido ético sin sospecha, en el que se destaca su pasión por la naturaleza, por todos los seres vivos, por las aguas y los montes. Hoy el papa Francisco llama a esta tarea de salvamento de la “casa común” con el nombre de “ecología integral”, que el General (GN) Enerio González Médicci ha practicado toda su vida.
El deber de soldado en defensa de la patria lo comprendió en su mejor sentido, menos con las armas y más con el celoso cuidado del patrimonio natural común de los venezolanos, que es la mejor garantía del bienestar y de la prosperidad de todos.
Una de sus preocupaciones es la Fundación Conservacionista “Cordillera de Durí”, organización sin fines de lucro que tiene como razón de ser la preservación de la cuenca alta de la quebrada de Durí, la “Generosa Madre de Aguas” como amorosamente la llama. En efecto, en su vientre de selva nublada y páramos al pie de las cumbres de El Monigote y la Estrella, en la monumental Sierra de Trujillo, nacen las aguas de las quebradas Las Guardias, Estillat y la del Chorro, que luego se unen para conformar la quebrada de Durí que recibe las aguas de la quebrada de Tuñame antes de verter las suyas en el Motatán.
Son aguas para fecundar las tierras y abastecer las comunidades del Cerro de Durí, Las Porqueras de Jajó, Las Mesetas de Jajó, El Alto de Durí, Mitoy, Los Potreritos, el valle central de Durí, Mesa Grande y otras comarcas productoras de alimentos. Esta cuenca también es fundamental para el abastecimiento de Valera y su zona metropolitana.
Una de las acciones sustantivas para la vida y la diversidad de esa cuenca es garantizar su inmaculada preservación, convertirla en un espacio sagrado que no sea intervenido ni deteriorado mediante el aseguramiento de las 1.200 hectáreas que la integran, a través de hacer efectiva la donación prevista en los documentos legales de la sucesión de Don Pompilio Vergara, suegro del ilustre General, quien logró concretar ese gesto de generosidad con la naturaleza y con las generaciones actuales y futuras.
Hoy, cuando más se requiere redoblar los esfuerzos para conservar nuestro patrimonio natural, resalta el ejemplo de este Guardia Nacional, quebradeño ilustre, amante de estas prodigiosas montañas a las que desamarra de lazos de propiedad para que sean fuentes de vida en beneficio colectivo de esta y de las futuras generaciones.