Algunos dicen que tras la primera oleada de protestas y manifestaciones postelectorales y la desmedida reacción de las fuerzas del orden público que ha recibido críticas de distintos organizaciones nacionales e internacionales, Venezuela ha vuelto “a la normalidad”. Sin embargo, lo que vivimos estos días, aunque se hayan retomado algunas rutinas indispensables para la subsistencia en un país con una situación económica precaria como la venezolana, está lejos de ser una normalidad.
La lucha contra el desánimo es cada día más férrea y algunas noticias no ayudan, aunque bien vale revisar a profundidad cada información, cada declaración y también cada comunicado. Porque no es cierto que el país haya pasado la página, que todo esté perdido. De hecho, estamos transitando el tramo más complejo del túnel hacia la luz, y lo estamos haciendo de manos de grandes hombres y mujeres que desde la dirigencia política están demostrando de qué están hechos, su compromiso con la democracia y el carácter que han forjado. Además, a esta lucha se han sumado grandes aliados dentro y fuera del país, algunos circunstanciales pero ciertamente necesarios para continuar en una realidad en la que la correlación de fuerza política cambió definitivamente el 28 de julio.
La lucha contra el desánimo está bajo ese silencio, esos susurros y los pasos dirigidos a diligencias puntuales. Las vacaciones escolares ayudan a que haya mucho menos movimiento en cada pueblo y ciudad del país, pero hay un ambiente de expectativa. Así transcurren los días en Venezuela ahora, sólo interrumpidos con alguna música altisonante o una pequeña reunión familiar —después de todo la vida siempre nos da motivos para continuar— aunque la patria esté herida. Nadie puede negar el contraste con el ambiente de hace tan sólo tres semanas cuando lo que sonaba en cualquier lugar al que se entraba era la frase “el domingo hay que ir a votar”, y la gente, los ciudadanos, cumplimos: salimos a votar con una convicción que me atrevo a asegurar nunca antes habíamos tenido, quizás con la claridad de saber lo que estaba —y sigue estando— en juego. Ahora hay otra atmósfera y el venezolano dentro del país ha optado por guardar silencio mientras la corriente de noticias y comunicados sigue fluyendo, ahora con bloqueos constantes y las habituales fallas de electricidad o servicio de internet, lo que genera mucha más necesidad de estar comunicados y enterados de lo que ha sucedido cada día desde el 28 de julio.
Afuera de nuestras fronteras se vive con mayor libertad y oportunidades, pero con el corazón dividido y sabemos que nuestros compatriotas en la diáspora también luchan contra el desánimo. Ayer sábado fue una ocasión de demostrar lo que hubiera sido una avalancha de votos por el cambio político en el país que sin embargo ha quedado excluida hasta ahora de esa posibilidad de participación. Y es que, donde haya un venezolano, casi con absoluta certeza hay amor profundo por su tierra y deseos de regresar aunque sea de visita, cosa que tampoco es sencilla si sólo nombramos lo difícil de renovar un pasaporte, sin tomar en cuenta los reportes que estiman en más de 20 mil los que han sido anulados estas semanas sin explicación alguna.
La lucha contra el desánimo tiene una dimensión personal, individual, que compromete la salud mental y que cada uno debemos trabajar para su manejo. Pero también tiene una dimensión más pública que hacemos bien en seguir como la búsqueda de destrabar el conflicto que se ha profundizado por la negación de seguir los mandatos constitucionales y legales en el proceso electoral y post electoral —descrito de forma detallada en los informes preliminares del Centro Carter y el panel de expertos de la ONU, organizaciones que, cabe resaltar, fueron invitadas por el gobierno Nacional y recibidos con bombos y platillos en su momento—. También hay que decir que el esfuerzo que hacen los presidentes Lula Da Silva y Gustavo Petro no pueden ser menos preciados y hay que leer muy bien no cada palabra que pronuncian sino justamente las que no dicen. Ninguno de los dos presidentes ha dicho que reconocen los resultados. En particular, el presidente Lula ha sido categórico en afirmar que no reconoce los resultados porque sabe que se debe una explicación al mundo sobre esos números. Por su parte, Petro ha sido más puntual con sus comentarios en X al nombrar posibles rutas para la solución en las que incluye la creación de un frente amplio como forma de buscar la paz que la falta de desenlace del evento electoral no ha alejado del todo.
Por eso y porque creemos en Venezuela hay que continuar con la lucha contra el desánimo. Hay que combatir los rumores y las fake news con la lectura de fuentes oficiales y medios contrastados. Hay que combatir los extravagantes escenarios de los opinadores de oficio por los hechos concretos que sí se están desarrollando. Hay que combatir la relativización del voto al no poder obtener los resultados mesa por mesa como ordena la ley, por la convicción de que usamos nuestra más poderosa herramienta democrática que es el voto y nos reconectamos con la participación activa ese 28 de julio que ya no sabemos que tan cercano o lejano está de nuestro presente.
La causa que nos movió a todos los venezolanos era buscar el mejor rumbo para Venezuela, este país que es nuestro y será de nuestros hijos y nuestros nietos. Y por la nobleza de esta causa, perseveramos aunque cada día sea una lucha contra el desánimo, y como dice nuestro laureado poeta Rafael Cadenas “Urge instaurar la normalidad, que sólo puede ser democrática”.
Maria Eloina Conde
Agosto, 18, 2024
@MariaEloinaPorTrujillo