La lucha continúa: en cada uno de los que están trabajando por un cambio radical | Por: Luis A. Villarreal P.

 

Luis A. Villarreal P.

Partiendo de lo recientemente acontecido, vemos que desde el sector opositor no todo se hace con entreguismo ni con el fin de complacer al contendor régimen. Nomás observamos que aunque se haya negado sistemáticamente la gran verdad sostenida por la Oposición —incluido su esfuerzo tendiente a reivindicarla—, frente al escabroso camino por donde se ha arreado a los venezolanos, la esperanza y el optimismo siguen latentes.

Se ha venido dando oportunidad a partidos y dirigentes que de algún modo han enfrentado —a su modo y con errores tal vez inexcusables— todas las artimañas del oficialismo.

Es imposible —o muy difícil — imaginar que un régimen entrenado con la finalidad de mantenerse en el poder —poniéndole mano a todas las instituciones— no haya podido embolsillarse a muchos ‘opositores’ de madera democrática fofa, y lograr que estos pseudo demócratas trabajen para él.

Reiteradamente y sin tapujos —urdiendo todo tipo de manipulaciones y ventajismos— a la gran Oposición se le ha negado la razón y los éxitos que ha tenido,  dejándole a cambio —al partidismo ‘democrático’—, rastrojos de poder con los que maquillan desde el oficialismo la caricatura de ‘democracia’ ante el mundo.

Más allá de eso, quienes han contribuido —con su voto y su silencio, con la inmutable y necia actitud de tolerancia y conformismo— a mantener este estado de decadencia, miseria e indignidad institucional y humana, también se han ‘empoderado’ y continúan por sus derroteros muy orondos.

La mayoría por salvarse, otros contentos de sobrevivir con las dádivas que caen del mesón; un número grande y desconocido —lo más trágico— porque en secreto aún tienen su corazoncito afiliado al sistema imperante, cree en el milagro de salvar la robolución.

Son muchos a quienes no les importa la ruina de ciudades y pueblos, del vecino, de las empresas oferentes de empleo y productividad. Se conforman con el minimalismo  reinante que es precariedad, sin dejar de ‘aprovechar la ocasión’ en función de sus necesidades de sobrevivencia, y de sus ambiciones personalistas.

Juan Guaidó, digan lo que digan, ha vuelto a sacar del letargo a sus congéneres dirigenciales. Ha dado una muestra más de voluntad y valentía —que pocos tienen—, al no conformarse con enconchamiento o miedo, ‘a no meterse en vainas’ como muchos que juegan a la cuida —sin importar en lo absoluto lo que digan quienes consideran y respetan más al régimen que a él—, los que aviesamente lo inculpan por sus ejecutorias interinas.

Guaidó, aunque acusado por el régimen de haber huido a EE. UU. para coordinar el robo de CITGO, ha inspirado a la oposición misma, y a los amigos de la Venezuela democrática en el extranjero.

Ahora, anda moviéndose según una agenda que es necesaria en todos los perseguidos políticos, e incluso en la diáspora identificada con su Patria Venezuela; busca conexiones con los hilos del poder en EE. UU., tratando de entusiasmar a exiliados pasivos, de comprometer a los entes políticos multilaterales [OEA—ONU], y a personeros decisivos en la política exterior Washingtoniana. Se propone presentarse en la UE, porque lamentablemente la creencia antisanciones ha venido creciendo en el seno de la democracia occidental. Y esto es contrario al rescate del Estado de derecho en países como Venezuela que son objeto de dominación.

Gustavo Petro, el nuevo ‘apóstol’ del perdón —del borrón y cuenta nueva— no cesa de insistir en una solución ‘adecuadamente magnánima’, pensando no en el sufrido país septentrional de Sudamérica, sino en sus camaradas  ‘sao paulistas’ que de seguro le han confiado esta misión que es súper prioritaria a los intereses globalistas y antiestadounidenses, y no a los de nuestra hermana Colombia, donde pierde puntos.

Petro reitera que la emigración, el hambre, la mengua de los servicios de educación, salubridad, energía, salud, comunicación, transporte, venezolanos, se debe a la indisponibilidad de recursos debido al bloqueo sancionatorio. Pero ni pío dice del imperio de la corrupción por donde se desaguan miles de millones de dólares que reclaman la solución de la ingente problemática de los venezolanos.

La oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento de Estado de Estados Unidos [OFAC] informó en un comunicado que no autoriza al gobierno de Miraflores a hacer transacciones o negociaciones con la empresa Citgo Petroleum Corporation a nivel internacional. Ese comunicado, fue contestado con otro de la Cancillería cuestionada venezolana en términos furibundos como “una acción rapaz y criminal” que tiene el objetivo de ‘causar daños a los ciudadanos de Venezuela’. Agregando que tales acciones afectan los diálogos con la oposición en México. [¿?]

La Asamblea Nacional 2015, según se dice, ha logrado movilizar 346 millones de dólares de los activos retenidos en EE. UU.. Suponemos que una ínfima parte de esa cantidad «podría» servir para que la Comisión Nacional de Primarias pueda habilitar una Plataforma Electoral Sistematizada, lo que revertiría en el propósito de Unificar técnica y políticamente a la Oposición dispersa por el mundo, que desea participar.

La AN 2015 ha de informar sobre lo concerniente a CITGO y el pago que reclaman sus acreedores, lo que aparentemente se tendrá que hacer con la venta o subasta de su capacidad accionaria, en caso de no disponer de otro financiamiento. El plazo prorrogado, como medida de protección, es hasta el 20 de julio 2023.

La Iglesia Católica, debe insistir sistemáticamente en la solución venezolana. La Conferencia Episcopal Venezolana, los pastores, han estado a la altura de las luchas que se han realizado por el rescate de Venezuela y su democracia, pero podría estarlo mucho más.

El salario, con bonificación indexada y dolarizada, se ha visto vapuleado por las organizaciones sindicales autónomas, y por todos los que esperaban un incremento mayor suponiendo la existencia de recursos en las arcas oficialistas, también por aquellos que no escatiman en echar más leña al fuego con fines proselitistas.

Nadie dijo que un incremento, merecido como alto, no se corresponde con la precaria situación del aparato productivo; simplemente, al voleo señalaban posibles salarios casi equiparables a países que sí tienen funcionando su aparato productivo, sin argüir siquiera que aquí ni se cuenta con transporte; la carencia de gasolina y gasoil han hecho perder las pocas cosechas.

A los promotores del indiscriminado y merecido incremento salarial habría que preguntarles: ¿Cuántos empleados tienes…?  ¿Con ese aspirado incremento qué pasará con la inflación?

¿Cómo se llegará al justo salario adecuadamente? ¡Todos lo sabemos…!  Teodoro Petkoff tenía un decir:  para pasar el puente hay que llegar a él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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