LA LEY DEL ‘PATHEI MATHOS’ | Por: Ernesto Rodríguez

 

Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)

 El gran dramaturgo griego Esquilo (525-456 A. de C.) en su conocida tragedia: ‘Agamenón’, planteó la llamada ‘Ley del Pathei Mathos’. El término ‘Pathei’ en griego significa ‘aflicción’, ‘dolencia’, y el término ‘Mathos’ significa ‘aprendizaje’. Entonces significa algo así como: ‘El aprendizaje por medio de la aflicción’.

En efecto, en la estrofa tercera de la tragedia, el Coro dice: “Zeus ha decretado que los hombres adquirirán sabiduría, solamente en la escuela del sufrimiento’’ (líneas 176-178).

Muchos otros autores han planteado algo similar. Por ejemplo, el filósofo estoico romano Séneca (57 A. de C. – 65) en su ensayo: ‘Consolación a Helvia’ dice: “La constante desdicha trae esta bendición: que esos a quienes siempre asalta, finalmente resultan fortalecidos” (sección 2.3). Igualmente el autor ruso Fedor Dostoyevski (1821-1881) en su obra: ‘Memorias del Subsuelo’ (1864) dice: “El sufrimiento es el único origen de la conciencia”.

Asimismo, el célebre escritor francés Marcel Proust (1871-1922) publicó una extensa novela en siete partes titulada: ‘En Busca del Tiempo Perdido’ (1913-1927). La segunda parte se titula: ‘A la Sombra de las Muchachas en Flor’ (1919) y en ella el pintor Elstir dice: “No se nos puede enseñar la sabiduría, tenemos que descubrirla por nuestros propios medios, a lo largo de un periplo que nadie puede emprender en nuestro lugar, por medio de un esfuerzo que nadie puede ahorrarnos, porque la sabiduría es una manera de ver las cosas” (1). También podemos citar al conocido filósofo y musicólogo vienés Karl Popper (1902-1994). Según este autor, el extraordinario compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827), logró crear obras musicales tan grandiosas precisamente debido a los fuertes dolores crónicos y la vida desdichada que tuvo (2).

Pero esa apreciación también ha sido compartida por pueblos de culturas muy distintas a la occidental. Por ejemplo, un chamán llamado Igjugarjuk, de la tribu Caribú de los esquimales, en una ocasión contó a unos visitantes europeos que la única sabiduría verdadera: “Vive lejos de la humanidad, allá en la gran soledad, y sólo puede ser alcanzada por medio del sufrimiento. Solamente las privaciones y el sufrimiento abren la mente a todo aquello que está oculto para los otros” (3).

En psicología está bien estudiado que algunas personas que sufren desgracias fuertes luego viven lo que se llama ‘Desorden de Estrés Postraumático’ lo cual es una condición debilitante que puede ser muy difícil de superar. Pero hay casos en los cuales puede haber un ‘Crecimiento Postrauma’, es decir, la persona afectada se desarrolla como ser humano: Las cosas que antes le parecían muy angustiantes ahora le parecen nimiedades, y afronta con más energía y claridad las dificultades.

Algunos autores han considerado que las adversidades son beneficiosas. Por ejemplo el filósofo chino Mencio (aprox. 371-289 A. de C.), en ‘El Libro de Mencio’ dice: “Cuando los cielos asignan una gran responsabilidad sobre algún hombre, él ejercitará su mente con el sufrimiento, someterá su mente, articulaciones y huesos a un trabajo duro, someterá su cuerpo al hambre, se someterá a la pobreza, encontrará obstáculos en las vías hacia sus objetivos, de tal manera que estimulará su mente, fortalecerá su naturaleza y mejorará en todo lo que sea incapaz” (4). De manera similar el apóstol cristiano San Pablo (aprox. 10-65) en su ‘Epístola a los Romanos’ dice: “También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (5:3-4).

También podemos recordar al filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) que en su obra ‘El Crepúsculo de los Ídolos’ (1895) dice: “De la escuela de guerra de la vida – Lo que no me mata me hace más fuerte” (5).

El filósofo presocrático Heráclito (aprox. 540-480 A. de C.)  planteó  que lo bueno sólo es bueno respecto a lo malo. Por ejemplo en uno de sus fragmentos dice: “No es bueno para los humanos obtener todo lo que quieran. Es la enfermedad la que hace que la salud sea dulce y buena, es el hambre la que hace buena la saciedad, y es la fatiga la que hace bueno el reposo”. En otro fragmento dice: “Si no fuera por estas cosas, ellos no hubieran conocido el nombre de justicia” (6). Este fragmento es difícil de entender, pero algunos autores lo han interpretado como la dependencia conceptual que tiene la justicia respecto a la injusticia. Es decir, realmente se valoran las leyes y las instituciones cuando se han conocido las consecuencias de su ausencia. Por ejemplo se aprecia la justicia cuando se ha vivido la injusticia…Se valora la democracia cuando se ha vivido en dictadura, etc.

Indudablemente todos estaremos de acuerdo con ese dicho según el cual: “los golpes en la vida enseñan a madurar”. Es decir, los percances y los desengaños, de cierta manera son un requisito ineludible para adquirir experiencia en la vida. Así, para aprender a controlar la ira, hay que haber pasado por episodios de ira. Para aprender a no ser engañado hay que haber pasado obligatoriamente en la vida por algunos engaños. Para valorar la verdadera amistad hay que haber conocido falsos amigos, etc.

Sin embargo, el tema es muy complejo y se presta a polémica, En primer lugar, aunque la escuela del sufrimiento constituya un requisito necesario para adquirir experiencia y sabiduría, quizás no sea un requisito suficiente, porque probablemente todos hemos conocido personas que han pasado por experiencias dolorosas y no han aprendido nada de ellas.

En efecto, diversos autores han puesto en duda que el sufrimiento, per se, traiga madurez y sabiduría. Por ejemplo, El escritor alemán Lion Feuchtwanger (1884-1958), escribió en una ocasión en la Gaceta de París en el año 1940: “Solamente los fuertes salen fortalecidos por el sufrimiento, los débiles resultan más debilitados” (7).

Además, una cosa es que una persona adquiera experiencia por medio de vivencias dolorosas (eso probablemente es muy cierto), y otra cosa muy distinta es que esas vivencias dolorosas la hagan mejor persona desde un punto de vista humano y moral.

Diversos autores han planteado que el sufrimiento más bien envilece y degrada. Por ejemplo, el escritor inglés W, Somerset Maugham (1874-1965) en su obra: ‘La Luna y Seis Peniques’ (1919), que trata sobre la vida del pintor francés Paul Gauguin (1848-1903) dice: “No es cierto que el sufrimiento ennoblece el carácter; la felicidad a veces lo hace, pero el sufrimiento la mayoría de las veces hace que los hombres se vuelvan bajos y resentidos” (Capítulo 17).

Por otro lado, hay muchos grados de sufrimiento y resulta muy obvio que un sufrimiento extremo puede desequilibrar a una persona. El escritor francés Víctor Hugo (1802-1885) en su obra ‘Los Miserables’ (1862) narra la historia del ex presidiario Jean Valjean, que sufrió mucho al ser injustamente condenado, y luego logra asumir clandestinamente un nuevo papel en la sociedad como el honrado ciudadano Padre Madeleine. Jean Valjean conoce a la bella muchacha Fantine, que obligada por las circunstancias, se tiene que dedicar a la prostitución. Fantine muere joven, pero Jean Valjean se dedica a criar con gran cariño a la hija de Fantine llamada Cosette. En realidad Jean Valjean no es el padre de Cosette pero se encariña muchísimo con ella y Cosette cree que él es su padre biológico. Ella conoce a un joven abogado llamado Mario Pontmercy que se enamora de ella, pero Jean Valjean tiene el temor de que Mario pueda descubrir la verdadera historia de Cosette y sobre él mismo como ex presidiario buscado por la justicia, y trata de evitar esa relación. En una ocasión Jean Valjean descubre por casualidad una carta de Cosette para Mario y se derrumba psicológicamente, porque cree que ella planea irse con Mario. Jean Valjean había resistido muchas experiencias dolorosas anteriormente, pero Víctor Hugo dice: “Cuando el dolor alcanza esta etapa, es un pánico de todas las fuerzas del alma. Estas son fatales. Pocos entre nosotros pasan por ellas sin cambiar, y firmes en el deber. Cuando el límite del sufrimiento es sobrepasado, la virtud más imperturbable queda desconcertada” (8).

Por otra parte, es importante que revisemos los datos de estudios científicos en psicología sobre altruismo y felicidad personal. El psicólogo estadounidense Martin E. P. Seligman (nac. 1942), que fue Presidente de la ‘Asociación Norteamericana de Psicología’ refiere evidencias de que las personas más felices tienden a ser más altruistas. Citemos sus palabras: “Antes de ver los datos, yo creía que las personas desdichadas – por identificarse con el sufrimiento que conocen tan bien – serían las más altruistas. En consecuencia me sorprendí con los resultados sobre estado anímico y ayuda a los demás, que revelaban sin excepción que las personas más felices tienen mayor tendencia a demostrar altruismo. En el laboratorio, los niños y los adultos que se sienten más felices manifiestan más empatía con los demás y están más dispuestos a donar dinero a los que tengan necesidad. Cuando nos sentimos felices, nos centramos menos en nosotros mismos, nos agradan más las demás personas y queremos compartir nuestra buena fortuna aún con las personas desconocidas. Cuando nos sentimos mal, en cambio, nos volvemos desconfiados, nos retraemos y nos concentramos de manera defensiva en nuestras propias necesidades” (9).

Sobre la cuestión de altruismo y bienestar personal, es pertinente recordar el ‘Nuevo Testamento’, cuando Jesucristo dice: “Más bienaventurado es dar que recibir” (‘Hechos de los Apóstoles’, 20: 35)…En efecto, todos hemos vivido la experiencia de sentirnos bien cuando podemos ser altruistas con los demás, sobre todo con personas que tienen importantes valores humanos y apreciamos.

Después de todo lo expuesto, yo me atrevería a sugerir que el sufrimiento puede resultar en aprendizaje, madurez, sabiduría y mejoramiento ético, cuando la persona ya tiene algún grado de ‘Sofrosine’ (del griego ‘templanza’, ‘solidez de mente’) y valores humanos. Es decir, cuando la persona ya tiene cierto grado de humanismo y ética, aunque no necesariamente tenga cultura. Otra posibilidad es que la persona, además de templanza, y ética, tenga un cierto nivel de cultura y conocimientos, lo cual le ayudará mucho a analizar adecuadamente las experiencias dolorosas, los desengaños, los errores, y podrá obtener mejor las respectivas lecciones. Pero cuando una persona no tiene templanza, ni valores éticos, ni nada de cultura, entonces es más probable que el sufrimiento contribuya a su degeneración humana y moral…¡De todas formas el tema es sumamente complejo y cada lectora o lector harán sus propios análisis sobre la base de su experiencia con las personas que han conocido en sus vidas!!!.

NOTAS: (1) Pag. 499 en Marcel Proust ‘En Busca del Tiempo Perdido. 2. A la Sombra de las Muchachas en Flor’. Alianza Editorial (1966). Madrid. (2) Pag. 246 en Russell Martin (2000) ‘El Cabello de Beethoven’. Ediciones B. Barcelona. España. (3) Pag. 28 en Douglas Soccio (1992) ‘Archetypes of Wisdom’. Wadsworth Publishing Co. (4) Pag. 78 en Wing-Tsit Chan (1963) ‘A Source Book in Chinese Philosophy’. (5) ‘Sentencias y flechas’, aparte 8 (6) Pags. 15-17 en Howard Williams (1989) ‘Hegel, Heraclitus and Marx’s Dialectic’. Harvester Wheatsheaf  (7) Pag. 839 en ‘Random House Webster’s Quotationary’. Leonard Roy Frank Editor. Random House (1999). New York  (8) Parte 4, ‘Saint Denis’, Libro 15, Capítulo 1 (9) Pag. 43 en Martin Seligman (2002) ‘Authentic Happiness’. Free Press.

 

 

 

 

 

 

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