Por: César Pérez Vivas
Hace dos días, los venezolanos conmemoramos la fecha de nuestra declaración de independencia: 215 años de aquella jornada que tuvo como epicentro la ciudad de Caracas, su Cabildo —institución sembrada por la presencia hispana—, sus habitantes y sus autoridades.
Los acontecimientos ocurridos en la península ibérica con ocasión de la invasión napoleónica de mayo de 1808, que produjo la abdicación del rey Fernando VII y la imposición, por parte de Napoleón Bonaparte, de su hermano José Bonaparte como nuevo monarca, generaron en este lado del Atlántico un movimiento de rechazo al dominio francés. Pero, a su vez, abrieron las compuertas para buscar la independencia de todo tipo de dominación proveniente del viejo continente. Más de tres siglos de dominio español en nuestro continente habían creado una nación con características propias, que buscaba su propio destino.
Ese largo proceso se expresó aquel 19 de abril de 1810 de forma pacífica y civilizada. Fue un acto del Cabildo, la institución desde la cual se conducía una parte fundamental de la vida social de aquellos tiempos. De ese hecho histórico debemos extraer lecciones importantes para la Venezuela de hoy.
Vale la pena destacar que se trató del primer hecho político de relevancia de naturaleza civil y ciudadana: un debate en el Cabildo sobre el gobierno y el destino de estas tierras y de aquellos hombres que fueron nuestros antepasados. El debate era seguido por los habitantes de aquella modesta ciudad, quienes, al ser consultados sobre la permanencia del Capitán General don Vicente Emparan, expresaron con clara e inteligible voz que no lo querían como gobernante. Emparan aceptó el pedido de los vecinos y dejó el poder en manos del Cabildo.
Podemos decir que este fue un primer referéndum revocatorio, donde, además de permitirse su celebración, se acató su resultado. Doscientos quince años después, nos encontramos con un país donde no es posible realizar una manifestación o concentración como la realizada aquel 19 de abril de 1810. Vivimos en un país, 215 años después, donde el derecho a la protesta, a la manifestación pacífica y pública, y a la libertad de expresión está confiscado. Salir a la calle, en estos tiempos del “socialismo del siglo XXI”, es exponer la humanidad al ataque de los grupos paramilitares armados de Maduro, conocidos como “colectivos”, o a la carga represiva de las policías al servicio del régimen, que no tienen límites a la hora de reprimir o secuestrar ciudadanos, para luego llevarlos a los campos de detención existentes en El Rodeo I y II, Tocorón, Tocuyito o El Helicoide.
Mucho menos se puede pensar que la voluntad ciudadana se respeta y acata en estos tiempos. La lección de Emparan debería ser asimilada no solo por Maduro, sino por todos los que forman parte de su entorno. Lamentablemente, se ha impuesto la cultura del fraude y del poder absoluto y permanente. Estos personajes del siglo XXI han arrojado al cesto de la basura los principios de soberanía popular, alternancia en el poder, democracia y respeto a la norma rectora de la vida social.
Toda la larga historia de construcción del Estado democrático —fruto de luchas y experiencias— ha sido desechada. Emparan, definitivamente, da lecciones, en pleno siglo XXI, al gobernante aferrado al poder de forma ilegítima e ilegal. Aquel prefirió retirarse y permitir a la sociedad buscar su propio destino. El actual cree que el país y el poder le pertenecen por siempre. Más de dos siglos de nuestra historia son desestimados por los actuales ocupantes del poder en esta Venezuela nuestra.
Las lecciones derivadas de aquel evento civil y civilista debemos enseñarlas y repetirlas. No las demos por conocidas. Apliquemos aquel dicho que reza: “el que no sabe, aprende; y el que sabe, repasa.” Bien vale la pena tomar la recomendación de uno de nuestros más lúcidos y prolíficos pensadores del drama histórico nacional, el Dr. José Rodríguez Iturbe, quien en su último libro “Venezuela: La persecución de la sombra” (Pag. 25, mayo 2024, Editorial Alfa) nos recuerda:
“…Es necesario enseñar a las nuevas promociones de la patria que los héroes, a Dios gracias, no son solo aquellos que usaron uniforme militar. Y que los que no formaron parte del estamento castrense, los héroes civiles, fueron, en estricto sentido, mucho más heroicos que los otros.” Y más adelante agrega: “Repasar y repensar nuestra historia, sin omitir la presencia y la levadura republicana del liderazgo civil, es hoy más que nunca oportuno y necesario.”
En este abril de 2025, es menester repasar el sentido civilista y civilizado de aquel 19 de abril de 1810, y destacar el rol determinante de personajes como Juan Germán Roscio, Francisco Salías, Martín Tovar Ponte, José Félix Rivas, el padre Madariaga, y el comportamiento democrático del propio Capitán General Vicente Emparan. Su famosa frase “Pues yo tampoco quiero mando” bien haría en asumirla el dictador actual, y de una vez por todas, oír al pueblo de Venezuela, que volvió a gritar el 28 de julio de 2024, a través del voto, la misma expresión de los venezolanos de 1810: “No lo queremos.”
Si aprendieran de la lección de Vicente Emparan, nos ahorraría a todos los ciudadanos de esta Venezuela, más destrucción y sufrimiento.
Caracas, 21 de abril de 2025