La kora, el camino sagrado de plegarias que protege al dalái lama

EFE/ Indira Guerrero

 

Dharamshla (India), 5 jul (EFE).- En Dharamshala existe una oración que no solo se recita, se camina. Es la «kora», la circunvalación ritual alrededor de la colina que alberga el templo y la residencia del dalái lama; una forma de peregrinaje que consiste en caminar de forma ritual alrededor de un lugar sagrado.

Más que un paseo, es una meditación en movimiento en un sendero que aísla del tráfico de la ciudad. Y esta semana, en vísperas del 90 cumpleaños de su líder, este río de fe se ha convertido en un torrente.

El ritual tiene sus propias reglas, se realiza siempre en el sentido de las agujas del reloj, siguiendo el curso del cosmos. No hay un número obligatorio de vueltas, pero la devoción a menudo se mide en ellas: muchos completan tres o más circuitos diarios, mientras que los más ascéticos buscan la proeza de las 108, un número sagrado en el budismo. La mano derecha de los fieles está en constante movimiento, haciendo girar las hileras de molinillos de oración.

La creencia es que cada rotación de estos cilindros, que contienen miles de mantras escritos, lanza esas plegarias al viento.

Sobre este camino se dibuja el mosaico del Tíbet moderno. Hay ancianos que, fatigados, se sientan en los bancos dispuestos a lo largo de la ruta para descansar y continuar con sus cánticos. Les adelantan jóvenes monjes y adolescentes nacidos en el exilio que sostienen la «mala», el rosario de 108 cuentas, en una mano y un smartphone en la otra.

Para la comunidad en el exilio, el dalái lama es una presencia constante, casi eterna. Pero cada año que pasa, y especialmente en este 90 aniversario, su avanzada edad se ha convertido en una fuente de ansiedad silenciosa y compartida.

Saben que con él no solo se iría un líder, sino el símbolo más potente de su nación y el principal garante de la atención mundial sobre su causa. La generación de sus padres y abuelos está desapareciendo, y con ellos, el recuerdo vivo de un Tíbet libre.

Quizá por eso, esta semana el «kora» ha cobrado un nuevo significado, se ha transformado en un multitudinario ritual colectivo para pedir por su longevidad, con miles de peregrinos viajando a la ciudad para esta fecha.

Es la versión popular y anónima del «tenshug» —la ceremonia oficial de larga vida— que sus lamas le ofrecieron hoy. Cada paso, cada mantra, es una súplica para que el líder, que ha prometido vivir más de cien años, cumpla su palabra y les de tiempo.

El sendero en sí es un altar al aire libre, inmerso en un denso bosque de pinos y cedros del Himalaya. A lo largo del camino, miles de banderas de oración, descoloridas por el monzón, que se pudren lentamente, y que según la fe, deben estar expuestas para que el aire libere sus bendiciones al mundo.

Junto a ellas, las piedras «mani» apiladas durante décadas parecen huesos tallados con la misma frase: «Om Mani Padme Hum», un mantra budista tibetano muy conocido que invoca la compasión.

Esta peregrinación es también un ejercicio de realismo. Entre los devotos se mezclan los turistas con cámaras, la seguridad india que vigila, y los mendigos que se sientan a lo largo del camino, ofreciendo a los peregrinos una oportunidad de practicar la generosidad.

Cada vuelta es una plegaria por la larga vida de su líder, también un acto de afirmación de su derecho a decidir sobre su propia reencarnación, y un escudo de protección en la lucha contra China.

 

 

 

 

 

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