De nuestra serie Heroínas del Bomboy, y a propósito del natalicio del Dr. Cristóbal Mendoza, primer Presidente de Venezuela, y luego, Vicepresidente de la República de Colombia, es pertinente conocer algunos antecedentes familiares de tan eximio repúblico, particularmente, con Catalina Fajardo, la entusiasta forjadora de pueblos trujillanos, de la que ya hemos publicado su semblanza en este mismo medio, y la relación con Juana Mendoza y Losada, la joven encomendera del Valle de Bomboy, quienes cumplieron un interesante rol en la formación y en la historia de esta Provincia.
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Los feraces potreros y sementeras de San Pablo del Valle del Bomboy, hasta más allá de Castil de Reyna, en gran parte del siglo XVII, difuminaban un verdor extasiante que enmarcaba los tapiales de la casa de arriba, en donde lidiaba la joven mujer con sus chontales y con el peso de aquel fantasma que deambulaba en esta fría tierra de una provincia que aún estaba por construir; era el espíritu del viejo hidalgo: su abuelo cuyas hazañas trágicas y dignas, se habían transformado en símbolo de una lucha, de un sentimiento y de un orgullo familiar, héroe de lo que sería un nuevo país.
Como uno de los principales capitanes en la conquista y fundación de las colonias en América, su abuelo Alonso Andrea de Ledesma, había vivido, enfrentado y encarnado las luchas contra los invasores extranjeros, contra los más temidos piratas y corsarios de imperios europeos, que se asentaron en el Caribe, <<Si Ledesma cimentó larga estirpe en cuyas ramas figura nada menos que el egregio Triunviro Cristóbal Mendoza, su caballo dejó prole que, saltando sobre los ventisqueros de América, supo ganar la ancha punta de nuestras perpetuas armas republicanas>>, agregando que ese viejo corcel, reaparecía en la historia con su furor de sostenida frescura, cuando <<Los nuevos filibusteros –ladrones de espacio y de conciencias- andan entre las aguas de la Patria, amenazando nuestra economía y ultrajando la dignidad de nuestros colores>> (Briceño Iragorry, 16); fuerte llamado a la conciencia, a la ética, al espíritu nacional, y a la Paz como <<sistema de holgura moral>>, hizo aquí don Mario.
A primeras horas de la mañana, la Encomendera contemplaba el apacible lugar. Repentinamente escuchó algo. Era un zumbido pulsante entre el Bomboy y la quebrada de San Pablo, cuando vio que se acercaban unos y sonrió.
- ¿Chakanastá Ña Shuana? La saludó al llegar, el hombre mayor, con sombrero adornado con plumas de guacamaya. La joven Juana le contestó en las típicas palabras con que se entendían, en aquella cotidianidad rural:
- ¡Chekenesté!. El viejo Don Gonzalo, cacique del grupo de sus nativos encomendados, supo que estaba bien y le llevaba algo que le había pedido. Al entregárselo le dijo:
- Truje chindungo Se refería a un manare o canasta para aparar papas o “turmas”; lo que le agradeció la joven patrona. La papa era el principal rubro agrícola y en sus distintas variedades en la alimentación de los indígenas de los Páramos, lo que intercambiaban por el maíz y luego el trigo del valle. Las mujeres encabezadas por Xazintha, esposa de Domingo el gañán y Micaela mujer de Bisente Mauro, siguieron el camino hacia los telares y los hombres a los barbechos. Antes les había preguntado por Blacito Pérez el huérfano, miembro de esta comunidad de indígenas.
Doña Juana sabía entenderse, como lo hicieron sus abuelos y sus padres, con sus chontales, a quienes el resto de los colonos los consideraban hoscos, salvajes, rústicos e incultos, o con dificultades para comunicarse, o “tonticos” por hablar en su lengua indígena, pero ella a pesar de la combinación de palabras al-andaluces traídas por sus abuelos, con las autóctonas Timotes, les entendía sus expresiones, señas y vocablos. No impuso, el idioma hegemónico, esto lo corroboró el Obispo Martí en su Visita Pastoral por dicho Valle, en el siglo siguiente, al entrevistar a los descendientes de estos chontales encomendados. Todos la conocen, la respetan y los chontales la llaman Shuana.
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Uno de los casos interesantes por investigar en la historia del indigenismo trujillano, lo es el de la Encomendera Juana de Mendoza y Losada. En 1687, cuando el alférez Don Diego Jacinto Balera y Messa, Alcalde Ordinario de Trujillo, realizó el censo de encomiendas, matriculó personalmente 12 Doctrinas y 49 encomiendas, de las cuales 10, estaban en poder de mujeres por herencia, una era la de doña Juana de Mendoza, lo que era mal visto y objetado por los descendientes de los conquistadores, quienes consideraban que era un premio de guerra, pero en forma directa no lo prohibía la Ley Real del siglo anterior, aunque sí era exigente en cuanto a su otorgamiento.
El tercero de los hijos de Catalina Fajardo con el capitán Cristóbal Hurtado de Mendoza: Hernando de Mendoza y Fajardo, y su esposa Inés de Losada y Cabrita, son los padres de: Juana de Mendoza y Losada, bautizada con 9 meses de edad, el 7 de abril de 1665, debió nacer en julio de 1664, según los estudios genealógicos consultados; el Capitán español “…Hernando Hurtado de Mendoza, tenía encomienda en la Puebla de San Pablo de Bomboy… Hernando de Mendoza, bautizado el 16 de diciembre de 1624, cuya casa fue una de las que se destruyeron cuando Gramont incendió la ciudad de Trujillo, casado con Inés de Losada…” (V. descendencia de Alonso Andrea de Ledesma. En: Briceño Iragorry, Mario. El conquistador español. Los fundadores de Nuestra Señora de La Paz de Trujillo”. Caracas, 25 de enero de 1930. Pág. 41). Se entiende que era descendiente de capitanes europeos fundadores de Trujillo, con temperamento y valor demostrado al enfrentar a los corsarios saqueadores de los pueblos y la ciudad de Trujillo. Además, al ser nieta de Catalina Fajardo, era descendiente tanto del legendario capitán Alonso Andrea de Ledesma, como del capitán Blas Tafallés. Ni don Hernando su padre, ni ella, usaron el apelativo Hurtado.
Considerada como persona limitadamente libre, en estado de vasallaje del Reino español, la mujer blanca criolla, en la mayoría de los casos no tenía cómo garantizar el ejercicio de sus menguados derechos políticos, sociales, civiles, económicos, culturales y privados. Excluido estaba para ellas, el derecho a participar e intervenir, en igualdad de condiciones con los denominados Masculinos Universales, en asuntos sustanciales como los políticos y patrimoniales, y poder gozar de los privilegios que a estos se les concedían. Esta condición de sojuzgamiento jurídico y religioso, en el régimen colonial venía siendo cuestionada en Francia, Alemania e Inglaterra; ideas que se iban trasfundiendo con el comercio a las colonias americanas.
Pudiera considerarse a esta trujillana, como una figura, que enfrentó de esa forma y sin mucho protagonismo, al sistema colonial, y asimismo, ser un símbolo de la confrontación y lucha demostrativa de mujeres que tuvieron la tenacidad de tomar las riendas de la encomienda de indígenas y de sus tierras, plantaciones, industrias y hatos, aunque no dejaron de estar sujetas al poder monárquico y a la hegemonía legal y real del hombre, del patriarcado, y al violento poder del machismo y su cultura.
Obtuvo Doña Juana por herencia y derecho de su padre Hernando de Mendoza, quien había nacido en 1624 y confirmado el 13 de enero de 1608 (Windvik), se casó con Doña Inés de Losada Cabrita, bautizada el 13 de junio de 1646 (V. descendencia de Alonso Andrea de Ledesma.), la Encomienda Cuarta, que formaba parte de la Cuarta Doctrina, denominada del Pueblo de Nuestro Señor San Pablo del Bomboy (hoy, La Puerta). Indicó Briceño Iragorry, que “…Jacinto Hurtado de Mendoza, sucesor de su padre (Cristóbal Hurtado de Mendoza) en la encomienda que tenía en la Puebla de San Pablo de Bomboy…” (Ídem). En 1620, por iniciativa de Catalina Fajardo, este mismo grupo de indígenas encomendados, regresó a vivir a su lugar de origen, en un nuevo “pueblo de indios”, llamado San Antonio de los Timotes, hoy Mendoza. Éste Jacinto, planteó querella y reclamó sus derechos a la muerte de su padre, porque había sido declarada vacante esta encomienda, por las autoridades coloniales. Jacinto era hermano de Hernando de Mendoza, padre de Juana de Mendoza y Losada.
Con apenas 22 años de edad, Juana había tomado la titularidad y administración de una importante extensión de tierras a lo largo del valle de Bomboy, las que venían siendo sembradas con plantaciones de caña dulce, y otras, hacia el norte, entre la Cañada de Mendoza y la posesión Dorokoke, fomentadas mayormente con hatos y potreros por sus abuelos Catalina y Cristóbal, y luego por su padre Hernando de Mendoza; a pesar de ello, el reto asumido en pleno siglo XVII, suponía su esfuerzo como encomendera, para optimizar la producción de su hacienda, adecuándose al modelo agrícola de exportación que se estaba consolidando en este tiempo.
Provenía Juana, de una familia profundamente religiosa, honesta y emprendedora, así como de ejecutantes de cargos públicos y de gobierno. El abuelo Cristóbal, inició estudios para sacerdote, “… recibió primera tonsura en Trujillo el año de 1607 de manos del Ilustrísimo Señor Alcega, pero dejada la carrera eclesiástica…” (Ídem); luego cambió de parecer, se casó con Catalina Fajardo, se incorporó a sus negocios familiares y a la función pública, ocupando el cargo de Alcalde Ordinario y de la Santa Hermandad de Trujillo.
La encomienda que se le transfirió a Doña Juana, contaba, “…veinte y cuatro almas en la forma siguiente: — Ocho indios útiles y de trabajo 8 — Cuatro muchachos de menor edad de catorce años. 4 — Nueve indias de mayor edad de catorce años para arriba 9 — Tres muchachas de menor edad de catorce años…. 3. 24 Con lo cual se acabó la matrícula de los indios naturales de esta dicha encomienda inclusa en esta doctrina del Señor San Pablo…”, según lo que refleja el Acta de censo y otorgamiento de libertad de los indígenas encomendados, del 14 de noviembre de 1687, suscrita por el alférez Don Diego Jacinto Balera y Messa, Alcalde Ordinario de Trujillo, el Corregidor de indios Capitán Antonio Oviedo y el cura doctrinero licenciado Juan Buenaventura Cabrita Losada (Castellanos: pág. 87). Era una comunidad de 24 indígenas Timotes a su cargo, siendo su cacique Don Gonzalo, quien no era ladino, es decir, un chontal, que aun cuando la entendía no hablaba la lengua española, por lo que se presume que parte de su comunidad tampoco la usaba.
Luego de ese cambio de nativo encomendado por el de tributario, doña Juana, debía continuar dándole trabajo en las haciendas y hatos, con la responsabilidad de su alimentación, cuido y sin adoctrinamiento católico y sin obligarlos a hablar español, de acuerdo al nuevo régimen colonial de tributación; permanecer siendo chontales, era su derecho.
Sobre el término chontal, el Vocabulario de indigenismos en las Crónicas de Indias, de Manuel Alvar Ezquerra, Madrid, 1997, recoge lo siguiente: <<Temiéndose….especialmente de yndios chontales no les hiciesen alguna molestia o vejación>> (Pedro de Aguado). También, <<Esos chontales es gente más avillanada e moran en las sierras o en las faldas dellas>> (Gonzalo Fernández de Oviedo). Igualmente, <<Quedando los ladinos y chontales de nunca dar oídos//jamás a semejantes devaneos>> (Juan de Castellanos). Asimismo, <<Era toda esta gente muy chontal y salvajina, por no haber tratado jamás con españoles (Fray Pedro Simón).
Doña Juana, era hermana de Buenaventura Hurtado de Mendoza, bautizado el 14 de julio de 1665, según el trabajo genealógico usado por el maestro Briceño Iragorry. Éste Buenaventura, siguiendo la tradición familiar, llegó a ser Alcalde de Trujillo, se casó con Beatriz Constanza Barreto Montilla y concibieron a Luis Bernardo Hurtado de Mendoza, quien al tener la mayoría de edad, a su vez, se casó con Gertrudis Eulalia Montilla Briceño y procrearon a Don Cristóbal Hurtado de Mendoza, (1772-1829). Graduado Cristóbal en jurisprudencia, fue Protector de Naturales en Barinas, se sumó al movimiento independentista en 1810, con una participación destacada, ocupando la primera magistratura en la Junta Suprema. Señaló en 1929, el historiador Briceño Iragorry, a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia, que, el Capitán Hernando Hurtado de Mendoza, era ascendiente del «… Dr. Cristóbal Mendoza, primer Presidente de Venezuela, nacido en la ciudad de Trujillo el 23 de junio de 1774 y no el 24 de julio como se ha venido diciendo…”. (Briceño Iragorry, Mario. Discurso a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia, en 1929); igualmente lo es doña Juana Hurtado de Mendoza y Losada. El Dr. Cristóbal, fue elegido en 1825, Vicepresidente de la República de Colombia, también indebidamente llamada la Gran Colombia; falleció en Caracas, sus hermanos y hermanas, todos próceres de la independencia, lo que eleva al máximo el gentilicio trujillano.
Juana de Mendoza y Losada, fue una de las primeras mujeres trujillanas, que avanzado el siglo XVII, se enfrentó al régimen colonial patriarcal y al hegemonismo y privilegios de los varones descendientes de conquistadores, al lograr convertirse efectivamente en Encomendera, obteniendo la titularidad de la encomienda de su familia. En 1687, siendo muy joven, pues apenas contaba con 22 años de edad, son eliminadas las encomiendas, pues se realizó el acto de dar libertad a los indígenas que tenía encomendados. Dando paso así, por lo menos en esta posición de poder, a un nuevo rol igualitario para las mujeres y hombres de la Provincia.
Ese episodio, exigiendo el otorgamiento de la Encomienda para ella administrarla, la que asumió efectivamente con lazos laborales basados en el trato y respeto a sus nativos encomendados, simbolizaba el sentimiento humanista frente a la barbarie hispana, y símbolo de la lucha que desde varios frentes se dio contra el patriarcado machista y las relaciones de poder de la cultura occidental, en nuestro continente.
Doña Juana de Mendoza y Losada, una de las heroínas del Bomboy, demostró sin saberlo, que las relaciones de poder existentes podían variar, por lo menos en cuanto al respeto por el ser humano; por eso no dudamos en reconocerla como una gran dama mantuana, con un temperamento arrollador, de mucha firmeza, constancia y arrojo, en tiempo y lugar toscos, como el de este Valle en el siglo XVII, invocado como Pueblo de Nuestro Señor San Pablo del Bomboy, hoy La Puerta, y San Antonio de los Timotes, hoy Mendoza del Bomboy.
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Fui sorprendido el lunes próximo pasado, al enterarme por televisión del traslado al Panteón Nacional de una caja simbólica con tierra, en lugar de los restos mortales del prócer independencista Dr. Cristóbal Mendoza. Al igual que otros trujillanos, espero leer el Informe oficial que ordenó publicar el Presidente de la República, sobre las razones que privaron en este asunto, para poder entender si realmente dicha ceremonia debe considerarse un honor al gentilicio trujillano y a la Nación, u otra cosa.