La Intransferible Soberanía | Por: María Eloina Conde

 

“Tener algo que decir no significa necesariamente que deba decirse” me comentó un buen amigo hace unos días y quizás tenga razón, al menos en estos días tan atribulados que hoy suman quince en la cuenta. Es un período en el que Venezuela ha cambiado profundamente, hemos vivido y hoy seguimos viviendo una auténtica montaña rusa de emociones que han pasado desde la esperanza y fe en su estado más puro al terror más profundo y paralizador. Pero en medio de la incertidumbre se asoma, a veces tenue pero siempre presente, la certeza de haber conseguido por primera vez dar un giro de 180° en la conciencia de la gente y del juego político. Porque todos los que estudiamos cuidadosamente el panorama hemos visto y prevenido de sus peligros, pero sabemos que es andando que podemos generar cambio, aunque todavía no se vislumbre con precisión el camino.

Y en medio de las noticias que nos bombardean, yo he querido volver la atención al preámbulo de nuestra constitución, publicada el viernes 24 de marzo del año 2000, que invoca la protección de Dios y el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar, esa constitución que consta de 350 artículos y un espíritu profundamente democrático, con separación de poderes, con descentralización y que le da a la soberanía popular el mayor de los reconocimientos y poder. Con esa constitución, producto de una amplia discusión que viví siendo todavía una niña, he crecido, y en ella está el país que fue un sueño desde la conspiración de Gual y España, por allá en 1797, antes de victorias contundentes como las de Carabobo o la del Lago de Maracaibo.

Son muchas las vidas e historias de hombres y mujeres que a lo largo de nuestro recorrido como país han dejado un legado que sigue vivo, que aún siglos después resuenan en nuestra memoria colectiva, y es que Venezuela siempre ha soñado, ha pensado y ha aspirado a lo que se sabe merecedora, que no es otra cosa que la grandeza de una libertad que le permita a sus ciudadanos alcanzar su máximo potencial, sin más condiciones que las propias de la ley, en medio de una tierra que con una variedad increíble de paisajes y recursos naturales aseguran su futuro. Así también he crecido junto con una generación que ha tenido que entender las diferencias entre la teoría y la práctica en su día a día, en sus sueños y la lucha constante por realizarlos.

Estamos en 2024 y hace más de 20 años que se publicó la constitución que rige en la teoría nuestro país, y hoy hace 15 días que vivimos un evento que cambió nuestra historia para siempre, una elección que requirió el esfuerzo, el trabajo y la puesta en marcha de una estrategia que ha asombrado al mundo en tantos sentidos que tendrán que pasar los años para entender la magnitud de lo que como país hicimos ese día. Lo que ha venido todos lo sentimos en carne propia, el camino es riesgoso y lo sabemos, pero el 28 de julio no podrán quitarlo de la memoria y conciencia de los millones que decidimos ese día.

En todo este proceso, no ha habido peticiones más allá de las que en nuestra constitución, nuestras leyes y los reglamentos de esas leyes demandan, son las mismas solicitudes que gobiernos de todo el planeta, de todas las ideologías políticas e incluso la propia izquierda latinoamericana han solicitado. Estos quince días son simplemente un recordatorio del artículo 5 de nuestra constitución: La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.

Ellos lo saben, nosotros lo sabemos, y como repetía incesantemente el fallecido presidente Hugo Chávez, quien fue el mayor partidario de esa constitución que tanto celebró aquél 24 de marzo cuando se hizo oficial “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”.

 

María Eloina Conde

Agosto 11, 2024

Salir de la versión móvil