La influencia del “Diablo” Briceño en Bolívar para la Proclama de Guerra

Las sugerencias de Antonio Nicolás Briceño habrían influido en la decisión de Bolívar sobre el Decreto de Guerra a Muerte. Las palabras del “Diablo Briceño” seguramente influyeron en la forma de pensar del Libertador cuando pisa tierra trujillana procedente de Mérida

 

Cuando se conmemoran un año más de la Proclama de Guerra a Muerte del Libertador Simón Bolívar en la ciudad de Trujillo, el 15 de junio de 1813, y de la muerte del coronel Antonio Nicolás Briceño, en Barinas, tres horas después de haber firmado el decreto de Bolívar, con este trabajo, además de rendirle homenaje a nuestros héroes independentistas, nos proponemos a exteriorizar el orgullo de nuestro gentilicio al sabernos nativos y moradores de este pedazo de tierra, que como la mayoría de nuestra ancha geografía nacional fue hollada por las gloriosas semillas de héroes y fue testigo de muchos hechos que marcaron pauta en el acontecer de nuestra gesta emancipadora.

 

Para lograr nuestros propósitos, recordemos primero que después de haber dado ya decididos, audaces y valerosos pasos a favor de nuestra independencia tales como los del 19 de Abril de 1810 y el 5 de Julio de 1811, Venezuela volvió a caer en manos de los españoles a consecuencia de la reacción del jefe realista Domingo de Monteverde. Ante tal circunstancia, Bolívar pudo retirarse primero a Curazao para pasar luego a Colombia, donde además de buscar el reaccionar de la derrota que lo condujo allí, también buscó ese inmenso amor a la libertad que yacía dentro de su hermosa y expansiva alma. Pues él deseaba ver libres no solo a sus más cercanos congéneres, no solo a su patria, sino a todos aquellos seres y lugares que sufrieran de tan horrible privación.

 

Manifiesto de Cartagena

 

Allí en Cartagena, Bolívar hace un exhaustivo análisis de las causas que produjeron tal derrota y las recoge en su célebre «Manifiesto de Cartagena», el cual presenta ante el soberano Congreso de la Nueva Granada a la vez que solicita ayuda y autorización para invadir a Venezuela.

 

Una serie de triunfos a favor de la independencia de la Nueva Granada, hicieron a Bolívar acreedor a la autorización para la invasión y es así que inicia esa gloriosa avanzada que fue la «Campaña Admirable» y de la cual el historiador Helmund Tello, en su obra «Cumbres de Gloria», dice así: «Bolívar estaba efectuando una de las hazañas más grandes de la historia de las naciones, lo cual no era una exageración. Una batalla perdida era la muerte; un error la muerte, una sorpresa la muerte. Era una audacia sublime, como ningún conductor de otra tropa jamás la realizaría».

 

Llega triunfante a Trujillo

 

Pasando triunfante por pueblos intermedios llega a Mérida y es allí donde por primera vez se le llama «Libertador», título este que al serle confirmado el mismo Bolívar lo considera «más glorioso y satisfactorio que el cetro de todos los imperios de la tierra».

 

Bolívar pasa de Mérida a Trujillo, el día 13 de junio pernocta en la casa Carmania, la cual era propiedad de quien fuera uno de los más ilustres trujillanos, nacido en 1731, presbiterio Francisco Rosario.

El día 14 Bolívar y su ejército ya habían tomado posesión de Trujillo. Según describe el Dr. Marcos Rubén Carrillo en su obra, “La Casa de Guerra a Muerte”, la tranquilidad de la ciudad de Trujillo se había agitado de una manera inusual, su pobladores habían despertado más temprano de lo normal, todos querían unirse a las caravanas que llegaban de diversas partes para acompañar a Bolívar. Los caminos y calles lucían sobreramente limpios, y las casas mostraban brillo y resplandor con pintura fresca y con el pabellón nacional en sus puertas. Todos esperaban el día 15, el momento, la hora indicada, cinco de la mañana cuando el Libertador firmaría su proclama.

 

Operó un cambio

Se piensa, que durante el tránsito por los hermosos riscos andinos entre Mérida y Valera, en la mente de nuestro Libertador se operó un cambio en lo que se refiere a su modo de actuar en la campaña. Pues nos cuenta la historia que al inicio de la «Campaña Admirable» “Bolívar a todos les perdonó la vida», y más aún, cuando el trujillano Antonio Nicolás Briceño le propone que se debe exterminar en Venezuela la raza maldita de los españoles de Europa, sin exceptuar los isleños de Canarias… y «El Diablo” Antonio Nicolás Briceño» haciendo honor, o mejor dicho, llevando a la práctica su modo de pensar, hace decapitar a dos peninsulares en San Cristóbal y le envía una de aquellas cabezas a Bolívar, éste en comunicación oficial le responde: «…Advierto a usted que en lo adelante en ningún modo podrá pasar por las armas ni ejecutar otra sentencia grave contra ningún individuo, sin pasarme antes el proceso que ha de formársele por su sentencia con arreglo a las leyes y órdenes del Gobierno de la Unión de quien depende el ejército a que está incorporado…».
Como vemos Bolívar se mostraba «prudente y moderado» y hasta indulgente con sus enemigos.

 

Antonio Nicolás, libertad y justicia

Para el escritor trujillano Mario Briceño Iragorry, la pérdida de la primera república a causa de la traición de Monteverde produce en Antonio Nicolás Briceño, un odio a muerte hacia el español.

El 15 de junio de 1813, siendo las 8 de la mañana, tres horas después de haberse firmado en la ciudad de Trujillo, el Decreto de Guerra a Muerte. es fusilado Antonio Nicolás Briceño en las cercanías del camposanto de Barinas, el cadáver es descuartizado completamente y su cabeza es colocada en la entrada de Barinas, para que sirviera de escarmiento a los demás patriotas venezolanos.

Venezuela amanecía de pie, dos hechos que se producían ese 15 de Junio de 1813 la sacudieron, uno el fusilamiento del doctor y coronel Antonio Nicolás Briceño y el otro la firma de la «Proclama de Guerra a Muerte por parte de Simón Bolívar. Un día de proclama y muerte para una Venezuela heroica.

 

Aquella Proclama de Guerra a Muerte sale como una respuesta lógica a la represión implacable. Antonio Nicolás Briceño, el hijo de Mendoza que seguramente volverá a será recordado, fue su inspirador. Bolívar la firmó y Briceño se convirtió en el hombre que infundió en el ánimo de Bolívar para llegar a aquella determinación.

 

Dicha proclama de «Guerra a Muerte», no surgió como simple accidente, sino como una respuesta lógica a la represión implacable realizada por la dictadura canaria de Domingo de Monteverde. Briceño fue un apasionado por la libertad y la justicia, Venezuela aún le sigue debiendo el más alto de los reconocimientos al soldado de la patria de Mario Briceño Iragorry.

 

La influencia del “Diablo” en Bolívar

 

… En el trayecto Mérida-Valera y a medida que se acerca a la tierra de «El Diablo” Antonio Nicolás Briceño, Bolívar quizá asocia el recuerdo de tan valiente general, con la presencia de la tierra que lo vio nacer y es aquí cuando comprendió la necesidad de aplicar las recomendaciones que en cierta oportunidad aquel prócer trujillano le hiciera y lanza el por todos conocido y célebre «Decreto de Guerra a Muerte». Lástima que para tales momentos, el general Antonio Nicolás Briceño ya no existiera. Pues, ¡Cuál grande habría sido su satisfacción y hasta su alegría, al conocer el influjo de su pensamiento en la actitud del Libertador y ver convertidas en realidades sus aspiraciones!

 

No había alternativa

La guerra a muerte en Venezuela, en verdad había dado su primer puntada al inicial el día de la conquista cuando los visitantes desembarcaron en tierra firme y comenzaron el exterminio del indio y su cultura que nada sabían de caballos, arcabuces, catecismo y cruz.

Muchos años después, Cervériz, Zuazola, Antoñanzas, Rósete, Monteverde y Boves ahorcan, descuartizan y fusilan a patriotas que se rebelaban contra el poder colonial.

 

Los patriotas, ante esa perspectiva de diálogo homicida sin apelación de la reyecía, tuvieron que montar un poder de respuesta, inventar una regla de Talión parecida, para cobrar con la misma moneda del diente por diente y ojo por ojo: Bolívar pasó a mejor vida a más de setecientos españoles detenidos en los pontones de La Guaira; el trujillano Antonio Nicolás Briceño ordenó la muerte de un centenar en San Cristóbal; Urdaneta, Páez y otros hicieron lo mismo en su debida oportunidad para que el miedo también fuera flor en la piel del contrario. Cuando menos, para que meditaran sobre el valor de la vida.

No había alternativa: guerra total, destrucción absoluta. En la casona de los Roth en Trujillo nadie había logrado conciliar el sueño esa noche. Bolívar se levantó muy temprano, insomne porque su mente estaba bloqueada por la infernal decisión que había de tomar. Junto a varios oficiales, a la luz del candil, releyó varias veces el diabólico documento que constituía un mecanismo de los venezolanos «por recobrar sus derechos soberanos y por mantenerlos ilesos, como la divina providencia se los ha concedido, está resuelto el pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa y el mundo se empeñan en encorvarla bajo el yugo español».
La firma comenzó a desplazarse bajo unos ojos de hoguera. (Luis González, Cronista de Valera)

 

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