La industrialización antiinflacionaria | Por: Víctor Álvarez R.

 

Víctor Álvarez R. / @victoralvarezr

 

El próximo jueves 14 de septiembre estaré junto al nuevo presidente de Fedecámaras, Adán Celis, en el Foro Empresas, Economía y Futuro: Perspectivas 2023, organizado por la Cámara de Industriales del Estado Aragua (CIEA) que preside Freddy Lujano. En este artículo quiero adelantar algunas de las ideas que desarrollaré en ese evento.

¿A cuánto llegará la inflación en 2023?

2023  comenzó con una fuerte presión inflacionaria: 39,4 % en enero y 15,4% en febrero. Desde marzo a julio los registros mensuales fueron de solo un dígito: 4,2% en marzo, 2,5% en abril, 7,5% en mayo, 8,5% en junio y 7,2% en julio. Pero en agosto subió de nuevo a dos dígitos con un registro de 13,6%.

 

 

 

Con el 13,6% de agosto, la inflación acumulada en lo que va de año llegó a 144,6%; y la anualizada de agosto a agosto fue de 422%. De mantenerse esta tendencia, la inflación de 2023 superará el 234% registrado en el año 2022.

 

 

El costo del ajuste fiscal lo están pagando sobre todo los empleados de la nómina de funcionarios públicos y jubilados cuyos salarios y pensiones permanecen congelados.  Los bajos salarios limitan la demanda, contraen las ventas y agravan la caída de la producción agrícola e industrial.

 

 

 

La reducción del gasto público también se refleja en la falta de mantenimiento de los servicios públicos y en la desinversión en los sistemas públicos de educación y salud. La reactivación económica requiere servicios públicos de calidad, pero los frecuentes cortes de energía, el racionamiento de agua, la escasez de gas, la mala calidad de las telecomunicaciones, y la escasez de combustibles representan grandes obstáculos. Obligan a paradas no programadas de la producción y a incurrir en sobre costos que castigan la competitividad nacional frente a los productos importados.

 

Desequilibrios macroeconómicos mantienen presiones inflacionarias

Debido a la depreciación constante de la  moneda nacional, todo ingreso en bolívares tiende a convertirse en dólares. Cada vez que el gobierno emite bolívares para pagar a proveedores, contratistas o bonos a la nómina pública, se produce una presión  de demanda en el mercado cambiario. El precio del dólar se dispara y se recrudece la inflación, tal como ocurrió en el mes de agosto cuando pagó bonos vacacionales y deudas pendientes a proveedores.  .

La tasa de cambio oficial subió a 33,11 Bs/$. En 2023 el bolívar se ha depreciado casi 80 %, lo cual disuelve el equivalente en dólares del presupuesto nacional aprobado en bolívares. Al no mejorar la recaudación de impuestos, el gobierno se financia con emisiones de dinero inflacionario y el círculo vicioso se prolonga.

 

 

 

El precio del dólar aumenta pero en un porcentaje menor que la inflación. En consecuencia, se aprecia el tipo de cambio real. Esto significa que el precio del dólar se abarata en comparación con el encarecimiento de los demás bienes y eso abarata las importaciones que compiten ventajosamente con la producción nacional.

Para frenar el precio del dólar, el gobierno aplica una política monetaria restrictiva con un elevado encaje legal que deja a los bancos sin liquidez para financiar la producción y el consumo privado, componente clave de la demanda agregada que mueve la economía.

El gobierno impide la creación de dinero bancario pero sin dejar de emitir dinero sin respaldo para financiar su propio gasto. Cada vez que el gobierno monetiza su déficit y lo financia con emisiones de dinero inorgánico, aplica un voraz impuesto inflacionario. Al inyectar esa masa de dinero a un mercado signado por altos índices de escasez, lo que hace es desquiciar los precios y recrudecer la inflación.

 

La industrialización antiinflacionaria

Los países que han alcanzado una creciente calidad de vida han reconocido la importancia de la industria como la fuerza motriz del desarrollo económico y social. En su proceso de transformación productiva, el crecimiento del sector manufacturero ha sido mayor que la velocidad de crecimiento del PIB, convirtiéndose así en el sector dinamizador del desarrollo económico y del aumento del grado de industrialización, es decir, de la contribución de la industria en la conformación del PIB, en comparación con el aporte de los demás sectores económicos.

Pero los productores nacionales no pueden competir con importaciones hechas con un dólar barato, que además no pagan arancel ni tienen que cumplir con los requisitos sanitarios, laborales y ambientales que sí se le exigen al productor nacional. Se impone erradicar la competencia desleal que arruina a la producción nacional.

También es necesario corregir la apreciación del tipo de cambio real y dejar que el precio de la divisa evolucione al ritmo de los demás precios hasta alcanzar una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional. Un dólar caro desestimula las importaciones y estimula la producción para exportar. La competitividad auténtica, sin manipulaciones en la tasa de cambio, se logrará con el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas de la producción nacional para que así pueda competir en calidad y precios en el mercado internacional.

La industrialización antiinflacionaria requiere un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad de la economía no petrolera, una política arancelaria y tributaria que proteja el esfuerzo productivo nacional, la reducción del encaje legal para aumentar el financiamiento a la producción y el consumo, así como una gama de incentivos fiscales y financieros para el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas. Un ambiente de confianza basado en la seguridad jurídica, los equilibrios macroeconómicos y la estabilidad de las políticas públicas se traducirá en la regeneración del tejido económico y la multiplicación de empresas que pagarán crecientes impuestos, ayudarán a equilibrar las cuentas fiscales y evitar que el déficit público sea financiado con emisiones de dinero inflacionario.

Tengamos en cuenta que para abatir los precios no basta con atacar los efectos propagadores de la inflación, los cuales están asociados al financiamiento del déficit fiscal con emisiones de dinero sin respaldo en las reservas internacionales ni en la producción. Esto es necesario más no suficiente. Hace falta, además, atacar los problemas estructurales que origina la inflación, los cuales están asociados a la contracción de la producción nacional que provee los bienes imprescindibles para satisfacer las necesidades básicas y esenciales de la sociedad.

La industrialización es antiinflacionaria porque genera empleo productivo cuya remuneración no solo se traduce en demanda, sino que tiene como respaldo una creciente producción de bienes y servicios. Al satisfacer la demanda interna con una producción industrial de creciente valor agregado, se evita que los ajustes en el tipo de cambio encarezcan  el componente importado y aticen la inflación.

La reindustrialización antiinflacionaria está llamada a impulsar la transformación de una economía rentista, que poco produce y casi todo lo importa, en una nueva economía independiente y soberana. Es la clave para transformar el modelo extractivista y rentista en un nuevo modelo productivo capaz de sustituir eficientemente importaciones, diversificar la oferta exportable y generar nuevas fuentes de divisas que nos hagan menos dependientes del ingreso petrolero. Es la vía para preservar el poder de compra de los salarios, proteger el bienestar social y la prosperidad de los hogares venezolanos.

 

 


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