El que José Gregorio Hernández haya nacido en Isnotú es muy importante. Igualmente es de gran trascendencia que una vez graduado haya vuelto a su lugar de origen. Venezuela para 1864 era un país rural predominantemente rural, de menos de dos millones de habitantes y Caracas tenía menos de cuatrocientos mil. Era un país de aldeas y de pueblos, era un país provinciano.
Como desde hacía ya tiempo, las oportunidades de estudio eran pocas y concentradas en escasos lugares como Mérida y Maracaibo, y sobre todo Caracas. Que alguien superara estos obstáculos de la distancia y todo lo que ello significa, ya era un mérito. Por ejemplo, a los 14 años no cumplidos, este muchacho tuvo que irse en mula desde Isnotú en el estado Trujillo hasta el puerto de La Ceiba en el sur del Lago de Maracaibo, esperar la piragua que lo llevara a Maracaibo, allí tramitar sus documentos para poder ir en barco a Curazao, esperar el vapor que lo llevaría a La Guaira y desde aquí subir en el tren hasta Caracas. Parecido esfuerzo lo hicieron muchos provincianos que luego hicieron densos aportes al país.
Este jovencito llevaba, además de su sencilla maleta, buen equipamiento en valores recibidos en su familia, en esa aldea, en su escuelita y en su templo sin sacerdote fijo. Los valores propios que se atribuyen a estos lugares modestos: primero a la familia extendida que cabía en esos caserones, con el trabajo compartido en la pulpería, la botica y la posada, que tendría su buen fogón, y los corredores para la tertulia.
En estos pueblos y caseríos transcurría una vida modesta, donde los pobladores eran conocidos, y muchos de ellos, reconocidos por su nobleza, y la importancia en la comunidad se medía más por sus virtudes que por sus haberes. Nunca alguien en estos pueblos moría de mengua, pues siempre hubo la mano generosa y oportuna. No es que eran unos lugares idílicos, pues había mucha pobreza, enfermedades infecciosas y severas limitaciones de diverso tipo que había que superarlas con solidaridad y con trabajo. La vida en común y las necesidades compartidas inclinaban a ser una comunidad fraterna.
El Dr. Hernán Méndez Castellanos, quien fue declarado Héroe Panamericano de la Salud por sus aportes a la salud pública y al conocimiento científico de la población venezolana, nacido en el pueblo de Escuque, destacaba como una de las virtudes que podrían ayudar a salir de la pobreza en Venezuela, esas virtudes nacidas al calor de la familia y la comunidad provinciana.
José Gregorio Hernández se gradúa con honores en la Universidad Central de Venezuela, había cultivado excelentes relaciones en la capital y ya gozaba de merecida fama. Sin embargo, toma la decisión de regresar a su aldea de menos de mil habitantes, en un largo viaje parecido al que había realizado 10 años antes. Allí se consigue con los cuadros de pobreza y enfermedades que lo desafían en su recién adquirida profesión. Sus biógrafos afirman que esa pasantía rural fue fundamental para desarrollar las habilidades clínicas que lo hicieron famoso y querido. Las vicisitudes de la política sectaria y la violencia de los caudillos locales determinan que vuelva a Caracas. También la necesidad de buscar más conocimientos.
Provinciano es considerado a veces como rústico, atrasado o tosco, frente al refinamiento de los capitalinos. Algo tendrán de razón, pues los efectos del urbanismo y el ejercicio de la ciudadanía obligan a las costumbres propias de la ciudad, pero en estos pueblos del “interior” como se les dice, la vida cotidiana estaba bien lejos de ser rústica. Provinciano también se puede tomar como modesto, respetuoso, servicial, quizás tímido.
Hoy en tiempos de pandemia, de obligada reclusión, en todo el mundo se ponen de manifiesto los valores de estos lugares, donde existe cercanía y alta densidad de capital social que se traduce en la oportunidad de conversar, de compartir, de conocerse. Hoy más que nunca se aprecia el valor de vivir en lugares como éstos. Pero los lugares, sean de grandes urbes o de pueblos y aldeas, deben apreciar los valores que encierran y, aprovechando la sociedad interconectada de las comunicaciones de hoy, compartir las ventajas de ser provincianos en un mundo global.