La importancia de la historia | Por: Nelson Pineda Prada

 

No nos haremos eternos corriendo tras la inmortalidad; no seremos absolutos por haber reflejado en nuestras obras algunos principios lo suficientemente vacíos y nulos para pasar de un siglo a otro, sino por haber combatido apasionadamente en nuestra época, por haberla amado con pasión y haber aceptado morir totalmente con ella

Jean Paul Sartre

 

¿Qué es la historia? Sigue siendo una interrogante cuyas respuestas no logran satisfacer a quienes tienen por oficio remover los escondrijos de las sociedades en su devenir. Aunque, por mucho tiempo, se llegó a pensar (algunos lo siguen haciendo) que, luego de las reflexiones expuestas en los Annales d’Histoire Économique et Sociale (15-01-1929), este era un tema dilucidado. Reflexiones que se ha llegado a creer serían eternas; y, no como reflexiones escritas en un tiempo (y para un tiempo) determinado de la historia.

Ya que, como bien lo había dicho Karl Marx, en El 18 brumario de Luis Bonaparte: los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado.

Es por ello que, atreverse a pensar una nueva concepción de la historia, requiere de la comprensión de la historia vivida. Demanda, al mismo tiempo, una nueva manera de imaginarla a partir del carácter plural que tienen los pueblos, en tanto que colectivo humano.

Nueva historia que debe conducirnos a comprender el significado, el cómo y el cuándo logra el hombre trascender sus fronteras naturales, su ámbito local o nacional, y entrar en contacto con otras áreas, con otros pueblos, en medio del mundo globalizado en que vivimos.

Una mirada crítica, de la manera como se están fraguando los grupos sociales y las instituciones del Estado, nos dice que estos se construyen a partir de una mitología interesada, a través de la cual se nos quiere hacer creer que existe una supuesta identidad con un pasado mal comprendido y a menudo inventado.

La historia no es la acumulación y ordenamiento cronológico de los hechos del pasado; no puede ser percibida como una operación algebraica de datos. La historia es el proceso de análisis de ellos. Por lo que, como lo señaló E. Carr, la función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y comprenderlo como clave para la comprensión del presente.

Tarea que es posible llevar adelante, pues en los documentos del pasado, los historiadores encontramos los datos acerca de la forma de vida que tenían los pueblos de entonces. No olvidemos que, la tarea fundamental de la etnografía histórica, consiste en la búsqueda de la importancia que dichas acciones tenían para los miembros de una determinada formación social, y de su significado.

Marc Bloch, decía que: El documento es como un testigo, habla cuando le planteamos cuestiones. El historiador puede, frente a un dato histórico, formular preguntas distintas a las que puedan hacerse otros científicos sociales, dado que, ello estará determinado por los intereses que precedan al acto de la investigación histórica, y estos pueden ser diversos.

Sin embargo, la historia no es una disciplina omnisciente, que tiene por la verdad histórica una suerte de valoración exacta, por tanto infalible. No olvidemos que, el objeto de la historia es estudiar los hechos sociales ocurridos en una determinada formación social, con la intención de historiar el presente desde el presente. Proceso en el que, el historiador debe tener presente que la historia es un estudio de causas. Que estas son de diversa índole, que ellas influyen e inciden sobre el hecho histórico de distinta manera e intensidad.

Sin embargo, el historiador, no debe asumir ante las causas posiciones deterministas; por tanto, no debe señalar que todo tiene una explicación a partir de ellas. Ni generalizadoras, como para asegurar que la historia consiste en el estudio de rasgos generales. O considerarla como una serie de acontecimientos, determinados por coincidencias fortuitas o casuales.

Pues bien, uno de los problemas fundamentales de la historia, de este tiempo, es que ha razonado y pensado desde la perspectiva euronorteamericana. Le ha otorgado un carácter universal a la modernidad occidental capitalista, desechando u obviando las características específicas que cada formación social tiene. Historia que no ha sido historiada integralmente.

En definitiva, poder formular una nueva “modernidad” será posible, si lo hacemos a partir del análisis de nuestra propia realidad de pueblo. Pues el acierto de pensar una realidad histórica particular, está determinado por estudiar los hechos y fenómenos de su proceso histórico, analizándolos a partir de las causas que los establecieron desde una perspectiva multidimensional e integral, desde su propia realidad cultural, desde un pensar y reflexionar políticamente su historia.

 

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