La imaginación del pasado | Por: Nelson Pineda Prada

 

En torno del Canto Guerrero Cuica

I Parte

 

La historia es un cuento,
un cuento necesita un narrador
y un narrador necesita situarse en algún lugar.
La visión desde ninguna parte no funciona.

Tony Judt

 

Se hizo común afirmar en Europa, y de manera particular en España, que con la llegada del conquistador ibérico en 1492, a estas tierras desconocidas por ellos, se había producido, según López de Gómara, la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió.

Importancia que, a nuestro entender, explica el por qué fueron tan profusas y variadas las crónicas que sobre estas tierras, y sus pueblos originarios, hubo de producirse. El conquistador se hizo cronista. Y, el cronista se hizo historiador, geógrafo, etnógrafo, lingüista, jurista, y…

Nació una nueva historia. Una nueva forma de concebir y narrar la historia. El conquistador convertido en cronista improvisado se limitará a relatar espontáneamente lo que ve. Mientras que, los historiadores, formados en el humanismo del Renacimiento, no encontraron en la historia clásica ningún esquema que les sirviera de modelo para dar explicación a lo que estaba sucediendo. Ya que, el historiador “humanista”, relacionaba todo lo visto con lo leído en la historia griega o latina. Y, el llamado nuevo mundo, en nada se parecía a esos pueblos y culturas. Francisco Esteve Barba, en su obra, Cultura virreinal, dice que: Los cuestionarios presentados a los indios fueron elaborados a base de conceptos europeos, y una vez dada la respuesta, fue también interpretada a la española.

En el pensamiento histórico occidental un nuevo imaginario sobre el ser humano emergía. Los pueblos originarios fueron vistos de otra manera. El Padre Bartolomé de las Casas, con sus crónicas, consolidó la tesis de le bon sauvage, convertida en mito, a la que Rousseau hubo de darle forma definitiva.

Este prolegómeno viene al caso porque, el lunes 31 de enero del presente año, tuvimos una conversación con nuestro amigo y colega historiador, Antonio Vale, el “Catire Toño”, acerca de un tema de historia regional sobre cuya originalidad pareciera no haber discusión. Hablamos sobre El canto guerrero de los Cuica.

Y como libres pensadores, única riqueza que ambos tenemos, me interrogó acerca de ¿Si el Canto Guerrero de los Cuicas, cuya traducción es atribuida al sabio Rafael María Urrecheaga, realmente existía? Debo confesar que me “dejó fuera de base”, como se dice en el argot beisbolístico.

Las conversaciones con Antonio Vale, siempre están cargadas de ese inagotable sentido de la búsqueda de la veracidad de la verdad. No son preguntas ociosas, ni tienen una respuesta escondida.

Mi primera respuesta, ante la interrogante de El Catire Toño, fue afirmativa. Le dije que, si nos atenemos a la memoria histórica, el canto guerrero fue común en los pueblos del altiplano sureño. De allí venimos, influenciaron a Chibchas y Muiscas; y como dice Arturo Cardozo en su obra, Sobre el cauce de un pueblo, el Canto Guerrero de los Cuicas, fue narrado de generación en generación, y en 1844, en la Mesa de Esnujaque, Urrecheaga lo oyó directamente de descendientes de los Muiscas. Urrecheaga hablaba lengua Cuica.

Respuesta que, debo confesar, generó dudas sobre lo afirmado por mí. La noche de ese lunes se me hizo corta. La interrogante de mi amigo y hermano Antonio Vale se convirtió en una preocupación. Les pedí auxilio a Mario Briceño Iragorry, Amílcar Fonseca, Mario Briceño Perozo, Américo Briceño Valero y Antonio Pérez Carmona. Desperté de su sueño a Fray Pedro de Aguado, al obispo Mariano Martí, al cronista de cronistas Don Bartolomé de las Casas, a José de Oviedo y Baños; horadé los escritos de Nicolás Federmann y Sir Walter Ralegh.

Recordamos que los Cuicas, a diferencia de los Caribes, no fueron un pueblo guerrero. Fuimos agricultores pacíficos. Se vino a mi mente Fernando Arellano, quien afirma que eran más guerreros los Timotes que los Cuicas; que estos eran pueblos sumamente sedentarios, su población no fue aniquilada por medio de razias; y que, su occidentalización fue producto del mestizaje.

Y, entonces, volví a la pregunta inicial del “Catire Toño Vale”, acerca de ¿Si el Canto Guerrero de los Cuicas, realmente existió?

Pues, permítanme decirles que me uno a su duda. No olvidemos que el hombre está hecho de mitos. Y a una empresa como esa, la de la conquista y colonización de Trujillo, algún añadido había que ponerle.

“Catire”, le dije al final de la conversación. Si me apuras mucho te diré que, hacernos aparecer como “indómitos guerreros”, puede ser la recurrencia a una mitología interesada, que hace uso de un pasado mal comprendido y a menudo inventado.

Me cuesta creer que nuestros Cuicas, le pidieran a la Madre Chía, al Padre Ches y a la Diosa Icaque:

Padre Ches, que alumbras con ardor, no alumbres el camino al invasor…

Oh Madre Icaque,… afila los colmillos de las mapanares y aniquila a los blancos con dolores…

Padre Ches, Madre Chía, alimentad mi espíritu con llama de rencor…

Padre Ches, dame una flecha aguda que mate al invasor…
Tiempla mi brazo.
Que dispare esa flecha sin temor…

Nuestra pasión por la historia no está determinada porque podamos construir verdades definitivas, concluyentes; sino, más bien, porque, al entenderla como un permanente estar haciéndose, podamos corregir y eliminar las insuficiencias que ella tiene, las no verdades y las medias verdades.

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